Fue un nuevo Jueves Santo de contrastes. Los que se vivieron en torno a la Parroquia del Amparo y San Fernando, en la que la gran petalada que se presenció por primera vez el pasado año se convirtió otra vez en gran protagonista, y de silencio y recogimiento en torno a la de San Sebastián. Dos formas de entender la Semana Santa nazarena; dos formas innegables de devoción.
La gran petalada que se vivió por primera vez el pasado año durante la salida del palio de Nuestra Señora del Amparo y Esperanza, hizo que la expectación en torno a esta nueva salida fuera, si cabe, aún mayor. Por eso, cuando comenzó a salir la comitiva de nazarenos que integra la Hermandad de la Sagrada Cena, los alrededores se la parroquia se encontraban repletos de personas, que, pese al rigor del sol, no querían perderse de nuevo este espectáculo.
Y así fue. Perfectamente pertrechados en balcones y azoteas, jóvenes de la Hermandad iniciaron al paso del palio una lluvia de pétalos, que dejó maravillados a todos los presentes. Se iniciaba así un camino procesional, y parece que continuará también así un hecho que, de mantenerse, puede llegar a convertirse en una tradición.
La Estación de Penitencia de esta cofradía se convirtió en esos primeros momentos en una auténtica 'penitencia' para todos los que la componían, especialmente para los costaleros, debido a la aparición de un sol de justicia que elevó las temperaturas por encima de los 30 grados y que llegó a causar ciertos estragos en estos últimos; tanto que hubo que mimarlos por parte de los capataces, Juan Lozano Pérez, con el paso del Señor, y su hijo Juan Lozano Navarro, con el palio, para poder realizar una Carrera Oficial digna.
Pero cuando cualquiera pudiera pensar que el camino de regreso se convertiría en un calvario, los costaleros sacaron fuerza de flaqueza y completaron un recorrido lleno de fuerza y entusiasmo. Así, pudieron agradecer, con su esfuerzo, la nueva petalada que le cayó al palio en la calle Las Cabezas de San Juan, donde una de las camareras de la Virgen sorprendió a todos con este detalle y en el que colaboraron los impedidos que se encontraban en una de las casas.
Y, aunque la entrada, que se inició justo a su hora, las diez y media de la noche, no estuvo tan concurrida de personas como la salida, sí se pudo ver en torno a ella a los vecinos de un barrio que quisieron arropar a su cofradía y que la despidieron hasta el próximo año.
Recogimiento en San Sebastián
El recogimiento es la tónica general de una Hermandad de la Vera-Cruz. Pero, sobre todo, la imponente presencia de su Cristo, que, tras el Vía Crucis del pasado Viernes de Dolores, volvía a salir a la calle tras su reciente restauración. Y lo hizo en medio de la penitencia que marcaron todos cuantos caminaron a su alrededor, tanto de los que portaban cirio como de los que portaban cruz, que fueron también numerosos.
El hecho de que la entrada de esta cofradía de nazarenos, ya de regreso de su Estación de Penitencia, se produzca a pocas horas del inicio de la salida del Gran Poder, siempre ha restado algo de presencia al entorno de la Capilla de San Sebastián. Por eso, desde la Hermandad se ha transmitido su "agradecimiento" a todos los que estuvieron allí presentes para arropar al Señor de la Vera-Cruz y a su Virgen del Mayor Dolor y Asunción a los Cielos.
Porque la salida, cuando ya el rigor del calor en la calle comenzó a diluirse, es otra cosa, de ahí que entonces sí fue muy numerosa la presencia de feligreses y de cofrades que siente el respeto necesario por la más antigua de nuestras Hermandades y para un Cristo con siglos de historia. Porque quienes acuden a presenciar tanto su salida como su recorrido, lo saben, y conocen de su identidad, de ahí que choque que haya personas que acudan a presenciar su paso y que, ante esta imagen, no mantengan el debido respeto.
La Estación de Penitencia se fijó a lo previsto y al horario marcado. Y cuando llegó el momento de la entrada, el paso del Señor, como así había establecido previamente la Junta de Gobierno, no lo hizo girando hacia los allí congregados, como era habitual, sino que entró directamente en su Templo. Se representa la muerte de Cristo. Y así entiende la Hermandad que debe ser.
La gran petalada que se vivió por primera vez el pasado año durante la salida del palio de Nuestra Señora del Amparo y Esperanza, hizo que la expectación en torno a esta nueva salida fuera, si cabe, aún mayor. Por eso, cuando comenzó a salir la comitiva de nazarenos que integra la Hermandad de la Sagrada Cena, los alrededores se la parroquia se encontraban repletos de personas, que, pese al rigor del sol, no querían perderse de nuevo este espectáculo.
Y así fue. Perfectamente pertrechados en balcones y azoteas, jóvenes de la Hermandad iniciaron al paso del palio una lluvia de pétalos, que dejó maravillados a todos los presentes. Se iniciaba así un camino procesional, y parece que continuará también así un hecho que, de mantenerse, puede llegar a convertirse en una tradición.
La Estación de Penitencia de esta cofradía se convirtió en esos primeros momentos en una auténtica 'penitencia' para todos los que la componían, especialmente para los costaleros, debido a la aparición de un sol de justicia que elevó las temperaturas por encima de los 30 grados y que llegó a causar ciertos estragos en estos últimos; tanto que hubo que mimarlos por parte de los capataces, Juan Lozano Pérez, con el paso del Señor, y su hijo Juan Lozano Navarro, con el palio, para poder realizar una Carrera Oficial digna.
Pero cuando cualquiera pudiera pensar que el camino de regreso se convertiría en un calvario, los costaleros sacaron fuerza de flaqueza y completaron un recorrido lleno de fuerza y entusiasmo. Así, pudieron agradecer, con su esfuerzo, la nueva petalada que le cayó al palio en la calle Las Cabezas de San Juan, donde una de las camareras de la Virgen sorprendió a todos con este detalle y en el que colaboraron los impedidos que se encontraban en una de las casas.
Y, aunque la entrada, que se inició justo a su hora, las diez y media de la noche, no estuvo tan concurrida de personas como la salida, sí se pudo ver en torno a ella a los vecinos de un barrio que quisieron arropar a su cofradía y que la despidieron hasta el próximo año.
Recogimiento en San Sebastián
El recogimiento es la tónica general de una Hermandad de la Vera-Cruz. Pero, sobre todo, la imponente presencia de su Cristo, que, tras el Vía Crucis del pasado Viernes de Dolores, volvía a salir a la calle tras su reciente restauración. Y lo hizo en medio de la penitencia que marcaron todos cuantos caminaron a su alrededor, tanto de los que portaban cirio como de los que portaban cruz, que fueron también numerosos.
El hecho de que la entrada de esta cofradía de nazarenos, ya de regreso de su Estación de Penitencia, se produzca a pocas horas del inicio de la salida del Gran Poder, siempre ha restado algo de presencia al entorno de la Capilla de San Sebastián. Por eso, desde la Hermandad se ha transmitido su "agradecimiento" a todos los que estuvieron allí presentes para arropar al Señor de la Vera-Cruz y a su Virgen del Mayor Dolor y Asunción a los Cielos.
Porque la salida, cuando ya el rigor del calor en la calle comenzó a diluirse, es otra cosa, de ahí que entonces sí fue muy numerosa la presencia de feligreses y de cofrades que siente el respeto necesario por la más antigua de nuestras Hermandades y para un Cristo con siglos de historia. Porque quienes acuden a presenciar tanto su salida como su recorrido, lo saben, y conocen de su identidad, de ahí que choque que haya personas que acudan a presenciar su paso y que, ante esta imagen, no mantengan el debido respeto.
La Estación de Penitencia se fijó a lo previsto y al horario marcado. Y cuando llegó el momento de la entrada, el paso del Señor, como así había establecido previamente la Junta de Gobierno, no lo hizo girando hacia los allí congregados, como era habitual, sino que entró directamente en su Templo. Se representa la muerte de Cristo. Y así entiende la Hermandad que debe ser.
FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN