Cientos de personas asistieron a mediodía de este viernes, día 29 de agosto, a la Parroquia del Ave María para dar el último adiós a Ana María Gata González, fallecida el pasado 20 de agosto mientras practicaba submarinismo en una de las islas que integran el archipiélago indonesio. Emoción, recogimiento, lágrimas y aplausos se sucedieron durante la Misa celebrada en la citada parroquia nazarena.
Desde unos minutos antes de las doce del mediodía, el ataúd con los restos mortales de Ana María Gata se encontraba en el interior de la Parroquia del Ave María. Justo a su derecha, una gran foto de ella, tomada hace aproximadamente un año en el transcurso de uno de sus acostumbradas escapadas en busca de su propia libertad, presidía un espacio adornado de flores y de coronas.
Y muy próximos a esta imagen, su padre, Domingo Gata; su hermano, Víctor, su cuñada, sobrinos y demás familiares, que se encontraron en todo momento arropados por una gran cantidad de amigos y conocidos, que no sólo llenaron en su totalidad el interior de la parroquia, sino el patio anterior, e incluso otros muchos que permanecieron en el exterior de este recinto en espera de dar su último adiós a Ana María.
La Misa estuvo presidida por el párroco del Ave María, Antonio Raúl Moreno Enríquez, que nada más comenzar escuchó las palabras sentidas de la familia, personalizadas por José Chozas, uno de los tíos de Ana María Gata, quien transmitió los momentos de "dolor, pena y tristeza" en los que se encuentra sumida toda la familia desde que se conoció el accidente sufrido por ésta el pasado 20 de agosto.
"Porque ella era una persona que lo llenaba todo con su presencia", dijo este portavoz. "Era una magnífica persona. Tenía un carácter fuerte, era atrevida, era valiente, era activa, emprendedora, generosa..., sobre todo, generosa. Y luego nos transmitía alegría", añadió, recordando que Ana María se hacía notar siempre que llegaba a cualquier lugar "por ese optimismo, por esa alegría que irradiaba y que nos contagiaba a todos".
Pero, sobre todo, lo que más destacó fue su "generosidad", algo de lo que dijo que podían dar fiel testimonio "los más pobres de Mozambique,", país al que acudió en diversas ocasiones, y de forma desinteresada, "para ayudar a los niños a mejorar su sistema sanitario de vida, utilizando sus conocimientos amplios y profundos de su profesión". Una misma generosidad de la que dijo que podrían dar igualmente testimonio "las personas que pasaban continuamente por la óptica que regentaba" en la Avenida de España.
Un cerrado aplauso en la despedida
Se trató de unas palabras sobre las que instantes después el propio párroco profundizó, al referirse a Ana María como una persona "vitalista, libre, entregada, servicial y donante", entre otros adjetivos, que para los que la conocen "y la llevan en su corazón, hacen viva esta expresión de cada uno de nosotros", comentó, al tiempo que recordó que todos los presentes en ese instante no habían acudido sólo para estar junto a ella, "sino para estar con ella", como así ocurrió con su amiga Vanessa y con otros con los que se encontraba en Indonesia cuando le sobrevino la muerte.
La familia, una vez que concluyó la Misa, recibió a todos cuantos asistieron a la misma en el interior de la Parroquia, ya que, por expreso deseo de éstos, la despedida de Ana María concluyó en este lugar, ya que a continuación su cuerpo fue trasladado hasta el Cementerio de Dos Hermanas, a donde sólo le acompañaron sus familiares más directos.
Y entre quienes mostraron sus condolencias estuvieron presentes hasta cuatro miembros del Gobierno municipal, Francisco Rodríguez, Antonio Morán, José Román y Rosario Sánchez, además de una amplia representación del mundo de las hermandades y cofradías y de los comerciantes nazarenos, que, juntos con amigos y vecinos, fueron pasando uno a uno para transmitirles sus condolencias.
Instantes después, en la puerta de la Parroquia, cuando el coche fúnebre partió con los restos mortales, se oyó un cerrado y prolongado aplauso, especialmente proveniente de todos aquellos amigos y amigas que disfrutaron del carácter abierto, libre y alegre de Ana María Gata.

Desde unos minutos antes de las doce del mediodía, el ataúd con los restos mortales de Ana María Gata se encontraba en el interior de la Parroquia del Ave María. Justo a su derecha, una gran foto de ella, tomada hace aproximadamente un año en el transcurso de uno de sus acostumbradas escapadas en busca de su propia libertad, presidía un espacio adornado de flores y de coronas.
Y muy próximos a esta imagen, su padre, Domingo Gata; su hermano, Víctor, su cuñada, sobrinos y demás familiares, que se encontraron en todo momento arropados por una gran cantidad de amigos y conocidos, que no sólo llenaron en su totalidad el interior de la parroquia, sino el patio anterior, e incluso otros muchos que permanecieron en el exterior de este recinto en espera de dar su último adiós a Ana María.
La Misa estuvo presidida por el párroco del Ave María, Antonio Raúl Moreno Enríquez, que nada más comenzar escuchó las palabras sentidas de la familia, personalizadas por José Chozas, uno de los tíos de Ana María Gata, quien transmitió los momentos de "dolor, pena y tristeza" en los que se encuentra sumida toda la familia desde que se conoció el accidente sufrido por ésta el pasado 20 de agosto.
"Porque ella era una persona que lo llenaba todo con su presencia", dijo este portavoz. "Era una magnífica persona. Tenía un carácter fuerte, era atrevida, era valiente, era activa, emprendedora, generosa..., sobre todo, generosa. Y luego nos transmitía alegría", añadió, recordando que Ana María se hacía notar siempre que llegaba a cualquier lugar "por ese optimismo, por esa alegría que irradiaba y que nos contagiaba a todos".
Pero, sobre todo, lo que más destacó fue su "generosidad", algo de lo que dijo que podían dar fiel testimonio "los más pobres de Mozambique,", país al que acudió en diversas ocasiones, y de forma desinteresada, "para ayudar a los niños a mejorar su sistema sanitario de vida, utilizando sus conocimientos amplios y profundos de su profesión". Una misma generosidad de la que dijo que podrían dar igualmente testimonio "las personas que pasaban continuamente por la óptica que regentaba" en la Avenida de España.
Un cerrado aplauso en la despedida

Se trató de unas palabras sobre las que instantes después el propio párroco profundizó, al referirse a Ana María como una persona "vitalista, libre, entregada, servicial y donante", entre otros adjetivos, que para los que la conocen "y la llevan en su corazón, hacen viva esta expresión de cada uno de nosotros", comentó, al tiempo que recordó que todos los presentes en ese instante no habían acudido sólo para estar junto a ella, "sino para estar con ella", como así ocurrió con su amiga Vanessa y con otros con los que se encontraba en Indonesia cuando le sobrevino la muerte.
La familia, una vez que concluyó la Misa, recibió a todos cuantos asistieron a la misma en el interior de la Parroquia, ya que, por expreso deseo de éstos, la despedida de Ana María concluyó en este lugar, ya que a continuación su cuerpo fue trasladado hasta el Cementerio de Dos Hermanas, a donde sólo le acompañaron sus familiares más directos.
Y entre quienes mostraron sus condolencias estuvieron presentes hasta cuatro miembros del Gobierno municipal, Francisco Rodríguez, Antonio Morán, José Román y Rosario Sánchez, además de una amplia representación del mundo de las hermandades y cofradías y de los comerciantes nazarenos, que, juntos con amigos y vecinos, fueron pasando uno a uno para transmitirles sus condolencias.
Instantes después, en la puerta de la Parroquia, cuando el coche fúnebre partió con los restos mortales, se oyó un cerrado y prolongado aplauso, especialmente proveniente de todos aquellos amigos y amigas que disfrutaron del carácter abierto, libre y alegre de Ana María Gata.
FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN