Fue un Pregón sentido, pronunciado desde dentro, desde el sentimiento de un rociero que ha crecido con el Rocío, y cuyos recuerdos y sueños ha sabido recogerlos por escrito para expresarlos con su sentido poético. Pablo Oñós pronunció este domingo, día 4 de mayo, un gran Pregón Rociero en la Parroquia de Santa María Magdalena, y así el público, puesto en pie, supo agradecérselo.
Era un Pregón esperado, y así se pudo ver por la gran cantidad de nazarenos que llenaron la Parroquia Mayor de Dos Hermanas, porque se presentía una exaltación poética y, especialmente, porque quienes conocen al pregonero, saben de su oratoria y de sus sentimientos. Por eso, quienes llenaban Santa María Magdalena se pusieron al final en pie para agradecer al pregonero una anunciación del Rocío personal, como son todas, pero con el pellizco que supo transmitir con sus vivencias y sus recuerdos.
El Pregón de la Hermandad del Rocío de Dos Hermanas ponía fin a los cultos que durante cinco días se celebraron en la Parroquia Mayor. Y, presidiendo el templo, junto al Simpecado rociero, se encontraban el párroco don Lorenzo Nieto Frutos; el hermano mayor de la Hermandad del Rocío nazarena, Raúl Romero; el párroco de Nuestra Señora del Rocío, Carlos Carrasco Schlatter, y el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala. Y, junto a ellos, el pregonero del Rocío de Dos Hermanas, Pablo Oñós Gutiérrez, y su presentador, Rafael Oñós Prados.
Rafael Oñós confesó durante su presentación el "difícil equilibrio de ecuanimidad" que le suponía hablar de su hermano, de quien recordó que fue monaguillo en ese mismo templo religioso donde ahora iba a pregonar, el primer premio de redacción que consiguió en el Ayuntamiento de Sevilla o sus primeros pasos en el mundo de las sevillanas. Pero, especialmente, su paso por el Coro del Rocío de la Hermandad de Dos Hermanas, su participación en la fundación del Coro del Arenal, sus estudios en el Conservatorio de Música o la creación de su primer grupo, 'Ala ancha', además de su pertenencia a las Hermandades de Valme, Gran Poder y Buen Fin, esta última de Sevilla, y, por supuesto, a su Hermandad del Rocío de Dos Hermanas.
Un pregón de algo más de 53 minutos
Durante el tiempo en el que escuchaba su presentación, Pablo Oñós permaneció con la cabeza baja, dando la impresión de entrar en un proceso de concentración del que despertó cuando su hermano le dejó en el uso de la palabra. Y el pregonero se levantó entonces con paso firme hacia el atril para iniciar un pregón que se prolongó por espacio de algo más de 53 minutos y del que fue interrumpido hasta en diez ocasiones por los fuertes aplausos de los allí presentes.
Pablo Oñós trazó en su pregón un camino que comenzó con la búsqueda de sus sentimientos hacia lo que significa El Rocío, que continuó con sus recuerdos de pequeño, con sus primeros caminos hacia la Aldea, con su llegada y encuentro con la Virgen y, finalmente, con un regreso que para él, dijo, nunca debe emprender un rociero.
En un largo poema de inicio, el pregonero dijo que llegaba para "cantar tu nombre, y no me sale el decirlo", de ahí que recurriera a expresiones como "luna blanca", "azul de lirio", "amanecer del romero", "palacio del peregrino", "arenal de mi alegría", "Raya Real de mi vida...", hasta que al final de esa búsqueda consideró que ya sí podía decirlo y dijo "guapa, Rocío".
Pablo Oñós, tras saludar a las autoridades, quiso agradecer expresamente a los miembros del Coro de la Hermandad del Rocío, "el mejor de todos", dijo, su presencia y sus cantos, a su hermano se dirigió como su "alcalde de carreta de la romería diaria", y se inició en trazar un paralelismo entre un cazador y un rociero, un "buen rociero de fe, cazador de fe perdida", que debe alegrarse porque la Virgen se aparezca en su vida.
Y continuó entonces con la búsqueda también de sus recuerdos de niño, de los que jugaban en las calles y plazoletas, y que deseaban encontrarse cada año con esa primera carreta, en un regreso "a la Dos Hermanas de entonces", recuperando nombres de personajes que mantiene en su memoria -Enrique, Federico, Manolo, Pepito Alonso, don Valeriano, Paco Martín, Antonio y Rafael-, además la antigua Casa-Hermandad del Rocío del número 17 de la calle Alcoba, y se definió como "aprendiz de rociero", al tiempo que realizó su primera gran dedicatoria a las hermandades a las que pertenece y siente, en este caso al Gran Poder de Dos Hermanas -"... hay quién pudiera volver a aquel rincón de la Iglesia, y el Simpecado a los pies del Gran Poder mis ojos verlos pudiera"-.
Los caminos de antaño
Y entonces comenzó a introducirse en el camino del Rocío, "aquel camino de antaño que nuestros mayores vivieron y desandaron", describiendo algunas de sus sensaciones, como las noches de Palacio, la cuesta de Aznalcázar, la bajada del Quema, los sesteos, las matas de romero, las noches de Gelo, a hermandades como Triana o Gines, en unos tiempos "de pureza que se perdieron por siempre y en el recuerdo quedaron", y que concluyeron con un grito de ¡Viva! "por los primeros hermanos que para gloria de Ella a esta Hermandad fundaron, con los que fueron a verla, tan sólo con cuatro carros y que a los pies de la Virgen pusieron su Simpecado".
Reveló que su carreta llevaba este año telas celestes y blancas, y se centró por unos instantes en el monumento a la Virgen de Valme que se encuentra en la Plazoleta, en un paralelismo con sus sentimientos hacia la Virgen del Rocío: "Dos nombres que al cielo suenan, dos nombres que desde niño me enseñaron a querer sin más razón ni motivo, dos medallas, dos cordones con dos colores distintos que se hacen uno sólo cuando se llevan unidos, dos caras que es una sola con distinto apellido..., dos nombres que son amores eternos del pueblo mío..., dos oraciones..., no, dos no, sólo una...", para concluir de forma exultante con un "Váleme siempre, Rocío".
Tuvo un recuerdo entonces para los que se buscan durante el camino, "buscar a los que te faltan, buscar lo que más has sentido", calificó de "sencillo" todo lo relacionado con el Rocío, hasta el punto de que "hay de aquél que no lo entienda, quien busque lo fastuoso y lo sencillo no vea, quien busca lo que no hay y lo sencillo no encuentra", para recomendarle "que se venga a Dos Hermanas el lunes cuando amanezca, y sencillamente verá lo que nunca antes viera: el Rocío de lo sencillo, donde es sencilla la Reina".
El momento del salto de la Reja y, especialmente, la presencia de la Virgen ante la casa en la Aldea de la Hermandad nazarena fue otro de los momentos descritos por Pablo Oñós en su pregón, esos en los que Dos Hermanas se deja escuchar debajo de los costeros, y la Virgen "va despacito, sonriendo", y a la que parece que se hace un hueco para que "detenga su vuelo" y, ya ahí delante, le pide que ponga "alegría en la pena, salud a nuestros enfermos, trabajo al que no lo tiene y agua fresca a los sedientos".
Del Rocío nunca se vuelve
Fue luego el momento en el que el pregonero expresó de forma sentida su teoría de que del Rocío nunca se vuelve -"Nunca vuelvo del Rocío, porque aunque venga, no vuelvo", dijo-, y tras preguntarse "¿qué camino es el que he hecho?" si vuelve igual que se fue, afirmó: "La vuelta nunca se hace, nunca vuelve el rociero, siempre es camino de ida si vienes con ella dentro. Vuelven sólo las carretas, las bestias, pero tú no puedes nunca volver porque en tu camino encuentras que no te vuelves, que siempre vas al encuentro"... , "tengo una medalla puesta que me hace sentir por dentro que no termina el Rocío, que ahora es cuando lo empiezo..., tengo una hermandad sencilla pero con peso, y tengo a mi Simpecado, al que todo el año rezo... De vuelta no puede volver ningún rociero. Las únicas vueltas serán cuando me llegue el momento de sacar número al carro para ese camino eterno. La única vuelta será cuando me galope el tiempo..., y vaya mi cuerpo a encontrarse con la Virgen por sendas de luceros en el último camino, de Dos Hermanas al cielo", dijo textualmente en uno de los momentos más emotivos de la tarde y, por supuesto, más aplaudidos.
Y se inició en el final de su Pregón, dando las gracias "a Dios por haberme puesto en la senda más perfecta que existe para llegar a él a través de su madre de la Rocina", a su "querida Hermandad del Rocío de Dos Hermanas por haber confiado en mí para esta honrosa tarea de ser mero intercesor entre ella y sus hijos", al Coro de la Hermandad, "al mejor coro que canta en el Rocío", a todos los allí presentes "en cuerpo o en alma", y confesó que esperaba que su mensaje rociero sirviera "para algo", para que "salgáis con ganas de Rocío y de camino, y que vayáis por la vida como lo que sois, hijos de Dios y rocieros por su gracia".
Eso sí, no pronunció las palabras "he dicho" sin rendir antes un último homenaje al "último peregrino, el más humilde", que un 14 de junio de 1993 llegó a la ermita del Rocío "como paloma blanca", como "mensajero de Dios". Un peregrino que "hoy es santo", y al que dedicó sus últimos cohetes, su última copla, su último ¡Viva! "para un rociero eterno y santo", dijo en relación al Papa Juan Pablo II.
Era un Pregón esperado, y así se pudo ver por la gran cantidad de nazarenos que llenaron la Parroquia Mayor de Dos Hermanas, porque se presentía una exaltación poética y, especialmente, porque quienes conocen al pregonero, saben de su oratoria y de sus sentimientos. Por eso, quienes llenaban Santa María Magdalena se pusieron al final en pie para agradecer al pregonero una anunciación del Rocío personal, como son todas, pero con el pellizco que supo transmitir con sus vivencias y sus recuerdos.
El Pregón de la Hermandad del Rocío de Dos Hermanas ponía fin a los cultos que durante cinco días se celebraron en la Parroquia Mayor. Y, presidiendo el templo, junto al Simpecado rociero, se encontraban el párroco don Lorenzo Nieto Frutos; el hermano mayor de la Hermandad del Rocío nazarena, Raúl Romero; el párroco de Nuestra Señora del Rocío, Carlos Carrasco Schlatter, y el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala. Y, junto a ellos, el pregonero del Rocío de Dos Hermanas, Pablo Oñós Gutiérrez, y su presentador, Rafael Oñós Prados.
Rafael Oñós confesó durante su presentación el "difícil equilibrio de ecuanimidad" que le suponía hablar de su hermano, de quien recordó que fue monaguillo en ese mismo templo religioso donde ahora iba a pregonar, el primer premio de redacción que consiguió en el Ayuntamiento de Sevilla o sus primeros pasos en el mundo de las sevillanas. Pero, especialmente, su paso por el Coro del Rocío de la Hermandad de Dos Hermanas, su participación en la fundación del Coro del Arenal, sus estudios en el Conservatorio de Música o la creación de su primer grupo, 'Ala ancha', además de su pertenencia a las Hermandades de Valme, Gran Poder y Buen Fin, esta última de Sevilla, y, por supuesto, a su Hermandad del Rocío de Dos Hermanas.
Un pregón de algo más de 53 minutos
Durante el tiempo en el que escuchaba su presentación, Pablo Oñós permaneció con la cabeza baja, dando la impresión de entrar en un proceso de concentración del que despertó cuando su hermano le dejó en el uso de la palabra. Y el pregonero se levantó entonces con paso firme hacia el atril para iniciar un pregón que se prolongó por espacio de algo más de 53 minutos y del que fue interrumpido hasta en diez ocasiones por los fuertes aplausos de los allí presentes.
Pablo Oñós trazó en su pregón un camino que comenzó con la búsqueda de sus sentimientos hacia lo que significa El Rocío, que continuó con sus recuerdos de pequeño, con sus primeros caminos hacia la Aldea, con su llegada y encuentro con la Virgen y, finalmente, con un regreso que para él, dijo, nunca debe emprender un rociero.
En un largo poema de inicio, el pregonero dijo que llegaba para "cantar tu nombre, y no me sale el decirlo", de ahí que recurriera a expresiones como "luna blanca", "azul de lirio", "amanecer del romero", "palacio del peregrino", "arenal de mi alegría", "Raya Real de mi vida...", hasta que al final de esa búsqueda consideró que ya sí podía decirlo y dijo "guapa, Rocío".
Pablo Oñós, tras saludar a las autoridades, quiso agradecer expresamente a los miembros del Coro de la Hermandad del Rocío, "el mejor de todos", dijo, su presencia y sus cantos, a su hermano se dirigió como su "alcalde de carreta de la romería diaria", y se inició en trazar un paralelismo entre un cazador y un rociero, un "buen rociero de fe, cazador de fe perdida", que debe alegrarse porque la Virgen se aparezca en su vida.
Y continuó entonces con la búsqueda también de sus recuerdos de niño, de los que jugaban en las calles y plazoletas, y que deseaban encontrarse cada año con esa primera carreta, en un regreso "a la Dos Hermanas de entonces", recuperando nombres de personajes que mantiene en su memoria -Enrique, Federico, Manolo, Pepito Alonso, don Valeriano, Paco Martín, Antonio y Rafael-, además la antigua Casa-Hermandad del Rocío del número 17 de la calle Alcoba, y se definió como "aprendiz de rociero", al tiempo que realizó su primera gran dedicatoria a las hermandades a las que pertenece y siente, en este caso al Gran Poder de Dos Hermanas -"... hay quién pudiera volver a aquel rincón de la Iglesia, y el Simpecado a los pies del Gran Poder mis ojos verlos pudiera"-.
