Manuel Luis Salguero fue fiel a su pasión, de ahí que durante una hora y nueve minutos realizara un recorrido por la Dos Hermanas cofrade de ayer y hoy, acompañado en todo momento por una Cruz que le sirvió de guía para confesar sus debilidades e, incluso, para pedir a todos, cofrades o no, que dejaran atrás las falsedades y las hipocresías y que se recuperara el verdadero sentido de las cosas.
La mañana de este domingo amaneció clara, limpia y calurosa, como queriendo envolver a todos los cofrades nazarenos en un ambiente que ya recorre la ciudad y que no pudo ser más oportuno para arropar el pronunciamiento del Pregón de la Semana Santa de Dos Hermanas. Por eso, todo en torno a este tradicional acto se vio envuelto de un ambiente festivo.
El Teatro Municipal acogía un año más el Pregón de la Semana Santa, y lo hizo para que el cofrade Manuel Luis Salguero Sánchez se viera arropado por todos aquellos que le quieren, que le aprecian; por el mundo de las Cofradías y por las primeras autoridades políticas y religiosas de Dos Hermanas.
Así, sobre el escenario del Teatro Municipal, el pregonero estuvo acompañado por el alcalde, Francisco Toscano; por el párroco de Santa María Magdalena, Lorenzo Nieto; por el delegado de Fiestas y Servicios, José Román; por el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala; y por el secretario del mismo, Francisco Alba.
Y, por supuesto, por su presentador, en este caso su hijo, Manuel Luis Salguero Pazos, quien recordó que éste nació en la calle Real Utrera, que estudió en la Sagrada Familia, en el Ave María y en Los Frailes, y que dirigió su posterior preparación profesional hacia el sector turístico, llegando a crear su propia empresa. Su hijo confesó dos de las grandes aficiones del pregonero: la música y el deporte, especialmente el balonmano y el balompié, y sus tres grandes pasiones: la Virgen de Valme, el Cristo de la Vera-Cruz y su esposa, que junto con su hermana y su mujer, caminan día a día "todos unidos".
Como marca el programa, el acto se inició con la interpretación de la marcha 'Amargura', a cargo de la Banda de Música Santa Ana que dirige José Ramón Lozano, y a la que siguió la presentación realizada por Manuel Luis Salguero Pazos. La marcha que queda a elección del pregonero, y que se interpreta previamente al inicio de la lectura, fue 'Siervos de tus Dolores', de Fulgencio Morón Ródenas, y que por expreso deseo del pregonero dirigió, cediéndole el lugar el director de la Banda, el propio autor, en un homenaje que el público supo reconocer con sus aplausos.
Primeras palabras del pregonero
Y se inició el Pregón. Manuel Luis Salguero cruzó unas breves palabras con su hijo, y se dirigió al atril para iniciar unas primeras palabras que casi se sabía de memoria: "Señor, claro que te acuerdas de aquel domingo cuando te encontrabas en la intimidad de tu capilla. Fuera el día estaba desapacible, frío y lluvioso, pero dentro el sonido de la lluvia hacía de contrapunto, de equilibrio armónico al dentado sonido de la cuerda que envolvía tu palabra y que evocaban cornetas y tambores en clave de réquiem".
Con estas palabras inició el pregonero un diálogo con Jesucristo en la Cruz en un tono de confesión y al que le pidió licencia para dirigirse a "mi tierra" para anunciar "tu sacrificio". Y, a continuación, para dar las gracias a cuantos le han animado y felicitado en este tiempo previo a la lectura de su Pregón, con una mención para las Hermandades, especialmente para las suyas de Valme y Vera-Cruz, y a sus amigos del Candelabro de Cola que le regalaron las Pastas del Pregón, así como al nuevo Consejo de Hermandades, sin olvidarse tampoco de la anterior Junta Superior y de la persona que la presidió en los últimos años, Leoncio Alba. Y, por supuesto, para darle las gracias al presentador: "Gracias, hijo, por tus palabras, que son palabras de nuestra familia que salen del corazón". Un pasaje éste que Manuel Luis Salguero quiso concluir con un "recuerdo especial para una persona que no se encuentra entre nosotros, y que hace poco Dios decidió que mejor estuviera con él: hasta siempre y un abrazo, Ángel", dijo.
A partir de ahí, el pregonero inició un viaje, en el que quiso embarcar a todos los que llenaban prácticamente el Teatro, que situó allá por los meses de octubre y noviembre, cuando todos recordamos a nuestros difuntos, que continuó, gracias "al triunfo de la vida", con la Natividad del Señor, y que enlazó con los días en los que las flores "estallarán con la primavera" para dejarnos en las puertas de la Cuaresma.
Hasta en catorce ocasiones el público rompió con sus aplausos las palabras que el pregonero fue dedicando a partir de entonces a todas y cada una de las Hermandades nazarenas, a las que con una delicada prosa poética supo definir en sus vidas y en sus sentimientos, pero especialmente en las fuerzas de sus imágenes, consiguiendo una entonación -una vez recuperado de su reciente gripe- que fue 'in crescendo' hasta provocar el aplauso sentido de los allí presentes.
Pero el pregonero quiso detenerse también durante este recorrido por la Semana Santa nazarena en torno a la imagen que marcó el inicio de la historia de Dos Hermanas, su patrona de Santa Ana, y a la Cruz que trajeron quienes tras el descubrimiento del Nuevo Mundo allí acudieron, que se dio luego en llamar Vera-Cruz, y que dejaron aquí para iniciar "la evangelización de esta tierra y la expansión de la Cruz del Señor como referente del Cristianismo, y dando lugar, con el paso del tiempo, a la creación de la Semana Santa nazarena".
Y, en un pasaje lleno de autocrítica, también quiso detenerse en una condición humana que "a veces se vuelve falsa, indolente e hipócrita", y que trasladó al mundo de las Hermandades, donde "a veces un abrazo parece una pura farsa". De ahí que pidiera que entre todos se erradicaran esas situaciones que llegan a provocar determinadas tensiones que "distorsionan el propio carácter de caridad, de amor, de hermandad que deben tener nuestras corporaciones".
Y por eso se preguntó si no había llegado ya el momento "de reflexionar y de recuperar el verdadero sentido de las cosas". "Seguramente estemos faltos de humildad, de autocrítica", y pidió que volvieran todos, franciscanamente, "a nuestros orígenes" y "con todo lo de positivo que tienen nuestras hermandades, que es muchísimo. Pidamos a Dios que estas situaciones minoritarias puedan ser erradicadas y alegrémonos por la inminencia del Domingo de Ramos".
El gran poder de la Cruz
Manuel Luis Salguero, apoyado "en el gran poder de la Cruz", completó un recorrido que le llevó por todos los barrios de Dos Hermanas y por sus distintas advocaciones pasionales, pero deteniéndose, de forma especial, en el Jueves Santo, "el día de mi casa", dijo, iniciándose de nuevo en un diálogo con su Cristo de la Vera-Cruz, al que confesó que un día definió como "el costalero número 30, el último de tu paso procesional;", y "el corriente de la cuarta trabajadera, donde bajas a ayudar al esfuerzo de tu hermandad".
Pero "al final de las espinas, encontramos las rosas", dijo a continuación el pregonero para señalar que detrás del sacrificio de Jesús "siempre está la rosa de la Madre de Dios", en referencia a María del Mayor Dolor, palabras que unió durante un pasaje dedicada a la titular de la Vera-Cruz con el sonido de una marcha procesional para pedirle que estuviera con él, con "tu hijo frágil y temeroso de Dios".
El pregonero fue concluyendo su pregón, centrándose en la muerte del Señor, haciendo referencia a que todos los hermanos "se unen a esta cofradía como un Santo Entierro magno que recorre la ciudad" y que desembocan "en tu gloriosa Resurrección cuando las campanas alegremente saluden el triunfo de la vida, el triunfo de tu verdad, el triunfo de la Cruz".
Y se despidió de nuevo con un mensaje dirigido a todos los cofrades: "Alégrate y muestra tu fe, nazareno. Pregona por tus esquinas la grandeza de Dios y de su bendita Madre, que ya se acercan los días que llevas esperando un año. Proclamemos jubilosos el triunfo de la Cruz, que en siete días será Semana Santa y en nombre de Dios bendito cruzará nuestro pueblo en forma de Cruz, desde el Cerro a los Marchaos, y desde las Portadas al barrio de Pachico. Y es que, Padre Nuestro, Dos Hermanas entera te seguirá queriendo siempre, caminando hermanados tras tu Cruz donde está la vida y el consuelo, y la que es el camino para el cielo: por siempre, para siempre. Amén", concluyó con el público puesto en pie.
La mañana de este domingo amaneció clara, limpia y calurosa, como queriendo envolver a todos los cofrades nazarenos en un ambiente que ya recorre la ciudad y que no pudo ser más oportuno para arropar el pronunciamiento del Pregón de la Semana Santa de Dos Hermanas. Por eso, todo en torno a este tradicional acto se vio envuelto de un ambiente festivo.
El Teatro Municipal acogía un año más el Pregón de la Semana Santa, y lo hizo para que el cofrade Manuel Luis Salguero Sánchez se viera arropado por todos aquellos que le quieren, que le aprecian; por el mundo de las Cofradías y por las primeras autoridades políticas y religiosas de Dos Hermanas.
Así, sobre el escenario del Teatro Municipal, el pregonero estuvo acompañado por el alcalde, Francisco Toscano; por el párroco de Santa María Magdalena, Lorenzo Nieto; por el delegado de Fiestas y Servicios, José Román; por el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Antonio Gavala; y por el secretario del mismo, Francisco Alba.
Y, por supuesto, por su presentador, en este caso su hijo, Manuel Luis Salguero Pazos, quien recordó que éste nació en la calle Real Utrera, que estudió en la Sagrada Familia, en el Ave María y en Los Frailes, y que dirigió su posterior preparación profesional hacia el sector turístico, llegando a crear su propia empresa. Su hijo confesó dos de las grandes aficiones del pregonero: la música y el deporte, especialmente el balonmano y el balompié, y sus tres grandes pasiones: la Virgen de Valme, el Cristo de la Vera-Cruz y su esposa, que junto con su hermana y su mujer, caminan día a día "todos unidos".
Como marca el programa, el acto se inició con la interpretación de la marcha 'Amargura', a cargo de la Banda de Música Santa Ana que dirige José Ramón Lozano, y a la que siguió la presentación realizada por Manuel Luis Salguero Pazos. La marcha que queda a elección del pregonero, y que se interpreta previamente al inicio de la lectura, fue 'Siervos de tus Dolores', de Fulgencio Morón Ródenas, y que por expreso deseo del pregonero dirigió, cediéndole el lugar el director de la Banda, el propio autor, en un homenaje que el público supo reconocer con sus aplausos.
Primeras palabras del pregonero
Y se inició el Pregón. Manuel Luis Salguero cruzó unas breves palabras con su hijo, y se dirigió al atril para iniciar unas primeras palabras que casi se sabía de memoria: "Señor, claro que te acuerdas de aquel domingo cuando te encontrabas en la intimidad de tu capilla. Fuera el día estaba desapacible, frío y lluvioso, pero dentro el sonido de la lluvia hacía de contrapunto, de equilibrio armónico al dentado sonido de la cuerda que envolvía tu palabra y que evocaban cornetas y tambores en clave de réquiem".
Con estas palabras inició el pregonero un diálogo con Jesucristo en la Cruz en un tono de confesión y al que le pidió licencia para dirigirse a "mi tierra" para anunciar "tu sacrificio". Y, a continuación, para dar las gracias a cuantos le han animado y felicitado en este tiempo previo a la lectura de su Pregón, con una mención para las Hermandades, especialmente para las suyas de Valme y Vera-Cruz, y a sus amigos del Candelabro de Cola que le regalaron las Pastas del Pregón, así como al nuevo Consejo de Hermandades, sin olvidarse tampoco de la anterior Junta Superior y de la persona que la presidió en los últimos años, Leoncio Alba. Y, por supuesto, para darle las gracias al presentador: "Gracias, hijo, por tus palabras, que son palabras de nuestra familia que salen del corazón". Un pasaje éste que Manuel Luis Salguero quiso concluir con un "recuerdo especial para una persona que no se encuentra entre nosotros, y que hace poco Dios decidió que mejor estuviera con él: hasta siempre y un abrazo, Ángel", dijo.
A partir de ahí, el pregonero inició un viaje, en el que quiso embarcar a todos los que llenaban prácticamente el Teatro, que situó allá por los meses de octubre y noviembre, cuando todos recordamos a nuestros difuntos, que continuó, gracias "al triunfo de la vida", con la Natividad del Señor, y que enlazó con los días en los que las flores "estallarán con la primavera" para dejarnos en las puertas de la Cuaresma.
Hasta en catorce ocasiones el público rompió con sus aplausos las palabras que el pregonero fue dedicando a partir de entonces a todas y cada una de las Hermandades nazarenas, a las que con una delicada prosa poética supo definir en sus vidas y en sus sentimientos, pero especialmente en las fuerzas de sus imágenes, consiguiendo una entonación -una vez recuperado de su reciente gripe- que fue 'in crescendo' hasta provocar el aplauso sentido de los allí presentes.
Pero el pregonero quiso detenerse también durante este recorrido por la Semana Santa nazarena en torno a la imagen que marcó el inicio de la historia de Dos Hermanas, su patrona de Santa Ana, y a la Cruz que trajeron quienes tras el descubrimiento del Nuevo Mundo allí acudieron, que se dio luego en llamar Vera-Cruz, y que dejaron aquí para iniciar "la evangelización de esta tierra y la expansión de la Cruz del Señor como referente del Cristianismo, y dando lugar, con el paso del tiempo, a la creación de la Semana Santa nazarena".
Y, en un pasaje lleno de autocrítica, también quiso detenerse en una condición humana que "a veces se vuelve falsa, indolente e hipócrita", y que trasladó al mundo de las Hermandades, donde "a veces un abrazo parece una pura farsa". De ahí que pidiera que entre todos se erradicaran esas situaciones que llegan a provocar determinadas tensiones que "distorsionan el propio carácter de caridad, de amor, de hermandad que deben tener nuestras corporaciones".
Y por eso se preguntó si no había llegado ya el momento "de reflexionar y de recuperar el verdadero sentido de las cosas". "Seguramente estemos faltos de humildad, de autocrítica", y pidió que volvieran todos, franciscanamente, "a nuestros orígenes" y "con todo lo de positivo que tienen nuestras hermandades, que es muchísimo. Pidamos a Dios que estas situaciones minoritarias puedan ser erradicadas y alegrémonos por la inminencia del Domingo de Ramos".
El gran poder de la Cruz
Manuel Luis Salguero, apoyado "en el gran poder de la Cruz", completó un recorrido que le llevó por todos los barrios de Dos Hermanas y por sus distintas advocaciones pasionales, pero deteniéndose, de forma especial, en el Jueves Santo, "el día de mi casa", dijo, iniciándose de nuevo en un diálogo con su Cristo de la Vera-Cruz, al que confesó que un día definió como "el costalero número 30, el último de tu paso procesional;", y "el corriente de la cuarta trabajadera, donde bajas a ayudar al esfuerzo de tu hermandad".
Pero "al final de las espinas, encontramos las rosas", dijo a continuación el pregonero para señalar que detrás del sacrificio de Jesús "siempre está la rosa de la Madre de Dios", en referencia a María del Mayor Dolor, palabras que unió durante un pasaje dedicada a la titular de la Vera-Cruz con el sonido de una marcha procesional para pedirle que estuviera con él, con "tu hijo frágil y temeroso de Dios".
El pregonero fue concluyendo su pregón, centrándose en la muerte del Señor, haciendo referencia a que todos los hermanos "se unen a esta cofradía como un Santo Entierro magno que recorre la ciudad" y que desembocan "en tu gloriosa Resurrección cuando las campanas alegremente saluden el triunfo de la vida, el triunfo de tu verdad, el triunfo de la Cruz".
Y se despidió de nuevo con un mensaje dirigido a todos los cofrades: "Alégrate y muestra tu fe, nazareno. Pregona por tus esquinas la grandeza de Dios y de su bendita Madre, que ya se acercan los días que llevas esperando un año. Proclamemos jubilosos el triunfo de la Cruz, que en siete días será Semana Santa y en nombre de Dios bendito cruzará nuestro pueblo en forma de Cruz, desde el Cerro a los Marchaos, y desde las Portadas al barrio de Pachico. Y es que, Padre Nuestro, Dos Hermanas entera te seguirá queriendo siempre, caminando hermanados tras tu Cruz donde está la vida y el consuelo, y la que es el camino para el cielo: por siempre, para siempre. Amén", concluyó con el público puesto en pie.
FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN