Allá por donde transcurrió, la cofradía de la Oración en el Huerto siempre estuvo arropada por los nazarenos y nazarenas, que se lanzaron de nuevo a las calles para vivir con intensidad una Semana Santa que está resultando espléndida. De nuevo, el calor hizo acto de presencia, pero no lo suficiente como para entorpecer un recorrido procesional que se lució en este Miércoles Santo.
Nada más que había que presenciar el aspecto de la calle Aníbal González para palpar que se iba a tratar de una gran tarde de Semana Santa, y que los feligreses y otras personas procedentes de otros barrios estaban deseosos de presenciar la salida de los pasos con el Señor en el Huerto y con la Virgen de los Dolores.
Y ya en esta calle, donde se encuentra la sede de la Casa-Hermandad, se volvieron a vivir estampas muy bellas y de gran colorido, con una multitud arropando el recorrido de la procesión y con los balcones de las casas repletos de gente. Pero, tal vez, fueron los más pequeños los que volvieron a provocar la sonrisa y las miradas alegres de cuantos allí se congregaron. Y es que es algo inevitable, ya que son muchos los niños que salen como nazarenos o como monaguillos.
Ya en estos primeros momentos, la salida del paso del Señor se vivió con la lógica expectación ya que la labor de pasar por el dintel de la Casa-Hermandad no es una empresa fácil, más cuando sobre el mismo se eleva un olivo junto al Señor, el Ángel y los apóstoles. Y, luego, una vez tomada la calle, regalaron los costaleros a los allí congregados con una chicotá larga y sentida, como dando las gracias a todos por la estación de penitencia que se acababa de iniciar.
La salida del Palio se produjo con unos diez minutos de retraso sobre el horario previsto, ya que justo un instante antes de que se produjera, el manto de la Virgen sufrió un enganchón, por lo que fue necesario repararlo de prisa y corriendo. También en este tiempo se vivieron dos momentos muy emotivos: la levantá que el capataz mayor, Fernando Gutiérrez Luna, dedicó al hermano mayor, Francisco José Doval, quien vivió su última salida como máximo representante de esta Hermandad, y al cumplirse también dos meses del fallecimiento de su madre.
Y, ya en la calle, tras recibir la Banda Municipal de Guillena al Palio con los sones de la Marcha Real, la primera levantá fue directamente al cielo, y, en concreto, a quien fuera capataz de la Virgen de los Dolores y secretario primero de la Hermandad, Antonio J. Echevarría, fallecido el pasado mes de octubre. La marcha 'Capataz en el cielo', del compositor José Miguel López Rueda y estrenada durante el pasado Certamen de Bandas que acogió el Auditorio Municipal, también sonó en su honor.
A partir de ahí, el desarrollo de la cofradía se produjo con normalidad, con momentos especialmente emotivos, como el vivido en su encuentro ante la sede de la Hermandad de la Vera-Cruz, como igual ocurrió en la del Gran Poder y La Borriquita, y con el transcurrir por la Carrera Oficial, a donde la Cruz de Guía llegó con los diez minutos que venía arrastrando de retraso desde la salida.
Y, por último, el regreso a casa. De nuevo, los nazarenos y nazarenas quisieron arropar con su presencia unos últimos momentos en los que los costaleros lo dieron todo, conscientes de que llegaba el instante de la recogida y de la espera hasta el próximo año. Allí, en una calle repleta de personas, se volvió a disfrutar del caminar pausado y elegante de dos pasos que cumplieron un año más una Estación de Penitencia ejemplar.
Nada más que había que presenciar el aspecto de la calle Aníbal González para palpar que se iba a tratar de una gran tarde de Semana Santa, y que los feligreses y otras personas procedentes de otros barrios estaban deseosos de presenciar la salida de los pasos con el Señor en el Huerto y con la Virgen de los Dolores.
Y ya en esta calle, donde se encuentra la sede de la Casa-Hermandad, se volvieron a vivir estampas muy bellas y de gran colorido, con una multitud arropando el recorrido de la procesión y con los balcones de las casas repletos de gente. Pero, tal vez, fueron los más pequeños los que volvieron a provocar la sonrisa y las miradas alegres de cuantos allí se congregaron. Y es que es algo inevitable, ya que son muchos los niños que salen como nazarenos o como monaguillos.
Ya en estos primeros momentos, la salida del paso del Señor se vivió con la lógica expectación ya que la labor de pasar por el dintel de la Casa-Hermandad no es una empresa fácil, más cuando sobre el mismo se eleva un olivo junto al Señor, el Ángel y los apóstoles. Y, luego, una vez tomada la calle, regalaron los costaleros a los allí congregados con una chicotá larga y sentida, como dando las gracias a todos por la estación de penitencia que se acababa de iniciar.
La salida del Palio se produjo con unos diez minutos de retraso sobre el horario previsto, ya que justo un instante antes de que se produjera, el manto de la Virgen sufrió un enganchón, por lo que fue necesario repararlo de prisa y corriendo. También en este tiempo se vivieron dos momentos muy emotivos: la levantá que el capataz mayor, Fernando Gutiérrez Luna, dedicó al hermano mayor, Francisco José Doval, quien vivió su última salida como máximo representante de esta Hermandad, y al cumplirse también dos meses del fallecimiento de su madre.
Y, ya en la calle, tras recibir la Banda Municipal de Guillena al Palio con los sones de la Marcha Real, la primera levantá fue directamente al cielo, y, en concreto, a quien fuera capataz de la Virgen de los Dolores y secretario primero de la Hermandad, Antonio J. Echevarría, fallecido el pasado mes de octubre. La marcha 'Capataz en el cielo', del compositor José Miguel López Rueda y estrenada durante el pasado Certamen de Bandas que acogió el Auditorio Municipal, también sonó en su honor.
A partir de ahí, el desarrollo de la cofradía se produjo con normalidad, con momentos especialmente emotivos, como el vivido en su encuentro ante la sede de la Hermandad de la Vera-Cruz, como igual ocurrió en la del Gran Poder y La Borriquita, y con el transcurrir por la Carrera Oficial, a donde la Cruz de Guía llegó con los diez minutos que venía arrastrando de retraso desde la salida.
Y, por último, el regreso a casa. De nuevo, los nazarenos y nazarenas quisieron arropar con su presencia unos últimos momentos en los que los costaleros lo dieron todo, conscientes de que llegaba el instante de la recogida y de la espera hasta el próximo año. Allí, en una calle repleta de personas, se volvió a disfrutar del caminar pausado y elegante de dos pasos que cumplieron un año más una Estación de Penitencia ejemplar.
FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN