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Presentación al Pueblo rompe los moldes

Son distintos. Son únicos. Y rompen los moldes de la Semana Santa nazarena. Por eso no pasan desapercibidos. Por eso son capaces de arrastrar a masas de personas allá por donde pasen. Porque Presentación al Pueblo es capaz de llevar al límite las exigencias de unos pasos que dan la impresión de poder superarlo todo. Al menos esa impresión dan. Al menos, eso transmiten los que la viven desde dentro.

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Y es que el paso de Nuestro Padre Jesús en la Presentación al Pueblo y una Banda de Cornetas y Tambores que domina a la perfección todas las estridencias, conforman una unión que es capaz por sí sola de atraer al más alejado de estas sensibilidades. Y no sólo porque así parece vivirse desde fuera, desde la calle, sino porque así también se observa en los rostros de quienes lo viven desde el interior.

De nuevo, Presentación al Pueblo dejó boquiabiertos este Lunes Santo nazareno a todos cuantos gustan de sus movimientos y de su música sin límites. Y lo hicieron casi sin interrupciones, como sabiendo que debían darlo todo porque para eso, casi por donde pasaron, no vieron a su alrededor más que gentío.

Tanto en la salida desde la Parroquia de La Oliva, como por el Parque, la Pasarela o cualquiera de los lugares por donde los espacios son amplios, nunca dio la sensación de ir desarropado, pero cuando alcanzó las calles más estrechas del centro de la ciudad, hubo momentos en los que al propio paso le costó trabajo abrirse camino entre la muchedumbre.

Y, claro, habrá quien lo vea como un inconveniente, pero es para estar satisfechos de que el camino de una cofradía se vea sorprendido por la gente que se agolpa a su alrededor. Así se vivió, por ejemplo, cuando el paso del Señor circuló por la calle Antonia Díaz, o cuando entró justo en Los Jardines, donde el paso pareció abrirse camino como cuando un barco surca las aguas. Y eso es por algo.

En el recuerdo de este paso quedan muchos momentos, pero su chicotá interminable cruzando la pasarela de Huerta Palacios fue extraordinaria, como la vuelta a la plaza que completó gracias a que su entrada en Los Jardines lo hizo por Antonia Díaz, en vez de por Santa María Magdalena, por lo que tuvo que rodear prácticamente todo este espacio, recorrido que hizo además con tremendo gusto.

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Pero el paso de la Virgen del Amor y Sacrificio no se quedó atrás. Con un palio en el que los rayos de luz dibujaban unos contrates de luces y sombras que se reflejaban sobre el rostro de la Señora, su cadencia puso el contraste suficiente como para llenar también de regusto a cuantos la siguieron.

Esta Hermandad de Santa Cruz demostró nuevamente que sabe llenar por sí misma el gran espacio que deja para una sola cofradía de penitencia un Lunes Santo nazareno. Y lo hizo de principio a fin. Con momentos además sublimes, como de nuevo demostró cuando se encontró con su barrio instantes antes de la entrada. La Cruz de Guía hizo su entrada sobre las doce y media de la madrugada; el paso de la Virgen, en torno a las dos. Sólo ese espacio de tiempo explica por sí mismo el regusto que se llevaron todos los que acudieron a su encuentro.

FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN
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