"Que no, chiquillo, que no. Que no es casualidad, que es providencia". El alma de don Gregorio Sillero se liberó este Domingo de Pasión para que el público que llenaba el Teatro Municipal descubriera cómo desde niño la providencia le fue conduciendo por caminos que siempre desembocaban, entonces él sin saberlo, en una Dos Hermanas en la que, ya de cura, germinó su ministerio sacerdotal.
El Pregón de la Semana Santa que ha ofrecido el sacerdote don Gregorio Sillero, hasta hace sólo unos meses párroco de La Oliva, ha sido singular en la forma y en el fondo. Ha sido claro en las confesiones personales y profundo en su mensaje cofrade. Pero, sobre todo, ha sido fiel reflejo de la personalidad de un cura que no se conforma con lo que encuentra a su alrededor y que, guiado aún por un alma de niño, trata de romper con la rutina y de sorprender a todos, como lo hizo en sus once años en Dos Hermanas, donde encontró en La Oliva un lugar pequeño, oscuro y cerrado, y lo convirtió en un espacio abierto, lleno de luz y repleto de sorpresas.
Por eso su Pregón no fue del todo el tradicional, por mucho que se empapara de Rodríguez Buzón o de Carlos Herrera; por eso dejó que la Banda de Música Santa Ana siguiera tocando una marcha, 'La Madrugá', después de la tradicional 'Amargura' y de la que él eligió, 'Soleá dame la mano', para comenzar a crear un ambiente especial, al que llegó a tiempo después de protagonizar una de las anécdotas de la mañana, cuando, de pronto, descubrió que su texto, su Pregón, no estaba donde debía, sobre el atril. Así, mientras sonaba 'La Madrugá', se levantó, desapareció del escenario, y volvió en seguida mostrando las pastas que contenían su palabra, respirando aliviado. Se lo había dejado en el servicio, a donde entró poco antes de comenzar el acto. Pero, afortunadamente, allí seguía. Nadie se lo llevó. Sería la providencia.
Fue entonces cuando se levantó, se dirigió al atril, cerró los ojos, se concentró, y comenzó la palabra: 'Erase un niño que jugaba a ser nazareno", que cogía una caja de zapatos y que, forrada de papel de plata, la convertía, con plastilinas, los adornos del barco pirata de los Click y con el ambiente que creaba el incienso que expandía con el carbón que compraba en la Plaza del Salvador, su particular universo cofrade, ese mismo que hoy le ha servido para pregonar la Semana Santa nazarena.
Pero no se crea que don Gregorio Sillero pronunció el Pregón en la desnudez de la palabra, sino que se acompañó, a lo largo de distintos pasajes del mismo, por la música, coral en unos casos, y saetera en otros, hasta flamenca también, gracias a la colaboración que pidió a gente cercana, suya, que han estado con él a lo largo de su pasaje sacerdotal en Dos Hermanas, o, simplemente, un amigo suyo de la infancia con quien solía ir a ver la Semana Santa de Sevilla. Allí, sobre el escenario del Teatro nazareno aparecieron las voces del Coro Orippo, de la saetera Luisi Galvín, en un primer momento sola, saeteando desde el público, y luego sobre el escenario, acompañada por la guitarra de Niño Castro y junto a las imágenes que acompañarán siempre ya al pregonero, la del Señor de las Tres Caídas y de Nuestra Señora del Amor y Sacrificio, de la Presentación al Pueblo; lugar donde también cantó una saeta su amigo de la infancia Álvaro Carrillo.
Fueron, por tanto, pasajes musicales que acompañaron unas palabras que, entre unas cosas y otras, se prolongó por espacio de más de dos horas. Pero que, aún siendo tiempo, don Gregorio Sillero supo llenar de pasajes anecdóticos y entrega a una pasión nazarena que, según confesó, le acompañarán siempre, especialmente ahora que ya no reparte el pan y el vino a los nazarenos y nazarenas.
Don Gregorio Sillero tomó el hilo del Jubileo de la Misericordia para conducir su Pregón, pero, antes se acordó de la providencia, de esa que, por caminos distantes, le fueron indicando, entonces él aún sin saberlo, hacia un camino que desembocaba en Dos Hermanas y ante la imagen que, él también sin saberlo, le acompañó durante sus seis años de Seminario en Sevilla: la Virgen de Valme. Por eso su 'Váleme Señora' se convirtió en su rezo a partir de entonces. Y, con ellos, dos personas, tío y sobrino, sacerdotes como él, que en distintos momentos de su vida estuvieron muy vinculados a su familia y a él mismo, don José Ruiz Mantero, recordado párroco de Dos Hermanas, y don Javier Ruiz Mantero, quien le entregó su testigo en La Oliva.
El pregonero se acordó en su Pregón de las hermandades nazarenas, de las que habló desde lo más profundo, quizás en sus momentos más tristes y desangelados, pero sintiendo cada imagen, cada rostro, cada lágrima, y hasta tuvo tiempo de acordarse de también de gente de Dos Hermanas, de esa con la que aprendió a convivir esta ciudad, y con las que compartió muchos momentos de alegría y de penas, como Casimiro Rivas, Miguel Gil Pachón, Rafael Pedrera, Andrés Martín, Francisca la de Pura, Fernando Teruel, Antonio Marín, Antonio Santos, Fernando Rodríguez, Manuel Ferreras, Jorge Páez, Manolo Gómez, Jorge Quirós, Carmen Torralba, la hermana Basilia, Valme Salguero, Carmen Ferreras Salguero, Paquita Martínez, Magdalena Fernández, Aurora Pérez... y muchos y muchas más.
Al final, don Gregorio volvió a su niñez, a su "que no, chiquillo, que no es casualidad, que es providencia", para anunciar a todos los allí presentes que era a partir del momento en el que se le acabara la palabra cuando llegaba "lo verdaderamente bueno": el gozo hondo de una semana de oración e incienso" de un pueblo, el suyo, "porque los bueyes no son de donde nacen sino de donde pacen", donde vio al Salvador como luz para guiar a las naciones y como gloria de Dos Hermanas. Dijo.
La palabra de la presentadora
Con anterioridad, la palabra del pregonero vino precedida de la de su presentadora, Dolores Pérez Luna, a quien eligió por ser la persona que, junto con su esposo, Manuel Martínez Barroso, le acogió en Dos Hermanas nada más llegar. Y ella se refirió a don Gregorio como la persona que llegó a esta ciudad "con la fuerza del alma", realizando un recorrido por su vida personal, esa que le llevó al sacerdocio tras matricularse en un primer momento en la Facultad de Derecho, y que con el tiempo cambió por el Derecho Canónico, ese que ahora le ha valido para ser nombrado defensor del vínculo del Tribunal Interdiocesano de Sevilla. "Gracias por estar once años en nuestro pueblo. Has sido para nosotros un padre misericordioso".
El acto con el que se anuncia la Semana Santa nazarena estuvo presidido por el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia, quien al final del Pregón se fundió en un abrazo con don Gregorio Sillero; por la delegada de Cultura y Fiestas del Ayuntamiento, Rosario Sánchez, y por el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala.
Imágenes del Pregón
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El Pregón de la Semana Santa que ha ofrecido el sacerdote don Gregorio Sillero, hasta hace sólo unos meses párroco de La Oliva, ha sido singular en la forma y en el fondo. Ha sido claro en las confesiones personales y profundo en su mensaje cofrade. Pero, sobre todo, ha sido fiel reflejo de la personalidad de un cura que no se conforma con lo que encuentra a su alrededor y que, guiado aún por un alma de niño, trata de romper con la rutina y de sorprender a todos, como lo hizo en sus once años en Dos Hermanas, donde encontró en La Oliva un lugar pequeño, oscuro y cerrado, y lo convirtió en un espacio abierto, lleno de luz y repleto de sorpresas.
Por eso su Pregón no fue del todo el tradicional, por mucho que se empapara de Rodríguez Buzón o de Carlos Herrera; por eso dejó que la Banda de Música Santa Ana siguiera tocando una marcha, 'La Madrugá', después de la tradicional 'Amargura' y de la que él eligió, 'Soleá dame la mano', para comenzar a crear un ambiente especial, al que llegó a tiempo después de protagonizar una de las anécdotas de la mañana, cuando, de pronto, descubrió que su texto, su Pregón, no estaba donde debía, sobre el atril. Así, mientras sonaba 'La Madrugá', se levantó, desapareció del escenario, y volvió en seguida mostrando las pastas que contenían su palabra, respirando aliviado. Se lo había dejado en el servicio, a donde entró poco antes de comenzar el acto. Pero, afortunadamente, allí seguía. Nadie se lo llevó. Sería la providencia.
Fue entonces cuando se levantó, se dirigió al atril, cerró los ojos, se concentró, y comenzó la palabra: 'Erase un niño que jugaba a ser nazareno", que cogía una caja de zapatos y que, forrada de papel de plata, la convertía, con plastilinas, los adornos del barco pirata de los Click y con el ambiente que creaba el incienso que expandía con el carbón que compraba en la Plaza del Salvador, su particular universo cofrade, ese mismo que hoy le ha servido para pregonar la Semana Santa nazarena.
Pero no se crea que don Gregorio Sillero pronunció el Pregón en la desnudez de la palabra, sino que se acompañó, a lo largo de distintos pasajes del mismo, por la música, coral en unos casos, y saetera en otros, hasta flamenca también, gracias a la colaboración que pidió a gente cercana, suya, que han estado con él a lo largo de su pasaje sacerdotal en Dos Hermanas, o, simplemente, un amigo suyo de la infancia con quien solía ir a ver la Semana Santa de Sevilla. Allí, sobre el escenario del Teatro nazareno aparecieron las voces del Coro Orippo, de la saetera Luisi Galvín, en un primer momento sola, saeteando desde el público, y luego sobre el escenario, acompañada por la guitarra de Niño Castro y junto a las imágenes que acompañarán siempre ya al pregonero, la del Señor de las Tres Caídas y de Nuestra Señora del Amor y Sacrificio, de la Presentación al Pueblo; lugar donde también cantó una saeta su amigo de la infancia Álvaro Carrillo.
Fueron, por tanto, pasajes musicales que acompañaron unas palabras que, entre unas cosas y otras, se prolongó por espacio de más de dos horas. Pero que, aún siendo tiempo, don Gregorio Sillero supo llenar de pasajes anecdóticos y entrega a una pasión nazarena que, según confesó, le acompañarán siempre, especialmente ahora que ya no reparte el pan y el vino a los nazarenos y nazarenas.
Don Gregorio Sillero tomó el hilo del Jubileo de la Misericordia para conducir su Pregón, pero, antes se acordó de la providencia, de esa que, por caminos distantes, le fueron indicando, entonces él aún sin saberlo, hacia un camino que desembocaba en Dos Hermanas y ante la imagen que, él también sin saberlo, le acompañó durante sus seis años de Seminario en Sevilla: la Virgen de Valme. Por eso su 'Váleme Señora' se convirtió en su rezo a partir de entonces. Y, con ellos, dos personas, tío y sobrino, sacerdotes como él, que en distintos momentos de su vida estuvieron muy vinculados a su familia y a él mismo, don José Ruiz Mantero, recordado párroco de Dos Hermanas, y don Javier Ruiz Mantero, quien le entregó su testigo en La Oliva.
El pregonero se acordó en su Pregón de las hermandades nazarenas, de las que habló desde lo más profundo, quizás en sus momentos más tristes y desangelados, pero sintiendo cada imagen, cada rostro, cada lágrima, y hasta tuvo tiempo de acordarse de también de gente de Dos Hermanas, de esa con la que aprendió a convivir esta ciudad, y con las que compartió muchos momentos de alegría y de penas, como Casimiro Rivas, Miguel Gil Pachón, Rafael Pedrera, Andrés Martín, Francisca la de Pura, Fernando Teruel, Antonio Marín, Antonio Santos, Fernando Rodríguez, Manuel Ferreras, Jorge Páez, Manolo Gómez, Jorge Quirós, Carmen Torralba, la hermana Basilia, Valme Salguero, Carmen Ferreras Salguero, Paquita Martínez, Magdalena Fernández, Aurora Pérez... y muchos y muchas más.
Al final, don Gregorio volvió a su niñez, a su "que no, chiquillo, que no es casualidad, que es providencia", para anunciar a todos los allí presentes que era a partir del momento en el que se le acabara la palabra cuando llegaba "lo verdaderamente bueno": el gozo hondo de una semana de oración e incienso" de un pueblo, el suyo, "porque los bueyes no son de donde nacen sino de donde pacen", donde vio al Salvador como luz para guiar a las naciones y como gloria de Dos Hermanas. Dijo.
La palabra de la presentadora
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Con anterioridad, la palabra del pregonero vino precedida de la de su presentadora, Dolores Pérez Luna, a quien eligió por ser la persona que, junto con su esposo, Manuel Martínez Barroso, le acogió en Dos Hermanas nada más llegar. Y ella se refirió a don Gregorio como la persona que llegó a esta ciudad "con la fuerza del alma", realizando un recorrido por su vida personal, esa que le llevó al sacerdocio tras matricularse en un primer momento en la Facultad de Derecho, y que con el tiempo cambió por el Derecho Canónico, ese que ahora le ha valido para ser nombrado defensor del vínculo del Tribunal Interdiocesano de Sevilla. "Gracias por estar once años en nuestro pueblo. Has sido para nosotros un padre misericordioso".
El acto con el que se anuncia la Semana Santa nazarena estuvo presidido por el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia, quien al final del Pregón se fundió en un abrazo con don Gregorio Sillero; por la delegada de Cultura y Fiestas del Ayuntamiento, Rosario Sánchez, y por el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala.
Imágenes del Pregón
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FRANCISCO GIL / REDACCIÓN