Miguel Ángel López García fue humilde en sus palabras, sincero con sus sentimientos, valiente en su planteamiento y comprometido con su fe cristiana. Y así se ganó a la gente. Planteó un pregón sencillo y sin retóricas espectaculares, pero tremendamente directo; tan directo que llegó a los que llenaban la Parroquia mayor de Dos Hermanas, y a los que consiguió poner en pie y que le dispensaran un prolongado y sincero aplauso.
Mediodía de luz otoñal en Dos Hermanas, tras la noche tormentosa del día anterior, y ambiente festivo en torno a la Parroquia de Santa María Magdalena, en la que se vivía uno de los momentos más destacados de los cultos que se tributan en honor de la Virgen de Valme. Desde las diez de la mañana, solemne Función Principal de Instituto oficiada por el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, y, a partir de las 12:30 horas, XLII Pregón de Valme, pronunciado por Miguel Ángel López García, quien fue presentado por su hermano Rafael López García.
Ante la Virgen de Valme situada sobre el altar que se levanta para la ocasión, y en un templo repleto, el pregonero y su presentador comparecieron acompañados por el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia; por el delegado de Fiestas del Ayuntamiento de Dos Hermanas, José Román; por el hermano mayor de la Hermandad de Valme, Francisco Díaz Terrero, y por el secretario primero de la misma, Hugo Santos Gil.
Y, entre el público, miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Valme, anteriores pregoneros de su Romería, hermanos mayores de Hermandades nazarenas y, por supuesto, familiares del pregonero, amigos y feligreses en general. Sin preámbulo alguno, Rafael López García tomó la palabra para presentar a su hermano y pregonero, confesando que en ese lugar que ocupaba debía estar su hermano Alonso, "quien ha declinado en un servidor", dijo, repasando algunos aspectos de su vida, tanto familiares, como profesionales y deportivos, muy vinculados éstas con el balonmano, y su vinculación con Anidi (Asociación Nazarena para la Integración de las Personas con Discapacidad Intelectual), así como su pertenencia a hermandades nazarenas como Valme, La Borriquita y el Santo Entierro. Y lo definió así: "Miguel Ángel cuenta entre sus virtudes con la ingenuidad y la bondad", afirmó, refiriéndose a él como una persona que siempre ha tendido puentes y que ha destacado por su espíritu de diálogo.
Y tras una breve interpretación musical, el pregonero se acercó al atril y tras una cuidadosa ceremonia de 'toma de posesión', inició sus palabras con una particular versión del 'Dios te salve', la oración dedicada a María y con la que él quiso transmitir un emocionado mensaje de amor a Maruja, su madre.
El pregonero saludó a las autoridades, y tuvo un breve reconocimiento para un párroco que "terminó su andadura", don Lorenzo Nieto Frutos, y para otro "que la empieza", don Manuel Sánchez de Heredia, agradeciendo a la Hermandad su designación como pregonero y transmitiendo también un breve reconocimiento para dos grandes amigos suyos, Ángel Torres y Manuel Luis Salguero.
"Llegaste a mí una mañana de otoño, de esos amaneceres claros que resplandecen en el fondo de la memoria". Con estas palabras comenzó Miguel Ángel López un repaso por su niñez, una niñez marcada por un azulejo de la Virgen de Valme situado en su casa y por el amor que sus padres le transmitieron en todo momento hacia la Protectora de Dos Hermanas, hasta ir poco a poco encontrándola. "Fuiste de esos descubrimientos imprescindibles en la vida, que nos hacen ser felices... Entonces comprendí que ya siempre formaríamos parte de ti".
En un pregón en el que mezcló la prosa con unos poemas muy sentidos y personales, y tras cuyas lecturas fue interrumpido siempre con el aplauso de los asistentes, se refirió al día ya próximo que volverá a vivir Dos Hermanas, "su día más importante" y en el que "volverán las emociones y alguna lágrima caerá por nuestras mejillas", en un ritual que se repite pero que cada año es distinto, y en el que una vez más "invocaremos el nombre de Valme".
Tal vez por esa prosa sencilla y sincera fue por lo que el pregonero abrió su alma en diversas ocasiones, para descubrir por una parte sus sentimientos y, por otra, para mostrar su compromiso. Por eso quiso dejar bien claro que su pregón iba dedicado a su hermano Alonso, quien no se encontraba en ese momento junto a él, y a quien se refirió como "el espejo" en el que siempre se mira, "el ejemplo" que siempre tuvo, por su "magistral lección de dignidad, fe y coraje que a todos nos estás dando", "porque así lo quisieron Alonso y Maruja [sus padres], y porque me sale del alma, como no podía ser de otra manera, queridísimo hermano Alonso. Este pregón va por ti", dijo mientras el público le tributó un intenso y prolongado aplauso.
Con palabras también muy emotivas se refirió a sus padres, que lo hicieron hermano de Valme desde poco después de nacer, y cómo le enseñaron a ser en todo momento buena persona, declarándose orgulloso "de mi familia, de ser cristiano, de haber nacido en Dos Hermanas y de vivir con su gente", deteniéndose, en un pasaje lleno de colorido y de detalles, en cómo fue el momento en el que sus padres se conocieron, él siendo por entonces secretario de la Hermandad de Valme y ella una joven alcalareña que un día decidió acudir a la Romería de Valme en unión de unas amigas, y que "gracias a mi Virgen de Valme" se acabó quedando en Dos Hermanas.
Y su compromiso llegó a continuación, cuando dedicó un buen tramo de su pregón a reconocer la labor, trabajo y dedicación que realizan los curas, y que personalizó, de forma especial, en quien fuera párroco en Dos Hermanas, don José Ruiz Mantero. "¿Han reparado ustedes en lo denostada, en lo criticada que está actualmente la figura del sacerdote católico para una parte de nuestra sociedad?", se preguntó en voz alta, para a partir de ahí ejercer una apasionada defensa del trabajo que realizan, de su entrega a los demás, en algunos casos con el coste de su propia vida, y criticando la opinión negativa de una parte de la sociedad hacia ellos.
"Por ello, debemos ser solidarios y valorar su trabajo en su justa medida, y pensar en su entrega sin condiciones a los demás. Mi reconocimiento, mi admiración y mi abrazo más sincero y emocionado a todos los curas, pero en especial a los de Dos Hermanas, y que quiero personalizar en uno que ya no está entre nosotros, y que hizo tantas cosas por Dos Hermanas y por sus gentes, don José Ruiz Mantero, quien dejara una huella imborrable en la memoria de todos [momento interrumpido con un fuerte aplauso]..., desde aquí mi pequeño homenaje a este insigne sacerdote. Buen cura y mejor persona", dijo Miguel Ángel López.
El pregonero se refirió también a su familia, a su esposa, Charo, con la que tuvo tres hijos, el primero de los cuales, Jesús, falleció a los pocos días de su nacimiento, y, como prometió en su momento, quiso ser breve en su pregón, que se prolongó por espacio de 45 minutos, pero no sin antes realizar una encendida entrega de pasión y devoción por la Virgen de Valme, que inició con una pregunta: "¿Dime por qué, Madre Mía de Valme, dime por qué te quiero tanto?".
En un tono encendido, entregado, repleto de fuerza, Miguel Ángel López fue detallando todos y cada uno de los motivos por los que "tanto quiero" a la Virgen de Valme, queriendo despedirse luego "como cualquier hijo se despide de una madre", y exclamando un "¡óle así de grande!" por Ella. "¿Hay palabra más bonita? ¿Qué hay más grande que una madre?", añadió, para concluir así: "Embargado en la emoción, orgulloso, agradecido, con la mano en el corazón y mi abrazo más fraternal para todos de mi parte, aquí está mi despedida: ¡Viva la madre de Dios! ¡Viva mi Virgen de Valme!".
Mediodía de luz otoñal en Dos Hermanas, tras la noche tormentosa del día anterior, y ambiente festivo en torno a la Parroquia de Santa María Magdalena, en la que se vivía uno de los momentos más destacados de los cultos que se tributan en honor de la Virgen de Valme. Desde las diez de la mañana, solemne Función Principal de Instituto oficiada por el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, y, a partir de las 12:30 horas, XLII Pregón de Valme, pronunciado por Miguel Ángel López García, quien fue presentado por su hermano Rafael López García.
Ante la Virgen de Valme situada sobre el altar que se levanta para la ocasión, y en un templo repleto, el pregonero y su presentador comparecieron acompañados por el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia; por el delegado de Fiestas del Ayuntamiento de Dos Hermanas, José Román; por el hermano mayor de la Hermandad de Valme, Francisco Díaz Terrero, y por el secretario primero de la misma, Hugo Santos Gil.
Y, entre el público, miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Valme, anteriores pregoneros de su Romería, hermanos mayores de Hermandades nazarenas y, por supuesto, familiares del pregonero, amigos y feligreses en general. Sin preámbulo alguno, Rafael López García tomó la palabra para presentar a su hermano y pregonero, confesando que en ese lugar que ocupaba debía estar su hermano Alonso, "quien ha declinado en un servidor", dijo, repasando algunos aspectos de su vida, tanto familiares, como profesionales y deportivos, muy vinculados éstas con el balonmano, y su vinculación con Anidi (Asociación Nazarena para la Integración de las Personas con Discapacidad Intelectual), así como su pertenencia a hermandades nazarenas como Valme, La Borriquita y el Santo Entierro. Y lo definió así: "Miguel Ángel cuenta entre sus virtudes con la ingenuidad y la bondad", afirmó, refiriéndose a él como una persona que siempre ha tendido puentes y que ha destacado por su espíritu de diálogo.
Y tras una breve interpretación musical, el pregonero se acercó al atril y tras una cuidadosa ceremonia de 'toma de posesión', inició sus palabras con una particular versión del 'Dios te salve', la oración dedicada a María y con la que él quiso transmitir un emocionado mensaje de amor a Maruja, su madre.
El pregonero saludó a las autoridades, y tuvo un breve reconocimiento para un párroco que "terminó su andadura", don Lorenzo Nieto Frutos, y para otro "que la empieza", don Manuel Sánchez de Heredia, agradeciendo a la Hermandad su designación como pregonero y transmitiendo también un breve reconocimiento para dos grandes amigos suyos, Ángel Torres y Manuel Luis Salguero.
"Llegaste a mí una mañana de otoño, de esos amaneceres claros que resplandecen en el fondo de la memoria". Con estas palabras comenzó Miguel Ángel López un repaso por su niñez, una niñez marcada por un azulejo de la Virgen de Valme situado en su casa y por el amor que sus padres le transmitieron en todo momento hacia la Protectora de Dos Hermanas, hasta ir poco a poco encontrándola. "Fuiste de esos descubrimientos imprescindibles en la vida, que nos hacen ser felices... Entonces comprendí que ya siempre formaríamos parte de ti".
En un pregón en el que mezcló la prosa con unos poemas muy sentidos y personales, y tras cuyas lecturas fue interrumpido siempre con el aplauso de los asistentes, se refirió al día ya próximo que volverá a vivir Dos Hermanas, "su día más importante" y en el que "volverán las emociones y alguna lágrima caerá por nuestras mejillas", en un ritual que se repite pero que cada año es distinto, y en el que una vez más "invocaremos el nombre de Valme".
Tal vez por esa prosa sencilla y sincera fue por lo que el pregonero abrió su alma en diversas ocasiones, para descubrir por una parte sus sentimientos y, por otra, para mostrar su compromiso. Por eso quiso dejar bien claro que su pregón iba dedicado a su hermano Alonso, quien no se encontraba en ese momento junto a él, y a quien se refirió como "el espejo" en el que siempre se mira, "el ejemplo" que siempre tuvo, por su "magistral lección de dignidad, fe y coraje que a todos nos estás dando", "porque así lo quisieron Alonso y Maruja [sus padres], y porque me sale del alma, como no podía ser de otra manera, queridísimo hermano Alonso. Este pregón va por ti", dijo mientras el público le tributó un intenso y prolongado aplauso.
Con palabras también muy emotivas se refirió a sus padres, que lo hicieron hermano de Valme desde poco después de nacer, y cómo le enseñaron a ser en todo momento buena persona, declarándose orgulloso "de mi familia, de ser cristiano, de haber nacido en Dos Hermanas y de vivir con su gente", deteniéndose, en un pasaje lleno de colorido y de detalles, en cómo fue el momento en el que sus padres se conocieron, él siendo por entonces secretario de la Hermandad de Valme y ella una joven alcalareña que un día decidió acudir a la Romería de Valme en unión de unas amigas, y que "gracias a mi Virgen de Valme" se acabó quedando en Dos Hermanas.
Y su compromiso llegó a continuación, cuando dedicó un buen tramo de su pregón a reconocer la labor, trabajo y dedicación que realizan los curas, y que personalizó, de forma especial, en quien fuera párroco en Dos Hermanas, don José Ruiz Mantero. "¿Han reparado ustedes en lo denostada, en lo criticada que está actualmente la figura del sacerdote católico para una parte de nuestra sociedad?", se preguntó en voz alta, para a partir de ahí ejercer una apasionada defensa del trabajo que realizan, de su entrega a los demás, en algunos casos con el coste de su propia vida, y criticando la opinión negativa de una parte de la sociedad hacia ellos.
"Por ello, debemos ser solidarios y valorar su trabajo en su justa medida, y pensar en su entrega sin condiciones a los demás. Mi reconocimiento, mi admiración y mi abrazo más sincero y emocionado a todos los curas, pero en especial a los de Dos Hermanas, y que quiero personalizar en uno que ya no está entre nosotros, y que hizo tantas cosas por Dos Hermanas y por sus gentes, don José Ruiz Mantero, quien dejara una huella imborrable en la memoria de todos [momento interrumpido con un fuerte aplauso]..., desde aquí mi pequeño homenaje a este insigne sacerdote. Buen cura y mejor persona", dijo Miguel Ángel López.
El pregonero se refirió también a su familia, a su esposa, Charo, con la que tuvo tres hijos, el primero de los cuales, Jesús, falleció a los pocos días de su nacimiento, y, como prometió en su momento, quiso ser breve en su pregón, que se prolongó por espacio de 45 minutos, pero no sin antes realizar una encendida entrega de pasión y devoción por la Virgen de Valme, que inició con una pregunta: "¿Dime por qué, Madre Mía de Valme, dime por qué te quiero tanto?".
En un tono encendido, entregado, repleto de fuerza, Miguel Ángel López fue detallando todos y cada uno de los motivos por los que "tanto quiero" a la Virgen de Valme, queriendo despedirse luego "como cualquier hijo se despide de una madre", y exclamando un "¡óle así de grande!" por Ella. "¿Hay palabra más bonita? ¿Qué hay más grande que una madre?", añadió, para concluir así: "Embargado en la emoción, orgulloso, agradecido, con la mano en el corazón y mi abrazo más fraternal para todos de mi parte, aquí está mi despedida: ¡Viva la madre de Dios! ¡Viva mi Virgen de Valme!".
FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN
