Estimada señora: Tal como le indiqué en la carta anterior, seguiría comentando su libro Cásate y sé sumisa, tan difícil de encontrar en las librerías de este país, aunque se anuncie en Amazon, pero es que en esta tienda on-line se vende de todo.
Parecía que la polvareda que levantó ya se había terminado y, a pesar de que vivimos en una sociedad en la que las noticias se suceden con una enorme rapidez tapándose unas a las otras, mira por dónde nos llega la información de que la página web del arzobispo de Granada ha sido “hackeada” por Anonymous con la consigna “Operación Opus Dei” por la publicación de su libro.
Tal como apunté en la carta anterior que le remití a través de este diario, yo soy partidario de que la gente lo lea, reflexione y saque sus propias consecuencias, pues lo suyo no es un caso aislado, sino que representa el de un sector minoritario pero muy poderoso y con gran capacidad de influir en la sociedad, no solo en Italia o en España, sino también en aquellos en los que los grupos integristas se han hecho fuertes.
Sobre esto que comento, y como usted es periodista, quizás esté al tanto de lo que ocurre en la sufrida piel de toro. Aquí hay bastante gente de su cuerda, tal como decimos por estos lugares, que ocupan ministerios, alcaldías, diputaciones, palacios obispales o arzobispales, etc., que no nos dejan tranquilos y que suscriben con los ojos cerrados lo que dice en su libro.
Para que lo entienda, le voy a poner un ejemplo. Recientemente el obispo de Castellón, Casimiro López, ha declarado que el matrimonio entre personas del mismo sexo es la base "para la destrucción de la familia" y tiene entre sus efectos "el notable aumento de hijos con graves perturbaciones de su personalidad" y la generación de un clima de violencia.
¡Vamos, que los matrimonios formados por dos personas del mismo sexo son auténticas bombas de relojería! De todos modos, como aquí ya estamos acostumbrados a los disparates de algunos prelados, que parecieran competir entre ellos a ver cuál los dice más grande, nos llega este reciente que quisiera aclarar brevemente.
Sobre eso de que el matrimonio homosexual es “la destrucción de la familia”, ya casi ni merece la pena comentar, pues nadie en su sano juicio se cree semejante tontería. Por suerte, y tal como nos han dicho en algunas encuestas, en este país una mayoría de la población acepta tranquilamente el matrimonio entre personas del mismo sexo y que puedan formar familias. Esto implica un gran avance en la tolerancia y el respeto que todos nos debemos tener unos a otros.
Además, no sé de dónde saca el señor obispo que los hijos de familias homoparentales tienen “graves trastornos de la personalidad”. Sobre ello me pregunto: ¿qué investigaciones ha llevado a cabo para sacar tales conclusiones? ¿Conoce casos concretos que pudieran confirmar lo que dice? Y puesto que la formación de la personalidad es uno de los temas que caen dentro del campo de disciplinas como la Psicología y la Pedagogía, me asalta la duda: ¿qué titulación le capacita para llegar a esas conclusiones?
Como usted bien sabe, en nuestro país está reconocido el derecho de las personas del mismo sexo a contraer matrimonio y formar familia, sea por inseminación artificial o por adopción. Aunque la ley tiene pocos años, a ella se han acogido miles de parejas, masculinas y femeninas, algunas de las cuales tienen hijos. De este modo, es posible investigar sobre el nivel de desarrollo y el estado emocional de niños o niñas que pertenecen a estas familias.
Es lo que yo, en alguna ocasión, he realizado, dando lugar a un trabajo titulado Familias homoparentales en el que mostraba dibujos de escolares en los que era posible conocerlos, pues nos hablaban de sus sentimientos en primera persona a través de sus propios dibujos.
La verdad es que a través del análisis de esos dibujos comprendía que eran bastante dichosos, tal como lo pueden ser los hijos o hijas de familias heterosexuales, ya que sentían el cariño y la seguridad de los que les rodeaban. El problema, en todo caso, nacería del rechazo social que puedan percibir cuando crezcan; pero donde hay que poner el dedo acusador es en la homofobia que existe todavía en una parte de la sociedad.
Como verá, señora Miriano, las formas de familias son diversas, no hay un modelo fijo e inmutable que sirva para todo el mundo, tal como usted predica. Ahora, si me lo permite, pasemos a ver algunos párrafos “muy sustanciosos” de su libro, y, puesto que lo estructura en cartas dirigidas a sus amistades, indicaré a quienes les dirige esos maravillosos consejos.
A su atribulada amiga Monica le dice lo siguiente: “Renunciar a toda pretensión por la felicidad del otro es algo que cura cualquier herida” y “El matrimonio es divertido y natural” (páginas 19 y 33).
Veamos, señora Miriano: cualquier persona en su sano juicio sabe que el deseo de ser feliz es la base para su posible felicidad y la de los que le rodean; por otro lado, “renunciar a toda pretensión por la felicidad del otro” tiene un nombre en psicopatología: masoquismo.
Y con ello no cuestiono aquellos trabajos o actividades que suponen dedicación, entrega y esfuerzo en ayudar a los demás (entre los que, por ejemplo, se encuentra la docencia, profesión últimamente muy maltratada en este país), simplemente que, incluso en esas condiciones, uno debe identificarse con ese trabajo y sentirse dichoso realizándolo de manera libre y voluntaria; no de forma sumisa.
Por otro lado, ¿de dónde saca que el matrimonio es divertido? ¿Y por qué no la vida en pareja? Será divertido si los dos son divertidos y serán aburridos si los que forman la pareja son aburridos. ¿No le parece?
Para abreviar un poco, y puesto que le escribo en carta abierta, selecciono varios párrafos para que los lectores y lectoras de Negro sobre blanco comprueben por sí mismos sus equilibrados y sensatos consejos.
Más adelante, a Livia y Lavinia les apunta: “Nosotras somos muy distintas de los hombres, ni siquiera somos iguales en oportunidades. No somos iguales para nada, y no reconocerlo es fuente de seguro sufrimiento” (p. 50). “Nuestra identidad… es la acogida. El feminismo ha negado tal cosa… (por eso) están tristes, furiosas, amargadas, resentidas, celosas” (pp. 52 y 53).
A Marco: “A decir verdad, a mí, los hombres que tienen opiniones pétreas y las transmiten de forma tajante y valiente, me gustan muchísimo” (p. 76). A Agata le dice: “La mujer necesita al hombre, no puede pasar sin él si quiere encontrar su identidad” (p. 89). “La mujer lleva inscrita la obediencia en su interior; el hombre en cambio, lleva la vocación de libertad y de la guía” (p. 90). “La obediencia se ha hecho necesaria a causa de nuestra naturaleza herida, por el pecado original” (p. 90)
A su amiga Margherita le comenta: “Ante el hombre que hemos elegido demos un paso atrás” (p. 99). “La mortificación nos gusta porque es para alcanzar un bien mayor” (p. 103). “En caso de duda, obedece. Sométete con confianza” (p. 105). “(La mujer es) El reposo del cazador” (p. 107).
Por cierto, señora Miriano, aquí en España el machismo tenía una frase antológica muy similar a la que usted le apunta a su amiga Margherita. Decía que “La mujer es el descanso del guerrero”. ¿La conocía?
A Cristiana: “Aquí no estamos en Noruega, donde hasta la primera ministra abortista (sic) como Gro Harlem Brundtland llegaba a comprender que era bueno poner las reuniones a las ocho de la mañana, de modo que las mujeres pudieran acudir a ellas inmediatamente después de haber dejado a los niños en la guardería” (p. 178). “No estamos hechas para el poder, y las mujeres que llegan a alcanzarlo, con frecuencia acaban enfurecidas”. (p. 192). “¿Las mujeres se vuelven malas cuando llegan al poder, o llegan a él porque ya eran malas antes?” (p. 192).
Parece ser que las mujeres que buscan la igualdad de derechos con el hombre, que desean crearse una identidad propia, que no tienen como metas la obediencia y la sumisión, son malas, furiosas, amargadas, resentidas, celosas… por lo que acabarán todas como la brillante y admirable antigua ministra noruega siendo “abortistas”.
Por último, a Marta le explica el origen de todos los males: “Luego está el pecado original. La tendencia al mal que la cultura dominante piensa que es posible embridar a base de buenos principios y buenos sentimientos” (p 203).
Bueno, señora Miriano, finalizo deseando que sea usted muy feliz con su marido y sus hijos, a los que, según veo, no les falta de nada al ser una familia muy acomodada. Quizás usted y los suyos formen la familia ideal y vivan en el “paraíso”; pero me temo que sus consejos son los peldaños del camino que conducen a las mujeres a una existencia infernal aquí en la Tierra.
Parecía que la polvareda que levantó ya se había terminado y, a pesar de que vivimos en una sociedad en la que las noticias se suceden con una enorme rapidez tapándose unas a las otras, mira por dónde nos llega la información de que la página web del arzobispo de Granada ha sido “hackeada” por Anonymous con la consigna “Operación Opus Dei” por la publicación de su libro.
Tal como apunté en la carta anterior que le remití a través de este diario, yo soy partidario de que la gente lo lea, reflexione y saque sus propias consecuencias, pues lo suyo no es un caso aislado, sino que representa el de un sector minoritario pero muy poderoso y con gran capacidad de influir en la sociedad, no solo en Italia o en España, sino también en aquellos en los que los grupos integristas se han hecho fuertes.
Sobre esto que comento, y como usted es periodista, quizás esté al tanto de lo que ocurre en la sufrida piel de toro. Aquí hay bastante gente de su cuerda, tal como decimos por estos lugares, que ocupan ministerios, alcaldías, diputaciones, palacios obispales o arzobispales, etc., que no nos dejan tranquilos y que suscriben con los ojos cerrados lo que dice en su libro.
Para que lo entienda, le voy a poner un ejemplo. Recientemente el obispo de Castellón, Casimiro López, ha declarado que el matrimonio entre personas del mismo sexo es la base "para la destrucción de la familia" y tiene entre sus efectos "el notable aumento de hijos con graves perturbaciones de su personalidad" y la generación de un clima de violencia.
¡Vamos, que los matrimonios formados por dos personas del mismo sexo son auténticas bombas de relojería! De todos modos, como aquí ya estamos acostumbrados a los disparates de algunos prelados, que parecieran competir entre ellos a ver cuál los dice más grande, nos llega este reciente que quisiera aclarar brevemente.
Sobre eso de que el matrimonio homosexual es “la destrucción de la familia”, ya casi ni merece la pena comentar, pues nadie en su sano juicio se cree semejante tontería. Por suerte, y tal como nos han dicho en algunas encuestas, en este país una mayoría de la población acepta tranquilamente el matrimonio entre personas del mismo sexo y que puedan formar familias. Esto implica un gran avance en la tolerancia y el respeto que todos nos debemos tener unos a otros.
Además, no sé de dónde saca el señor obispo que los hijos de familias homoparentales tienen “graves trastornos de la personalidad”. Sobre ello me pregunto: ¿qué investigaciones ha llevado a cabo para sacar tales conclusiones? ¿Conoce casos concretos que pudieran confirmar lo que dice? Y puesto que la formación de la personalidad es uno de los temas que caen dentro del campo de disciplinas como la Psicología y la Pedagogía, me asalta la duda: ¿qué titulación le capacita para llegar a esas conclusiones?
Como usted bien sabe, en nuestro país está reconocido el derecho de las personas del mismo sexo a contraer matrimonio y formar familia, sea por inseminación artificial o por adopción. Aunque la ley tiene pocos años, a ella se han acogido miles de parejas, masculinas y femeninas, algunas de las cuales tienen hijos. De este modo, es posible investigar sobre el nivel de desarrollo y el estado emocional de niños o niñas que pertenecen a estas familias.
Es lo que yo, en alguna ocasión, he realizado, dando lugar a un trabajo titulado Familias homoparentales en el que mostraba dibujos de escolares en los que era posible conocerlos, pues nos hablaban de sus sentimientos en primera persona a través de sus propios dibujos.
La verdad es que a través del análisis de esos dibujos comprendía que eran bastante dichosos, tal como lo pueden ser los hijos o hijas de familias heterosexuales, ya que sentían el cariño y la seguridad de los que les rodeaban. El problema, en todo caso, nacería del rechazo social que puedan percibir cuando crezcan; pero donde hay que poner el dedo acusador es en la homofobia que existe todavía en una parte de la sociedad.
Como verá, señora Miriano, las formas de familias son diversas, no hay un modelo fijo e inmutable que sirva para todo el mundo, tal como usted predica. Ahora, si me lo permite, pasemos a ver algunos párrafos “muy sustanciosos” de su libro, y, puesto que lo estructura en cartas dirigidas a sus amistades, indicaré a quienes les dirige esos maravillosos consejos.
A su atribulada amiga Monica le dice lo siguiente: “Renunciar a toda pretensión por la felicidad del otro es algo que cura cualquier herida” y “El matrimonio es divertido y natural” (páginas 19 y 33).
Veamos, señora Miriano: cualquier persona en su sano juicio sabe que el deseo de ser feliz es la base para su posible felicidad y la de los que le rodean; por otro lado, “renunciar a toda pretensión por la felicidad del otro” tiene un nombre en psicopatología: masoquismo.
Y con ello no cuestiono aquellos trabajos o actividades que suponen dedicación, entrega y esfuerzo en ayudar a los demás (entre los que, por ejemplo, se encuentra la docencia, profesión últimamente muy maltratada en este país), simplemente que, incluso en esas condiciones, uno debe identificarse con ese trabajo y sentirse dichoso realizándolo de manera libre y voluntaria; no de forma sumisa.
Por otro lado, ¿de dónde saca que el matrimonio es divertido? ¿Y por qué no la vida en pareja? Será divertido si los dos son divertidos y serán aburridos si los que forman la pareja son aburridos. ¿No le parece?
Para abreviar un poco, y puesto que le escribo en carta abierta, selecciono varios párrafos para que los lectores y lectoras de Negro sobre blanco comprueben por sí mismos sus equilibrados y sensatos consejos.
Más adelante, a Livia y Lavinia les apunta: “Nosotras somos muy distintas de los hombres, ni siquiera somos iguales en oportunidades. No somos iguales para nada, y no reconocerlo es fuente de seguro sufrimiento” (p. 50). “Nuestra identidad… es la acogida. El feminismo ha negado tal cosa… (por eso) están tristes, furiosas, amargadas, resentidas, celosas” (pp. 52 y 53).
A Marco: “A decir verdad, a mí, los hombres que tienen opiniones pétreas y las transmiten de forma tajante y valiente, me gustan muchísimo” (p. 76). A Agata le dice: “La mujer necesita al hombre, no puede pasar sin él si quiere encontrar su identidad” (p. 89). “La mujer lleva inscrita la obediencia en su interior; el hombre en cambio, lleva la vocación de libertad y de la guía” (p. 90). “La obediencia se ha hecho necesaria a causa de nuestra naturaleza herida, por el pecado original” (p. 90)
A su amiga Margherita le comenta: “Ante el hombre que hemos elegido demos un paso atrás” (p. 99). “La mortificación nos gusta porque es para alcanzar un bien mayor” (p. 103). “En caso de duda, obedece. Sométete con confianza” (p. 105). “(La mujer es) El reposo del cazador” (p. 107).
Por cierto, señora Miriano, aquí en España el machismo tenía una frase antológica muy similar a la que usted le apunta a su amiga Margherita. Decía que “La mujer es el descanso del guerrero”. ¿La conocía?
A Cristiana: “Aquí no estamos en Noruega, donde hasta la primera ministra abortista (sic) como Gro Harlem Brundtland llegaba a comprender que era bueno poner las reuniones a las ocho de la mañana, de modo que las mujeres pudieran acudir a ellas inmediatamente después de haber dejado a los niños en la guardería” (p. 178). “No estamos hechas para el poder, y las mujeres que llegan a alcanzarlo, con frecuencia acaban enfurecidas”. (p. 192). “¿Las mujeres se vuelven malas cuando llegan al poder, o llegan a él porque ya eran malas antes?” (p. 192).
Parece ser que las mujeres que buscan la igualdad de derechos con el hombre, que desean crearse una identidad propia, que no tienen como metas la obediencia y la sumisión, son malas, furiosas, amargadas, resentidas, celosas… por lo que acabarán todas como la brillante y admirable antigua ministra noruega siendo “abortistas”.
Por último, a Marta le explica el origen de todos los males: “Luego está el pecado original. La tendencia al mal que la cultura dominante piensa que es posible embridar a base de buenos principios y buenos sentimientos” (p 203).
Bueno, señora Miriano, finalizo deseando que sea usted muy feliz con su marido y sus hijos, a los que, según veo, no les falta de nada al ser una familia muy acomodada. Quizás usted y los suyos formen la familia ideal y vivan en el “paraíso”; pero me temo que sus consejos son los peldaños del camino que conducen a las mujeres a una existencia infernal aquí en la Tierra.
AURELIANO SÁINZ