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Juan Alcocer, el eterno promotor de amigos a través del deporte

Juan Alcocer Campano, 'Juanito' para todos, es muy conocido en Dos Hermanas por haber sido, durante 44 años, vendedor de cupones de la ONCE, pero la gran mayoría, seguramente, desconocerá que se trata de uno de los principales promotores de actividades deportivas en Dos Hermanas y que ha llegado a ser internacional con la Selección Española de Baloncesto en Silla de Ruedas.

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A Juan Alcocer es habitual verlo por cualquier lugar de Dos Hermanas a bordo de su silla de ruedas, medio del que debió valerse después de que con sólo tres meses sufriera una poliomielitis que le dejó paralizadas las piernas. Nada de ello, sin embargo, le impidió convertirse en una persona muy activa, que dedicó toda su vida profesional a la venta de cupones y a regentar un kiosco de prensa en la barriada del Rocío, y el resto del tiempo al desarrollo de actividades deportivas como el fútbol, el atletismo, la natación, el rugby, el baloncesto y el baloncesto en silla de ruedas.

Según él mismo cuenta, fue fundador del primer equipo de baloncesto de Dos Hermanas, del primer y único conjunto de rugby con el que contó la ciudad, el Atlético Dos Hermanas Rugby Club; de la Federación Andaluza de Minusválidos Físicos, de la que llegó a ser presidente; entrenador de fútbol de equipos como el Gasógeno, el Pepsi, el Estrella, el Rocío o La Jarana, y jugador del equipo de baloncesto en silla de ruedas del Hospital Virgen del Rocío, con el que llegó a ser campeón de España (1875) e internacional en ocho ocasiones, consiguiendo una medalla de bronce en el Europeo de 1978 y otra de plata en el de 1979.

En la presente entrevista, el propio Juan Alcocer, de 73 años de edad, felizmente casado con Cecilia y padre de dos hijos, Felipe y Juan de Dios, traza su perfil personal contando en primera persona parte de una dilatada vida en la que ha intentado, por encima de todo, tratar de hacer amigos a través del deporte.

"Según me dijo un día una mujer, yo nací un 10 de julio en la calle Lope de Vega, pero cuando me registraron fue el 21 de julio de 1942, que es cuando yo siempre he celebrado mi cumpleaños. Yo nací en una habitación que le dejaron a mi madre. Mis padres se llamaban Rafael y Rosario, y fuimos cuatro hermanos, dos niños y dos niñas. La verdad es que fui un estudiante más bien malo. Con 8 años ingresé en San Juan de Dios, en Sevilla, donde me realizaron dos operaciones para ver si podían hacer algo conmigo, porque a los tres meses de nacer me entró una parálisis. Yo estuve en un primer momento en el Colegio del Cementerio, luego me metieron en el Colegio de La Amargura, porque ya vivía en el Cerro Blanco, y luego en el Ave María, pero no había forma conmigo porque yo era muy mal estudiante. Poco después, mi madre me puso un maestro particular, que al poco tiempo le dijo ya a mi madre que no se gastara más dinero en mi educación porque no iba a aprender a leer ni queriendo. Eso sí, conseguí al final el certificado de estudios primarios".

"Entonces, mi madre me dijo, cuando yo tenía unos 14 ó 15 años de edad: "Bueno, como no vas a aprender, te vas a ir todas las mañanas a la Plaza de Abastos a guardar bicicletas". A partir de entonces, me levantaba a las cinco de la mañana, cogía mis muletas y me iba todos los días para allá, porque allí a esa hora antiguamente había más gente que en la guerra, donde estaba hasta las dos. Y así estuve hasta que con 19 años de edad me dieron lo de los cupones, y entonces ya me dediqué a eso, vendiéndolos allí mismo, en la Plaza de Abastos".

"Recuerdo que en el año 1972, que yo ya iba en silla de ruedas, di en una ocasión el gordo, del que me tocaron a mí cien mil pesetas. Y en el año 1988 repartí 150 millones de pesetas, con la suerte de que a mí también me tocaron diez millones. Y creo que me tocó en esa ocasión porque me tenía que tocar, porque, verás, hice una cosa que jamás volví a hacer. Ese día cogí dos cupones antes de salir de casa, que recuerdo que acababan en 22, y los metí en un armario. Ese vendí todos los cupones y me fui a casa a mediodía, porque me dio lo del riñón y me tuve que acostar. Ya por la tarde vino el de los cupones para devolverlos, se fue, y a eso de las cinco de la mañana comenzaron a llamar a la puerta de mi casa. Nosotros nos asustamos, hasta que oímos que era una vecina me pedía que abriera la puerta porque decía que yo había dado el gordo. Y fue una alegría para todos porque fueron 150 millones de pesetas repartidos a mucha gente de Dos Hermanas a uno y dos cupones".

