La Escuela del Ave María de Dos Hermanas no pasará nunca ya al olvido. Es cierto que le falta una parte importante de su estructura primitiva, pero la recuperación por parte de la Hermandad de Valme de los edificios que quedaban en pie y el libro presentado este sábado, en el que se recoge todo lo que se ha podido en torno a sus 50 años de existencia, hacen que ya forme parte para siempre de la historia nazarena.
Y esto ha sido posible gracias, por una parte, al empeño de la Hermandad de Valme, que ha convertido este antiguo recinto de la Escuela del Ave María en su sede, y, por otra, a su deseo de perpetuar su memoria implicando en el mismo a la profesora de la Universidad de Sevilla Ana María Montero Pedrera, quien desde hacía varios años investiga todo lo relacionado en torno a las Escuelas del Ave María en Andalucía.
La base, por tanto, es la investigación llevada a cabo por esta profesora, pero a ella se ha unido la que también ha realizado el periodista y cronista nazareno David Hidalgo Paniagua, quien se ha encargado de entrevistar a antiguos alumnos y profesores, y en otros casos a sus familiares, y de rescatar numerosos documentos gráficos que permanecían guardados en las cajas de membrillo de muchas casas nazarenas.
A ello, además, se ha sumado una parte final realizada por el hermano mayor de la Hermandad de Valme, Hugo Santos Gil, quien recoge la relación de la Hermandad de Valme con la Escuela del Ave María, y de cómo "una de las mejores decisiones que ha tomado en su historia reciente esta Hermandad fue la de centralizar en ella toda su vida", dijo.
El libro sobre la Escuela del Ave María es, en definitiva, un homenaje a la labor desarrollada por este centro en Dos Hermanas durante sus cincuenta años de existencia y un reconocimiento a quienes la hicieron posible, desde don Andrés Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María, la primera de las cuales surgió en Granada para luego extenderse por toda Andalucía; a don Amancio Renes, su primer director, una persona muy severa pero con una gran formación; a don Gerardo Cano, su segundo y último director; a la familia Ybarra, que la mantuvo económicamente desde el primer instante, y, especialmente, a la importantísima labor que llevaron a cabo con cientos de niños humildes a los que pudieron dar una educación.
Porque si por algo se recuerda aún la Escuela del Ave María, que en un primer momento, en 1914, contó con una sede en la cuesta de los Marchaos y luego, a partir de 1917, en su definitiva ubicación, es por la particular manera con la que sus profesores, la mayoría de ellos sacerdotes, impartían sus clases, intentando que los alumnos aprendieran los temas cantando o bien mediante gráficos o mapas. Así, hasta que en 1965, tras la muerte de don Gerardo Cano, la escuela se cierra y sus edificios, ya abandonados, fueron objeto de saqueos, llegando a desaparecer algunos de ellos, como fue el caso del teatro. Otros, como la actual sede de la Hermandad de Valme o la antigua capilla, se recuperaron en 2008 y se erigen en símbolos de este espacio que forma parte ya de la historia de Dos Hermanas.
Y esto ha sido posible gracias, por una parte, al empeño de la Hermandad de Valme, que ha convertido este antiguo recinto de la Escuela del Ave María en su sede, y, por otra, a su deseo de perpetuar su memoria implicando en el mismo a la profesora de la Universidad de Sevilla Ana María Montero Pedrera, quien desde hacía varios años investiga todo lo relacionado en torno a las Escuelas del Ave María en Andalucía.
La base, por tanto, es la investigación llevada a cabo por esta profesora, pero a ella se ha unido la que también ha realizado el periodista y cronista nazareno David Hidalgo Paniagua, quien se ha encargado de entrevistar a antiguos alumnos y profesores, y en otros casos a sus familiares, y de rescatar numerosos documentos gráficos que permanecían guardados en las cajas de membrillo de muchas casas nazarenas.
A ello, además, se ha sumado una parte final realizada por el hermano mayor de la Hermandad de Valme, Hugo Santos Gil, quien recoge la relación de la Hermandad de Valme con la Escuela del Ave María, y de cómo "una de las mejores decisiones que ha tomado en su historia reciente esta Hermandad fue la de centralizar en ella toda su vida", dijo.
El libro sobre la Escuela del Ave María es, en definitiva, un homenaje a la labor desarrollada por este centro en Dos Hermanas durante sus cincuenta años de existencia y un reconocimiento a quienes la hicieron posible, desde don Andrés Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María, la primera de las cuales surgió en Granada para luego extenderse por toda Andalucía; a don Amancio Renes, su primer director, una persona muy severa pero con una gran formación; a don Gerardo Cano, su segundo y último director; a la familia Ybarra, que la mantuvo económicamente desde el primer instante, y, especialmente, a la importantísima labor que llevaron a cabo con cientos de niños humildes a los que pudieron dar una educación.
Porque si por algo se recuerda aún la Escuela del Ave María, que en un primer momento, en 1914, contó con una sede en la cuesta de los Marchaos y luego, a partir de 1917, en su definitiva ubicación, es por la particular manera con la que sus profesores, la mayoría de ellos sacerdotes, impartían sus clases, intentando que los alumnos aprendieran los temas cantando o bien mediante gráficos o mapas. Así, hasta que en 1965, tras la muerte de don Gerardo Cano, la escuela se cierra y sus edificios, ya abandonados, fueron objeto de saqueos, llegando a desaparecer algunos de ellos, como fue el caso del teatro. Otros, como la actual sede de la Hermandad de Valme o la antigua capilla, se recuperaron en 2008 y se erigen en símbolos de este espacio que forma parte ya de la historia de Dos Hermanas.
FRANCISCO GIL / REDACCIÓN