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Impresionante acogida a La Amargura

No se sabe si porque todo el que no trabajaba en este día festivo quiso salir a la calle, si porque muchos y muchas que viven fuera de Dos Hermanas regresaron por unos días para pasar sus merecidas vacaciones, o si porque había ganas de ver, por fin, a La Amargura en la calle, el caso es que este Viernes Santo la ciudad se inundó de gente para disfrutar de su Semana Santa, de su ambiente y de esta singular cofradía.

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Porque, por ejemplo, fue alucinante ver cómo la gran longitud de la calle Real Utrera, que enlaza Cerro Blanco con el centro de la ciudad, se convirtió por unos momentos en una enorme 'Carrera Oficial' en la que tanto a un lado a otro de la misma sólo se veían caras de alegría por ver pasar la procesión de La Amargura. Y, eso, también por ejemplo, sin hablar de la masiva salida que acogió en sus primeros instantes a la cofradía, o del impresionante recibimiento cuando de nuevo llegó a su barrio, o de una Carrera Oficial en la que la Plaza de la Constitución se quedó literalmente pequeña.

Sea como fuere, el caso es que Dos Hermanas entera se volcó con la única procesión que recorría este Viernes Santo sus calles; incluso, según han confesado desde la propia Hermandad, mucho más que otros años, pese a que siempre ha estado muy acompañada en su discurrir. Es más, el propio hermano mayor, Antonio Díaz Moreno, reconocía que toda su Corporación se encontraba "muy contenta" por el recibimiento de los nazarenos y nazarenas y por cómo transcurrió su Estación de Penitencia.

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Y es que era de justicia que, por fin, se pudiera vivir de un Viernes Santo luminoso en el cielo, aunque algo fresco en el suelo. Y que, desde luego, había unas ganas tremendas de vivir a La Amargura en la calle después de tres años en los que la lluvia se lo impidió. Y la prueba pronto se vio cuando se abrió el portón de su capilla y una tremenda muchedumbre, de gente del barrio, se agolpaba a su alrededor para recibir a este impresionante paso.

A partir de ahí, no hubo ni un sólo instante en el que toda la comitiva, con sus nazarenos, con sus representaciones marianas y sus mujeres vestidas de mantilla, dejara de estar arropada por la gente de la ciudad, que, además, encontraron lo que buscaban: un impresionante paso, una representación pasional bellísima y el caminar antológico de una cuadrilla de costaleros que mandaron perfectamente Luis Alfonso Benítez Lobo y Miguel Ángel Gómez Candela. Y es que se veía en cada cambio de cuadrilla las caras de felicidad de quienes la componían.

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A ello añádanle los singulares momentos vividos en las presentaciones ante el Gran Poder y, especialmente, ante la Vera Cruz, con la que se mantienen unos estrechos lazos de unión desde aquella ocasión en la que el paso de La Amargura hubo de refugiarse en su capilla de San Sebastián por la lluvia. Y, por supuesto, el regreso a su barrio, que, cómo sería, que la Policía Local hubo de adelantar el cierre del acceso en vehículo a la zona tras comprobar que las calles de los alrededores se encontraban ya repletas de gente.

El hermano mayor de La Amargura, otras veces con el semblante triste ante la imposibilidad de salir a la calle, calificaba una vez concluida la procesión de "gratificante". Y es que fue así: gratificante para quienes presenciaron su paso y gratificante para quienes participaron de él.

FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN
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