"Pese a que mucha gente me conoce por el tema de los cupones, yo creo que por mi labor en el mundo del deporte soy aún más conocido. En esta faceta comencé formando primero un equipo de fútbol de barrio, en el que recuerdo que los equipos nos jugábamos escudos de madera. Teóricamente, yo no podía hacer deporte, pero sí podía hacer que mis amigos lo hicieran. Así que yo me convertía en el entrenador y era el que iba por los barrios buscando equipos para jugar. Así estuve con el equipo del Gasógeno, y cuando se hizo la parroquia del Rocío, formamos un club parroquial y organizamos el primer Campeonato Local de Dos Hermanas. Después me llamó el At. Dos Hermanas, y cómo sería la cosa que hasta cuando no había árbitro, me ponía yo mismo".

"Más tarde vino la natación, actividad en la que yo comencé enseñando a los niños a nadar, y en otra ocasión Pepe Díaz, que tenía en Sevilla un equipo de voleibol fantástico, me dijo en una ocasión que quería traérselo a Dos Hermanas, y yo colaboré con él. Pero donde más actividad tuve fue con el baloncesto, con el rugby, con el atletismo y, ya finalmente, con el baloncesto en silla de ruedas. Incluso entre algunos organizamos en El Arenal unos juegos deportivos, con pin-pon, ajedrez, baloncesto... y hasta festivales".

"Una de las cosas más curiosas que he vivido fue cómo comenzó a funcionar el equipo de rugby, que se llamó el At. Dos Hermanas Rugby Club. Fue a raíz de que un profesor del Instituto enseñó a algunos chavales a jugar, y fueron los propios chicos los que me llamaron un día por si quería ir con ellos a jugar un partido de rugby a Sevilla. Yo les dije que sí y nos fuimos entonces a la Macarena. Y cuando yo vi el partido, me pregunté: "¿Este deporte voy a llevar yo a Dos Hermanas? ¡Esta gente está loca!". Lo que pasa es que el deporte es una actividad en la que a veces es mejor saber perder que ganar. Yo siempre he entendido la práctica del deporte como una forma de hacer amigos".

"Entonces, después de ver por primera vez un partido de rugby, en un día además que no dejó de llover y de que nos metieran 30-0, cuando yo vi a los chavales camino de Dos Hermanas que iban todos cantando, pues me enchufaron, la verdad. Y cuando jugamos el primer partido en Dos Hermanas, que no sé si fue con el equipo de Arquitectura, a la terminación nos dijeron sus jugadores que nos fuéramos todos a un bar. Nos fuimos entonces todos al Arenal y allí empezaron ellos a contarnos cómo teníamos que hacer una melé, lo que era falta o no y otras cuestiones más. Y yo me quedé atontado. Por ese motivo, y sobre todo después de ver las tonterías que había en el fútbol, decidí encargarme del equipo de rugby, cuyo presidente entonces era Quintín. Y así estuvimos hasta el año 1972, cuando ya desapareció debido a que no teníamos medios ni dinero. En este tiempo aprendí que todos los que estábamos allí sentíamos el deporte, pero creo que a mí me gustaba más que a ellos".

"Cuando se acabó el rugby, yo me dije que ya no me metía en ninguna historia más, pero vino mi amigo Emiliano y me preguntó que si quería formar un equipo de baloncesto en silla de ruedas, que fue el que jugaba en la antigua pista del Hospital Virgen del Rocío. Y allí me fui como jugador. Más tarde, después de una reunión a la que acudí como delegado de nuestro equipo, y, para mi sorpresa, me nombraron secretario. Yo le dije al presidente de la Federación Sevillana, que era un médico del Hospital Virgen del Rocío, que yo no sabía ni leer ni escribir, y me respondió que no me preocupara, que su secretaria ya me ayudaría. Recuerdo que el primer año que jugamos sólo había cinco equipos en toda España, y de ellos, en nuestra primera participación, quedamos los cuartos".

"Nosotros teníamos muchas carencias, porque las sillas nuestras, que eran las del propio hospital, llevaban hasta los frenos puestos. En esas condiciones fuimos a jugar la primera vuelta del Campeonato de España a Granollers, y salvo uno, que pudimos ganar, en los demás nos metieron unas palizas tremendas. Entonces, cuando regresamos a Sevilla yo pedí que por qué no nos dejaban adaptar las sillas a nuestra manera, y fue cuando empezamos a quitar los frenos, a ponerle cojines y cuando comenzamos ya a entrenar cuatro horas diarias. La segunda vuelta del campeonato fue en Elche, y allí conseguimos ser subcampeones de España, cosa que no se lo creía nadie".

"Más tarde fundé la Federación Andaluza de Deportes de Minusválidos. Formamos primero una gestora, llamé a todas las federaciones provinciales, y de ahí nació la andaluza. Luego, en el año 1986 me nombraron presidente, cargo en el que estuve hasta 1992, porque la Federación comenzó a tomar cuerpo y vi que se necesitaba a una persona más preparada que yo. Más tarde, los veteranos me propusieron que por qué no formábamos un equipo de baloncesto en silla de ruedas en Dos Hermanas, lo hicimos y estuvimos un año jugando en Tercera División".

"Cuando dejé la Federación y el baloncesto en silla de ruedas, yo me olvidé ya del deporte y me llevé una temporada en la que no quería saber nada. Eso fue por el año 1992. En parte, porque estaba cansado, pero, por otra, porque estaba quemado con algunas cosas que ocurrieron. Lo único que hago ahora es colaborar con la Peña Bética, de la que soy directivo desde el año 1972, y en las competiciones deportivas que teníamos, como el tenis, el fútbol, el ajedrez, el pin-pon..."

"En Dos Hermanas hay mucha gente a la que seguro que o bien le enseñé a nadar, o a jugar al baloncesto o le dirigí la catequesis, porque yo estuve también cinco años en la Parroquia del Rocío dando catequesis. Luego pasé a Vera-Cruz y más tarde en La Oliva. Y ahora mismo, lo que estoy intentando es llevar la asociación ASEMFA (Asociación de Personas con Enfermedad Mental, Familiares y Allegados) de Dos Hermanas, con la que intentamos ayudar a todas las personas que tienen problemas de salud mental, y también a los padres para que sepan cómo tienen que tratar a sus hijos, que en muchos casos no aceptan su enfermedad y a los que hay que hacerles ver que deben recibir ayuda. La asociación se creó hace un año y de momento contamos con unos veintitantos socios, pero ya estamos trabajando en la elaboración de un proyecto que queremos presentar en el Ayuntamiento en septiembre".

"Yo de política no entiendo, sinceramente. Sí he estado siempre unido a la Iglesia, con la que he colaborado mucho, y allí me enseñaron que hay que trabajar por los pobres y por los obreros. Entonces, un día escuché un comentario de uno que dijo que a Felipe González había que pegarle dos tiros. Yo le pregunté a esta persona que por qué, y me respondió que porque iba a dejar a España sin un duro porque le había dado una paga a todos los jubilados que no tuvieran nada. Y cuando yo me enteré de esto, me hizo recordar mi juventud, cuando yo vendía cupones, porque yo he visto muchas miserias y mucha humildad en gente que no podía pagar algunas cosas básicas porque tenían que dar el dinero al Montepío para su jubilación. Y yo me preguntaba que cómo era posible que una persona que había trabajado toda su vida, luego no pudiera tener una jubilación".

"Entonces, le dije al señor que hizo ese comentario: "Mire usted, a Felipe González, efectivamente, hay que pegarle dos tiros, pero por no haberle quitado a los empresarios el dinero que los trabajadores pagaron para poder tener una jubilación". Y fue entonces cuando pensé a qué partido me podía apuntar, porque yo los conocía a todos, de izquierda y de derechas, y me acabé afiliando al PSOE. Yo admiro a Benítez Rufo, porque cuando era alcalde me llamó y me preguntó que por dónde podíamos comenzar a hacer rampas en Dos Hermanas, y yo le propuse lugares como la Plaza de Abastos, Los Jardines, la calle Real o la estación, y le pedí además un teléfono adaptado para los minusválidos, que se puso junto al monumento de Valme. Y así se hizo".

"Luego, un día lo vi por la calle Real, me acerqué para darle las gracias, y me respondió: "Muchacho, tú no te puedes ni imaginar los problemas que tengo, porque no hay día que me llegue alguien a mi despacho diciéndome que qué hago yo gastándome el dinero público en tonterías como las de las rampas. Y yo respondo que esos minusválidos son también padres de familia y tienen los mismos derechos que cualquiera". Hoy, afortunadamente, y aunque falta aún mucho, mi sueño de poder ir por la calle sin problema se ha convertido en una realidad. Yo vi un proyecto en este sentido por parte del partido socialista, y, como a mí me gusta comprometerme con las cosas, me apunté a este partido. Con ellos colaboro, haciendo yo lo que considero oportuno, porque a mí nunca me han dicho lo que tengo que hacer y cómo, y desde el año 1990 me incluyen siempre en las listas electorales, aunque yo siempre digo que me pongan el último".

FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN
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