Mucho se ha comentado y se comenta sobre el espionaje masivo llevado a cabo por la NSA estadounidense, sacado a la luz por Edward Snowden. La principal defensa esgrimida por Obama y las autoridades de su Gobierno se basa en que su principal objetivo era el terrorismo y la lucha contra el narcotráfico. En general, era un arma del mundo libre contra los peligros que nos acechan.
El estudio de caso de México puede arrojar luz sobre las verdaderas intenciones del espionaje tecnológico que ha asolado –y sigue haciéndolo- todo el mundo. A finales de la pasada década, la NSA desplegó todos sus esfuerzos en el México gobernado por el presidente Felipe Calderón.
Dirigida por la unidad llamada “Operaciones de acceso a la Medida”, se pusieron en marcha informáticos destinados en San Antonio, Texas, y en las embajadas estadounidenses en México y Brasil. En una operación, sin duda brillante, consiguieron meterse en el principal servidor del país.
El objetivo, siendo sucio, inicialmente tenía un tinte positivo: obtener información sobre los cárteles de la droga que asolan el país. Pero era únicamente una explicación para justificarse. La realidad es que la operación permitió el acceso a un servidor de correos que utilizaba el presidente Calderón, todo su equipo y los funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública, que en 2009 estaban precisamente diseñando la súper secreta Estrategia Nacional de Seguridad.
Gracias a su invasión de las comunicaciones, la NSA realizó en 2009 un total de 260 informes que permitieron a los políticos estadounidenses no detener narcotraficantes, sino resolver con éxitos asuntos políticos y conseguir negocios internacionales.
Esta acción permitió también llevar a cabo un espionaje del actual presidente Enrique Peña Nieto cuando era candidato a la presidencia. En el verano del año pasado, la NSA espió sus conversaciones y almacenó 85.489 mensajes de textos provenientes de todos los miembros de su equipo.
A todos estos detalles desvelados gracias a Snowden hay que sumar las revelaciones hechas por Wikileaks con la publicación de los papeles del Departamento de Estado que dirigía Hillary Clinton. En diciembre de 2010 pidieron desde Washington a la embajada en México que investigaran la personalidad y el liderazgo de Felipe Calderón.
La historia comenzó con la, digamos, sana intención de luchar contra el narcotráfico, pero todo acaba en lo mismo. Estados Unidos dice una cosa al mundo y la realidad es que buscan información sobre todo y todos para saciar sus propios intereses económicos y estratégicos.
El estudio de caso de México puede arrojar luz sobre las verdaderas intenciones del espionaje tecnológico que ha asolado –y sigue haciéndolo- todo el mundo. A finales de la pasada década, la NSA desplegó todos sus esfuerzos en el México gobernado por el presidente Felipe Calderón.
Dirigida por la unidad llamada “Operaciones de acceso a la Medida”, se pusieron en marcha informáticos destinados en San Antonio, Texas, y en las embajadas estadounidenses en México y Brasil. En una operación, sin duda brillante, consiguieron meterse en el principal servidor del país.
El objetivo, siendo sucio, inicialmente tenía un tinte positivo: obtener información sobre los cárteles de la droga que asolan el país. Pero era únicamente una explicación para justificarse. La realidad es que la operación permitió el acceso a un servidor de correos que utilizaba el presidente Calderón, todo su equipo y los funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública, que en 2009 estaban precisamente diseñando la súper secreta Estrategia Nacional de Seguridad.
Gracias a su invasión de las comunicaciones, la NSA realizó en 2009 un total de 260 informes que permitieron a los políticos estadounidenses no detener narcotraficantes, sino resolver con éxitos asuntos políticos y conseguir negocios internacionales.
Esta acción permitió también llevar a cabo un espionaje del actual presidente Enrique Peña Nieto cuando era candidato a la presidencia. En el verano del año pasado, la NSA espió sus conversaciones y almacenó 85.489 mensajes de textos provenientes de todos los miembros de su equipo.
A todos estos detalles desvelados gracias a Snowden hay que sumar las revelaciones hechas por Wikileaks con la publicación de los papeles del Departamento de Estado que dirigía Hillary Clinton. En diciembre de 2010 pidieron desde Washington a la embajada en México que investigaran la personalidad y el liderazgo de Felipe Calderón.
La historia comenzó con la, digamos, sana intención de luchar contra el narcotráfico, pero todo acaba en lo mismo. Estados Unidos dice una cosa al mundo y la realidad es que buscan información sobre todo y todos para saciar sus propios intereses económicos y estratégicos.
FERNANDO RUEDA