La oposición venezolana no sólo está dividida, sino que está siendo duramente reprimida por el régimen de Nicolás Maduro. Los principales dirigentes opositores están en la cárcel, están en vías de estarlo o se mantienen en la clandestinidad. Tal y como está la situación, resulta difícil recordar las elecciones presidenciales de 2013, hace justo un año.
En estos comicios, Henrique Capriles, gobernador del Estado de Miranda (aledaño a Caracas), logró unir a la mayoría de los votantes contrarios al chavismo, alcanzando un 49,12 por ciento de los votos. Después de la derrota ante Maduro, que alcanzó el 50,61 por ciento, la figura política de Capriles se ha ido difuminando a favor de otros cabecillas.
Este debilitamiento de su influencia se acrecentó tras el comienzo de las protestas violentas en febrero del presente año. Su posición dialogante y moderada ha mantenido y consolidado su liderazgo en algunos sectores minoritarios de la sociedad venezolana, pero lo cierto es que lo han distanciado de la mayoría de los protestantes.
Hasta tal punto ha llegado este desencuentro, que durante las últimas dos semanas Capriles ha cargado contra los más violentos y radicales. En una entrevista concedida a El País, afirma que “las guarimbas (barricadas) hacen el juego al gobierno” e invita a la población a unirse a manifestaciones pacíficas.
La principal alternativa a Capriles es, en estos momentos, Leopoldo López. Excoordinador del partido Voluntad Popular y participante en el golpe de Estado de 2002, es ahora uno de los grandes líderes de la derecha venezolana.
Sin embargo, su estancia en prisión por los cargos de daños a la propiedad en grado de determinador, incendio en grado de determinador, asociación delictiva e instigación pública lo han convertido más en un mártir que en un guía político.
López no es el único que está sufriendo la represión venezolana. La diputada electa por el Estado de Miranda, Corina Machado, fue recientemente depuesta de su cargo de una forma poco ortodoxa, y se le ha negado la entrada por la fuerza en la Asamblea Nacional.
Otros personajes importantes en prisión son Daniel Ceballos y Enzo Scarano. Ceballos era el alcalde de San Cristóbal (capital del Estado de Táchira, en la frontera con Colombia) y uno de los líderes de Voluntad Popular cuando empezaron las protestas. Actualmente está apresado bajo la acusación de fomentar las protestas violentas. Por otro lado, Enzo Scarano, alcalde de San Diego (municipio del Estado de Carabobo, al norte del país), también se encuentra en prisión por desacato a la autoridad.
No faltan opositores escondidos de las autoridades, como es el caso de Carlos Vecchio. Actualmente es el coordinador político de Voluntad Popular en la clandestinidad, y tiene una orden de busca y captura por fomentar incendios de forma intencionada, instigación pública y asociación delictiva.
La semana pasada concedió una entrevista en exclusiva al diario El Universal, donde invitaba a los chavistas moderados a deponer a Maduro y favorecer una transición que facilite la convivencia pacífica entre las distintas ideologías y facciones del espectro político venezolano.
Como se puede comprobar, la situación de la oposición es complicada. Sus divisiones entre radicales y moderados –ojo, entre otras más sutiles-, parecen aún más graves si se da el dato de que la mayor parte de estos protestantes pertenecen a la reducida clase media venezolana. Tal y como reconoció recientemente Henrique Capriles, las clases pobres no terminan de conectar con el mensaje de la oposición, lo que debilita notablemente su posición.
Se trata de una situación que no va a resolverse en el corto plazo, y que la oposición deberá atajar si quiere derrotar al chavismo.
En estos comicios, Henrique Capriles, gobernador del Estado de Miranda (aledaño a Caracas), logró unir a la mayoría de los votantes contrarios al chavismo, alcanzando un 49,12 por ciento de los votos. Después de la derrota ante Maduro, que alcanzó el 50,61 por ciento, la figura política de Capriles se ha ido difuminando a favor de otros cabecillas.
Este debilitamiento de su influencia se acrecentó tras el comienzo de las protestas violentas en febrero del presente año. Su posición dialogante y moderada ha mantenido y consolidado su liderazgo en algunos sectores minoritarios de la sociedad venezolana, pero lo cierto es que lo han distanciado de la mayoría de los protestantes.
Hasta tal punto ha llegado este desencuentro, que durante las últimas dos semanas Capriles ha cargado contra los más violentos y radicales. En una entrevista concedida a El País, afirma que “las guarimbas (barricadas) hacen el juego al gobierno” e invita a la población a unirse a manifestaciones pacíficas.
La principal alternativa a Capriles es, en estos momentos, Leopoldo López. Excoordinador del partido Voluntad Popular y participante en el golpe de Estado de 2002, es ahora uno de los grandes líderes de la derecha venezolana.
Sin embargo, su estancia en prisión por los cargos de daños a la propiedad en grado de determinador, incendio en grado de determinador, asociación delictiva e instigación pública lo han convertido más en un mártir que en un guía político.
López no es el único que está sufriendo la represión venezolana. La diputada electa por el Estado de Miranda, Corina Machado, fue recientemente depuesta de su cargo de una forma poco ortodoxa, y se le ha negado la entrada por la fuerza en la Asamblea Nacional.
Otros personajes importantes en prisión son Daniel Ceballos y Enzo Scarano. Ceballos era el alcalde de San Cristóbal (capital del Estado de Táchira, en la frontera con Colombia) y uno de los líderes de Voluntad Popular cuando empezaron las protestas. Actualmente está apresado bajo la acusación de fomentar las protestas violentas. Por otro lado, Enzo Scarano, alcalde de San Diego (municipio del Estado de Carabobo, al norte del país), también se encuentra en prisión por desacato a la autoridad.
No faltan opositores escondidos de las autoridades, como es el caso de Carlos Vecchio. Actualmente es el coordinador político de Voluntad Popular en la clandestinidad, y tiene una orden de busca y captura por fomentar incendios de forma intencionada, instigación pública y asociación delictiva.
La semana pasada concedió una entrevista en exclusiva al diario El Universal, donde invitaba a los chavistas moderados a deponer a Maduro y favorecer una transición que facilite la convivencia pacífica entre las distintas ideologías y facciones del espectro político venezolano.
Como se puede comprobar, la situación de la oposición es complicada. Sus divisiones entre radicales y moderados –ojo, entre otras más sutiles-, parecen aún más graves si se da el dato de que la mayor parte de estos protestantes pertenecen a la reducida clase media venezolana. Tal y como reconoció recientemente Henrique Capriles, las clases pobres no terminan de conectar con el mensaje de la oposición, lo que debilita notablemente su posición.
Se trata de una situación que no va a resolverse en el corto plazo, y que la oposición deberá atajar si quiere derrotar al chavismo.
RAFAEL SOTO