Uno de los grandes psicoanalistas el siglo veinte que merece ser leído de nuevo en la actualidad es Erich Fromm. Y ello se debe a dos razones: por un lado, su obra, extensa y de gran relevancia en la comprensión del ser humano, se sigue editando, especialmente aquellos libros suyos que tuvieron gran divulgación. Por otro, hoy nos encontramos en una profunda crisis, no solamente económica sino también de valores humanos, señal de que es necesario reflexionar para encontrar la brújula que oriente de nuevo el camino de una sociedad que en gran medida ha perdido el rumbo.
Brevemente, quisiera apuntar que Erich Fromm nació en 1900 en Fráncfort de Meno, Alemania, en el seno de una familia judía. Tras la llegada del partido de Hitler al poder se exilia a Estados Unidos. Durante unos años vivió en México, donde enseñó en la UNAM (Universidad Autónoma de México). Días antes de cumplir los ochenta años, fallecería en Muralto, un pueblo suizo en el que se instaló en el último tramo de su vida.
Personalmente, tengo que decir que este autor se encuentra entre los que he leído con mayor avidez y entusiasmo, por lo que se me hace un tanto difícil seleccionar la lectura de sus numerosas publicaciones.
No obstante, de su extensa producción destacaría: El miedo a la libertad, Del tener al ser, El arte de amar, La revolución de la esperanza, Anatomía de la destructividad humana, Sobre la desobediencia, El corazón del hombre, etc.
Para acercarnos a su pensamiento, he seleccionado un conjunto de frases que en su mayoría pertenecen a los libros indicados; aunque, con el fin de hacer más fácil la lectura de este artículo, evito tener que hacer referencia en cuál de ellos pertenece cada una de las citas.
Si partimos del momento en el que vivimos, habría que apuntar que uno de los rasgos más significativos del tiempo actual es el desencanto, la pérdida de ilusiones y la desesperanza con la que se mira tanto al presente como al futuro.
Relacionado con lo anterior, Erich Fromm nos dice lo siguiente: “Dado que el ser humano no puede vivir sin esperanza, aquel que se la haya destrozado completamente odia la vida” / “Cuando el ser humano ya no está alegre y no ve ningún sentido para interesarse por la vida, siente que, aun estando vivo, su alma está muerta; entonces se aburre y empieza a odiar la vida y a desear destruirla” / “La fe y el amor a la vida defraudados hacen cínico y destructivo al ser humano”.
Puesto que los estudios de este autor se centraban en el individuo formando parte de la sociedad a la que pertenece, y no de manera aislada como si fuera un ente autónomo, no dividía a los seres humanos en “buenos” y “malos” en sí mismos, sino que entendía que las pulsiones negativas, incluso la de destrucción, pueden asomar cuando a un sector de la población se le aboca a la inseguridad, a la marginalidad, a la pobreza, a la pérdida de sus logros, a la falta de horizontes laborales, etc.
Sostenía que en todo ser humano habita una potencialidad creativa, un deseo de vivir dichoso siempre que tuviera las posibilidades de desarrollar sus capacidades con las que se encuentra dotado; pero, dado que hay necesidades primarias, caso de la alimentación, el trabajo, la salud o la educación, estas deben ser satisfechas para poder progresar y avanzar en esos deseos innatos que tenemos de plasmar nuestras potencialidades como personas.
El bloqueo de todo ello despierta en el ser humano pasiones y sentimientos negativos, entre los que se encuentran la tendencia a la pasividad y el resentimiento, llegando como he indicado a tendencias destructivas de diversa índole en los casos más acentuados. Todo ello lo expresa Erich Fromm del siguiente modo:
“Parece que el grado de destructividad es proporcional al bloqueo que sufre el despliegue de las posibilidades humanas” / “Si el ser humano posee un potencial de violencia destructiva y sádica se debe precisamente a que es un ser humano y no una cosa, y a que intenta destruir la vida cuando no puede crearla” / “Desde el punto de vista psicológico, la destructividad es la alternativa a la esperanza, exactamente igual que la atracción por lo muerto es la alternativa al amor y a la vida”.
Leyendo los párrafos anteriores comprendemos lo triviales que son los mensajes que desde las diferentes atalayas del poder nos vienen diciendo que estamos saliendo de la crisis, que ya se atisban los rayos de esperanza, como si fuera tan fácil recuperar la confianza y las ilusiones destrozadas que ellos mismos han impulsado.
No dejan de ser, por tanto, patéticas e irritantes estas frases banales tan habituales cuando en nuestro entorno no dejamos de ver el crecimiento insultante de unos pocos a costa del deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población.
Otro de los problemas del hombre contemporáneo, según Erich Fromm, es que terminó formando parte de un engranaje que le condujo a ser un consumidor de bienes, en vez de formar parte de una sociedad que favorece las capacidades de cada uno de sus componentes para llegar a ser verdaderas personas plenas. Traemos, pues, unas líneas del pensador alemán sobre esta integración y alienación dentro de la sociedad actual de los individuos que la componen:
“En el proceso social actual, hasta el ser humano se transforma en una parte de la maquinaria total, bien engrasado y puesto a punto; sí, pero inactivo, falto de vida y pobre de sentimientos” / “La sociedad industrial desprecia a la naturaleza, así como todo lo que no han elaborado las máquinas (y a todos los seres humanos que no producen máquinas)” / “El sueño de ser amos independientes de nuestras vidas acaba cuando nos damos cuenta de que somos engranajes de una máquina burocrática”.
Podría pensarse que Erich Fromm era bastante pesimista en su visión con respecto al individuo y al futuro de la humanidad; sin embargo no era así, puesto que en el fondo de su pensamiento latía una gran confianza a la capacidad del ser humano para optar por una vida creativa que lo hiciera dichoso. No obstante, sabía que toda persona se mueve, desde la infancia, entre dos polos.
Veamos un par de citas sobre esta cuestión: “El niño debe ‘realizarse a sí mismo’. Pero desde el primer día de su vida la conformidad le inspira un respeto profundo; tiene miedo de ser ‘diferente’ y no pertenecer al rebaño” / “El ser humano no es bueno ni malo. Quien crea en su bondad ilimitada verá todos los hechos bajo una luz rosada y al final sufrirá una amarga decepción. Quien crea en el otro extremo acabará siendo un cínico, ciego a las muchas posibilidades de bondad en sí mismo y en los otros”.
A pesar de ser laico, Erich Fromm tenía un gran conocimiento de las religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e islamismo- así como de muchas las religiones orientales –budismo, hinduismo, jainismo-. Esto hacía que pudiera dirigirse a un sector amplio de lectores de distintas creencias y opiniones.
Su visión laica y humanista la podemos encontrar en estas citas: “La vida solo tiene un sentido: la realización de la vida misma” / “Mientras alguien crea que su ideal y el fin de su existencia están fuera de él, sea en las nubes, en el pasado o en el futuro, vive fuera de sí mismo” / “Tenemos miedo a morir en la medida en que vivimos en el modo de existencia del tener. Pero no es de morir de lo que tiene uno miedo, sino de perder lo que tiene: el cuerpo, el ego, los bienes y la identidad; el miedo de mirar al abismo de la no-identidad”.
Finalizo este breve recorrido de uno de los grandes psicólogos y pensadores contemporáneos, no hace mucho fallecido, con una cita que podría ser el centro de su pensamiento: “El ser humano no funciona correctamente si solo se satisfacen las necesidades materiales y no aquellas otras necesidades y aptitudes que le son propias, específicamente humanas, como el amor, la ternura, la razón y la alegría”.
Para cerrar quisiera aportar una recomendación: quienes en estos tiempos tan inciertos y desesperanzados deseen hacer una pausa entre la multitud de ruidos y de máquinas, grandes y pequeñas, que nos aprisionan y quieran dedicar un tiempo a pensar sobre sí mismos, sobre nuestra condición humana, sobre los posibles puntos de esperanza a atisbar, yo les recomendaría cualquier libro de Erich Fromm. Estoy seguro que su lectura a todos nos ayudará y, quizás, comprendamos mejor quiénes somos y qué sentido podemos darles a nuestras vidas.
Brevemente, quisiera apuntar que Erich Fromm nació en 1900 en Fráncfort de Meno, Alemania, en el seno de una familia judía. Tras la llegada del partido de Hitler al poder se exilia a Estados Unidos. Durante unos años vivió en México, donde enseñó en la UNAM (Universidad Autónoma de México). Días antes de cumplir los ochenta años, fallecería en Muralto, un pueblo suizo en el que se instaló en el último tramo de su vida.
Personalmente, tengo que decir que este autor se encuentra entre los que he leído con mayor avidez y entusiasmo, por lo que se me hace un tanto difícil seleccionar la lectura de sus numerosas publicaciones.
No obstante, de su extensa producción destacaría: El miedo a la libertad, Del tener al ser, El arte de amar, La revolución de la esperanza, Anatomía de la destructividad humana, Sobre la desobediencia, El corazón del hombre, etc.
Para acercarnos a su pensamiento, he seleccionado un conjunto de frases que en su mayoría pertenecen a los libros indicados; aunque, con el fin de hacer más fácil la lectura de este artículo, evito tener que hacer referencia en cuál de ellos pertenece cada una de las citas.
Si partimos del momento en el que vivimos, habría que apuntar que uno de los rasgos más significativos del tiempo actual es el desencanto, la pérdida de ilusiones y la desesperanza con la que se mira tanto al presente como al futuro.
Relacionado con lo anterior, Erich Fromm nos dice lo siguiente: “Dado que el ser humano no puede vivir sin esperanza, aquel que se la haya destrozado completamente odia la vida” / “Cuando el ser humano ya no está alegre y no ve ningún sentido para interesarse por la vida, siente que, aun estando vivo, su alma está muerta; entonces se aburre y empieza a odiar la vida y a desear destruirla” / “La fe y el amor a la vida defraudados hacen cínico y destructivo al ser humano”.
Puesto que los estudios de este autor se centraban en el individuo formando parte de la sociedad a la que pertenece, y no de manera aislada como si fuera un ente autónomo, no dividía a los seres humanos en “buenos” y “malos” en sí mismos, sino que entendía que las pulsiones negativas, incluso la de destrucción, pueden asomar cuando a un sector de la población se le aboca a la inseguridad, a la marginalidad, a la pobreza, a la pérdida de sus logros, a la falta de horizontes laborales, etc.
Sostenía que en todo ser humano habita una potencialidad creativa, un deseo de vivir dichoso siempre que tuviera las posibilidades de desarrollar sus capacidades con las que se encuentra dotado; pero, dado que hay necesidades primarias, caso de la alimentación, el trabajo, la salud o la educación, estas deben ser satisfechas para poder progresar y avanzar en esos deseos innatos que tenemos de plasmar nuestras potencialidades como personas.
El bloqueo de todo ello despierta en el ser humano pasiones y sentimientos negativos, entre los que se encuentran la tendencia a la pasividad y el resentimiento, llegando como he indicado a tendencias destructivas de diversa índole en los casos más acentuados. Todo ello lo expresa Erich Fromm del siguiente modo:
“Parece que el grado de destructividad es proporcional al bloqueo que sufre el despliegue de las posibilidades humanas” / “Si el ser humano posee un potencial de violencia destructiva y sádica se debe precisamente a que es un ser humano y no una cosa, y a que intenta destruir la vida cuando no puede crearla” / “Desde el punto de vista psicológico, la destructividad es la alternativa a la esperanza, exactamente igual que la atracción por lo muerto es la alternativa al amor y a la vida”.
Leyendo los párrafos anteriores comprendemos lo triviales que son los mensajes que desde las diferentes atalayas del poder nos vienen diciendo que estamos saliendo de la crisis, que ya se atisban los rayos de esperanza, como si fuera tan fácil recuperar la confianza y las ilusiones destrozadas que ellos mismos han impulsado.
No dejan de ser, por tanto, patéticas e irritantes estas frases banales tan habituales cuando en nuestro entorno no dejamos de ver el crecimiento insultante de unos pocos a costa del deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población.
Otro de los problemas del hombre contemporáneo, según Erich Fromm, es que terminó formando parte de un engranaje que le condujo a ser un consumidor de bienes, en vez de formar parte de una sociedad que favorece las capacidades de cada uno de sus componentes para llegar a ser verdaderas personas plenas. Traemos, pues, unas líneas del pensador alemán sobre esta integración y alienación dentro de la sociedad actual de los individuos que la componen:
“En el proceso social actual, hasta el ser humano se transforma en una parte de la maquinaria total, bien engrasado y puesto a punto; sí, pero inactivo, falto de vida y pobre de sentimientos” / “La sociedad industrial desprecia a la naturaleza, así como todo lo que no han elaborado las máquinas (y a todos los seres humanos que no producen máquinas)” / “El sueño de ser amos independientes de nuestras vidas acaba cuando nos damos cuenta de que somos engranajes de una máquina burocrática”.
Podría pensarse que Erich Fromm era bastante pesimista en su visión con respecto al individuo y al futuro de la humanidad; sin embargo no era así, puesto que en el fondo de su pensamiento latía una gran confianza a la capacidad del ser humano para optar por una vida creativa que lo hiciera dichoso. No obstante, sabía que toda persona se mueve, desde la infancia, entre dos polos.
Veamos un par de citas sobre esta cuestión: “El niño debe ‘realizarse a sí mismo’. Pero desde el primer día de su vida la conformidad le inspira un respeto profundo; tiene miedo de ser ‘diferente’ y no pertenecer al rebaño” / “El ser humano no es bueno ni malo. Quien crea en su bondad ilimitada verá todos los hechos bajo una luz rosada y al final sufrirá una amarga decepción. Quien crea en el otro extremo acabará siendo un cínico, ciego a las muchas posibilidades de bondad en sí mismo y en los otros”.
A pesar de ser laico, Erich Fromm tenía un gran conocimiento de las religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e islamismo- así como de muchas las religiones orientales –budismo, hinduismo, jainismo-. Esto hacía que pudiera dirigirse a un sector amplio de lectores de distintas creencias y opiniones.
Su visión laica y humanista la podemos encontrar en estas citas: “La vida solo tiene un sentido: la realización de la vida misma” / “Mientras alguien crea que su ideal y el fin de su existencia están fuera de él, sea en las nubes, en el pasado o en el futuro, vive fuera de sí mismo” / “Tenemos miedo a morir en la medida en que vivimos en el modo de existencia del tener. Pero no es de morir de lo que tiene uno miedo, sino de perder lo que tiene: el cuerpo, el ego, los bienes y la identidad; el miedo de mirar al abismo de la no-identidad”.
Finalizo este breve recorrido de uno de los grandes psicólogos y pensadores contemporáneos, no hace mucho fallecido, con una cita que podría ser el centro de su pensamiento: “El ser humano no funciona correctamente si solo se satisfacen las necesidades materiales y no aquellas otras necesidades y aptitudes que le son propias, específicamente humanas, como el amor, la ternura, la razón y la alegría”.
Para cerrar quisiera aportar una recomendación: quienes en estos tiempos tan inciertos y desesperanzados deseen hacer una pausa entre la multitud de ruidos y de máquinas, grandes y pequeñas, que nos aprisionan y quieran dedicar un tiempo a pensar sobre sí mismos, sobre nuestra condición humana, sobre los posibles puntos de esperanza a atisbar, yo les recomendaría cualquier libro de Erich Fromm. Estoy seguro que su lectura a todos nos ayudará y, quizás, comprendamos mejor quiénes somos y qué sentido podemos darles a nuestras vidas.
AURELIANO SÁINZ