Los caminos de antaño
Y entonces comenzó a introducirse en el camino del Rocío, "aquel camino de antaño que nuestros mayores vivieron y desandaron", describiendo algunas de sus sensaciones, como las noches de Palacio, la cuesta de Aznalcázar, la bajada del Quema, los sesteos, las matas de romero, las noches de Gelo, a hermandades como Triana o Gines, en unos tiempos "de pureza que se perdieron por siempre y en el recuerdo quedaron", y que concluyeron con un grito de ¡Viva! "por los primeros hermanos que para gloria de Ella a esta Hermandad fundaron, con los que fueron a verla, tan sólo con cuatro carros y que a los pies de la Virgen pusieron su Simpecado".
Reveló que su carreta llevaba este año telas celestes y blancas, y se centró por unos instantes en el monumento a la Virgen de Valme que se encuentra en la Plazoleta, en un paralelismo con sus sentimientos hacia la Virgen del Rocío: "Dos nombres que al cielo suenan, dos nombres que desde niño me enseñaron a querer sin más razón ni motivo, dos medallas, dos cordones con dos colores distintos que se hacen uno sólo cuando se llevan unidos, dos caras que es una sola con distinto apellido..., dos nombres que son amores eternos del pueblo mío..., dos oraciones..., no, dos no, sólo una...", para concluir de forma exultante con un "Váleme siempre, Rocío".
Tuvo un recuerdo entonces para los que se buscan durante el camino, "buscar a los que te faltan, buscar lo que más has sentido", calificó de "sencillo" todo lo relacionado con el Rocío, hasta el punto de que "hay de aquél que no lo entienda, quien busque lo fastuoso y lo sencillo no vea, quien busca lo que no hay y lo sencillo no encuentra", para recomendarle "que se venga a Dos Hermanas el lunes cuando amanezca, y sencillamente verá lo que nunca antes viera: el Rocío de lo sencillo, donde es sencilla la Reina".
El momento del salto de la Reja y, especialmente, la presencia de la Virgen ante la casa en la Aldea de la Hermandad nazarena fue otro de los momentos descritos por Pablo Oñós en su pregón, esos en los que Dos Hermanas se deja escuchar debajo de los costeros, y la Virgen "va despacito, sonriendo", y a la que parece que se hace un hueco para que "detenga su vuelo" y, ya ahí delante, le pide que ponga "alegría en la pena, salud a nuestros enfermos, trabajo al que no lo tiene y agua fresca a los sedientos".
Del Rocío nunca se vuelve
Fue luego el momento en el que el pregonero expresó de forma sentida su teoría de que del Rocío nunca se vuelve -"Nunca vuelvo del Rocío, porque aunque venga, no vuelvo", dijo-, y tras preguntarse "¿qué camino es el que he hecho?" si vuelve igual que se fue, afirmó: "La vuelta nunca se hace, nunca vuelve el rociero, siempre es camino de ida si vienes con ella dentro. Vuelven sólo las carretas, las bestias, pero tú no puedes nunca volver porque en tu camino encuentras que no te vuelves, que siempre vas al encuentro"... , "tengo una medalla puesta que me hace sentir por dentro que no termina el Rocío, que ahora es cuando lo empiezo..., tengo una hermandad sencilla pero con peso, y tengo a mi Simpecado, al que todo el año rezo... De vuelta no puede volver ningún rociero. Las únicas vueltas serán cuando me llegue el momento de sacar número al carro para ese camino eterno. La única vuelta será cuando me galope el tiempo..., y vaya mi cuerpo a encontrarse con la Virgen por sendas de luceros en el último camino, de Dos Hermanas al cielo", dijo textualmente en uno de los momentos más emotivos de la tarde y, por supuesto, más aplaudidos.
Y se inició en el final de su Pregón, dando las gracias "a Dios por haberme puesto en la senda más perfecta que existe para llegar a él a través de su madre de la Rocina", a su "querida Hermandad del Rocío de Dos Hermanas por haber confiado en mí para esta honrosa tarea de ser mero intercesor entre ella y sus hijos", al Coro de la Hermandad, "al mejor coro que canta en el Rocío", a todos los allí presentes "en cuerpo o en alma", y confesó que esperaba que su mensaje rociero sirviera "para algo", para que "salgáis con ganas de Rocío y de camino, y que vayáis por la vida como lo que sois, hijos de Dios y rocieros por su gracia".
Eso sí, no pronunció las palabras "he dicho" sin rendir antes un último homenaje al "último peregrino, el más humilde", que un 14 de junio de 1993 llegó a la ermita del Rocío "como paloma blanca", como "mensajero de Dios". Un peregrino que "hoy es santo", y al que dedicó sus últimos cohetes, su última copla, su último ¡Viva! "para un rociero eterno y santo", dijo en relación al Papa Juan Pablo II.
FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN