Ir al contenido principal

La Coca-Cola que le salvó la vida

José Ramón Arroyal es un alpinista nazareno que quiso convertirse, junto con la sevillana Catalina Quesada, en el primer español en subir una cumbre de poco más de 7.000 metros de altura, el Satopanth, situada en el Himalaya indio. Lo intentó, sin éxito, el pasado mes de octubre, pero, a cambio, descubrió que una Coca-Cola que le proporcionó un compañero escalador le llegó a salvar la vida.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

José Ramón, después de varios días intentando montar los campos desde los que asaltar con ciertas garantías la cumbre de uno de los picos menos conocidos, el Satopanth, de 7.075 metros de altura, y que la nieve en algunos casos se encargaba de tragarse, decidió quedarse en el 'Campo 1' a terminar algunos detalles del mismo mientras que el resto de la expedición, integrada por una alpinista sevillana, dos madrileños y dos franceses, emprendió el descenso hasta el 'Campo base' para descansar después de una dura jornada.

Pero José Ramón se quedó solo, sin calcular las consecuencias y, especialmente, sin ser consciente de que se encontraba enfermo, de forma que cuando emprendió el regreso, una camino que normalmente completaban en unas siete horas, él lo hizo en doce, de forma que si no hubiera sido por uno de los expedicionarios que decidió salir en su busca posiblemente no lo habría contado. Ni eso, ni que fue una lata de Coca-Cola, la que le dio su compañero cuando lo localizó, la que le dio la suficiente energía como para continuar el camino hasta donde le aguardaban el resto de los expedicionarios.

Él mismo lo relataba así: "Mis compañeros, cuando vieron que no venía, pensaron que me había pasado algo, y mi suerte fue que subió uno a buscarme. Me encontró y me dio una Coca-Cola que fue lo que me salvó la vida". Éste es parte del pasaje de este montañero residente en Montequinto y que hace solo unos días relató en primera persona. El resto, viene a continuación.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

La primera de las sorpresas con las que nos encontramos cuando llegamos a la zona de la India desde donde debíamos partir es que pronto nos quedamos sin teléfonos satélites, de forma que tuvimos que llevarlos siempre apagados y solo encenderlos cuando queríamos hacer una foto. Eso hizo que durante 23 días, que fueron los que empleamos en intentar subir al Satopanth, no pudiera ni conectarme con mi familia para, por lo menos, saber algo de mi mujer y de mis dos hijos.

Bueno, esa fue una de ellas, porque luego vinieron algunas más. Creo que fue el día 18 de octubre cuando comenzamos la ascensión hasta el que fijamos como punto donde situar el campo base, que se encontraba a unos 5.000 metros de altura, y la verdad es que fue tan buena, y con un tiempo tan maravilloso, que por el camino nos decíamos que como siguiera así triunfábamos seguro. Pero todo fue llegar al lugar de nuestro campo base y comenzar a estropearse, hasta el punto de que cuando al día siguiente subimos para montar el 'Campo 1', ya nos cayó una buena nevada.


® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

El caso es que montamos el 'Campo 1' y, como hay que hacer para ir aclimatándonos, bajamos de nuevo al 'Campo base', donde estuvimos un día completo para que la nieve que había caído se fuera asentando. Pero cuando regresamos al 'Campo 1' ya nos encontramos con la sorpresa de que había desaparecido bajo la nieve, de forma que tuvimos que volver montarlo entero.

Y así lo hicimos, pero debido a que en mi caso concreto yo no hice del todo bien la aclimatación, me puse malo, hasta el punto de que regresando de nuevo al 'Campo base' un poco más y no lo cuento. Resulta que yo me quedé atrás terminando cuatro cosas, mientras que los compañeros iniciaron el descenso. En ese trayecto solíamos emplear habitualmente unas siete horas, pero como yo iba malo, y además solo, tardé doce. Mi suerte fue que cuando mis compañeros vieron que no llegaba, pensaron que me había pasado algo y uno de ellos salió a buscarme. Me encontró y además me dio una Coca-Cola que fue lo que me salvó la vida.


® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Al día siguiente descansamos, yo me recuperé algo, y volvimos a subir al 'Campo 1' pese a que cayó otra nevada, y de allí ascendimos hasta el punto donde queríamos montar el 'Campo 2', durante el cual nos encontramos con una pared vertical de unos 500 metros que debimos escalar. Al final, conseguimos llegar a esa zona, montamos el 'Campo 2', dormimos y regresamos de nuevo al 'Campo base', porque, como ya digo, los ascensos hay que hacerlos así, subiendo y bajando. Y nuestra sorpresa es que cuando llegamos al 'Campo 2' la mitad del mismo había desaparecido otra vez bajo la nieve, por lo que tuvimos que bajar otra vez al 'Campo base' a por más material, regresar al 1 y de nuevo al 2. Total, que no fue hasta el octavo o noveno día de estar allí cuando nos dispusimos a montar el 'Campo 3', pero con la mala suerte de que cuando empezamos a escavar se nos partió una placa gigante de nieve que nos hizo descartar que intentáramos atacar la cumbre desde allí y hacerlo, si podíamos, directamente desde el 'Campo 2'.

Lo que hicimos entonces fue descansar muy bien, comer también muy bien, aclimatarnos más aún, y comenzamos a subir hasta el 'Campo 2', a partir del cual contábamos con unas once horas para intentar llegar a la cumbre del Satopanth. Pero, por desgracia, pronto nos dimos cuenta de que la última pala que hay hasta alcanzarla era totalmente impracticable, salvo que lo hiciéramos sabiendo que nos íbamos a morir. Entonces, Lina y yo, que éramos los más colgados de toda la expedición y que fuimos al final los únicos que intentamos alcanzar la cumbre, nos paramos cuando estábamos a unos 6.600 metros de altitud y nos dijimos:

-"Hacemos lo que tú digas", me dijo Lina. Y yo le contesté: "Mira, yo tengo dos niños, así que estoy dispuesto a jugármela pero hasta un punto, porque esto que tenemos por delante ya no es practicable". Ése fue el momento en el que decidimos comenzar el regreso.


® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

A todo esto, el tiempo que nos hizo durante estos días fue la verdad muy duro. Piensa que la temperatura máxima que tuvimos fue de 6 grados bajo cero. Y mira cómo sería la cosa que llegó un momento en el que no podíamos ni ducharnos y en algunos casos se nos llegaron a congelar los párpados con las lágrimas que se nos caían de los ojos. Y, para colmo, yo tuve problemas en los dedos del pie derecho porque, y eso fue un fallo mío, las botas que llevaba no eran las adecuadas para subir un siete mil en invierno; si acaso, en verano. Es más, desde que llegué aún me encuentro con que no siento ni el dedo gordo ni el de al lado de uno de mis pies, aunque afortunadamente me han dicho que los acabaré recuperando.

La verdad es que el miedo que nos dio atacar la cumbre fue también porque, si nos ocurría algo, el posible rescate que vendría a buscarnos tardaría unos cuatro días solo en llegar hasta el 'Campo base', y, luego, desde allí subir a donde nos encontráramos nosotros. Y, claro, todo tiene un límite, porque si nos pasaba algo sería imposible aguantar un mínimo de cuatro días en que fueran a rescatarnos.

Lo mejor de todo es que nosotros veíamos la cumbre muy cerca, la teníamos ahí, pero traducido a escalada eran aún necesarias unas seis horas de ascenso, y yo, además, seguro que hubiera llegado con todos los dedos de los pies negros y los hubiera perdido. Pero, como estaba todo, pensé que si llegaba a la cumbre, en sólo el tiempo de estar ahí se te puede congelar un pie y ya seguro que no bajas. Por tanto, eran muchos factores los que me dijeron que no podíamos alcanzar la cumbre y que lo mejor era quedarnos hasta donde habíamos llegado. Pero que quede claro que fuimos los dos sevillanos los que llegamos un poco más arriba, y eso que con nosotros vinieron dos montañeros franceses y dos españoles, uno de ellos un madrileño que había subido en solitario el Everest por la cara norte.


® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Y, por cierto, que allí no sólo lo pasé mal por el frío, porque no quiero contar cómo sufrí por culpa de la comida. Resulta que en esa parte de la India está prohibido el consumo de carne, pero es que además no había ningún sitio donde pudiéramos comprar pescado o huevos, de forma que nuestra única alimentación durante todo ese tiempo fue a base de verduras, algo que no es ninguna tontería porque yo, además, es que soy sobre todo carnívoro. Y, claro, yo me preguntaba que cómo iba a subir un 7.000 sólo a base de verduras, y, como no me gustaban, me pegué cerca de sesenta horas sin comer. ¿Qué me paso?, que me quedé sin fuerzas. Y si empecé a comer de nuevo fue porque Lina, que hizo un poco de madre, comenzó a forzarme para que lo hiciera, y fue así como volví a recuperarme, aunque cuando llegué a Nueva Delhi me pesé y había perdido siete kilos.

Bueno, ya estamos de nuevo aquí, pero ya adelanto que estamos también planeando una nueva escalada, que queremos hacerla en otro siete mil que se encuentra en la cordillera de Kirguistán, en Asia central. Se trata también de una cumbre muy poco explorada, pero, al menos, hemos pensado que lo mejor es intentar ascenderla en verano. Y ya os iremos contando.

FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN
© 2020 Dos Hermanas Diario Digital · Quiénes somos · montilladigital@gmail.com

Designed by Open Themes & Nahuatl.mx.