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Manuel Lombo derrocha calidad artística en su 'sentimental' encuentro con Dos Hermanas

Todo el público en pie, tocando palmas por sevillanas y sin ninguna gana de que Manuel Lombo se marchara del escenario del Teatro Municipal, pese a que ya había realizado tres 'bises'. "Me da pena irme", decía este cantante nazareno ante tal entrega tras despedir de forma definitiva el concierto interpretando de forma magistral, y 'a capela', con el tema ''Hay pena, penita, pena', que popularizara Lola Flores.

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Lleno hasta la bandera en el patio de butacas del Teatro Municipal. Se levanta el telón, pasados unos minutos de las nueve y media de la noche, y sobre un fondo totalmente oscuro, un foco comienza a alumbrar un espacio del escenario donde aparece, de espaldas y sentado en una silla, Manuel Lombo envuelto en la humareda de un cigarrillo. En otra parte del escenario, una luz casi hogareña reservaba su espacio para José Miguel Évora y para su piano. Lombo comenzó entonces a cantar la conocida ranchera 'Volver, volver', que hiciera mundialmente famoso el cantante Vicente Fernández.

A partir de entonces, y durante dos horas, Manuel Lombo inició un recorrido por sus 'canciones sentimentales', creando un ambiente íntimo, en el que a su elegancia en los movimientos, su saber estar en todo momento y hasta sus bailes en solitario, combinaron en todo momento con una voz, que pese a que para muchos en Dos Hermanas es muy conocida, no dejó de sorprender porque era la primera vez que se introducía en registros nuevos gracias a canciones de siempre.

En el amplio repertorio ofrecido por el cantante nazareno, todos perfectamente conocidos por el público, incluyó temas como '¿Y cómo es él?', de Perales; 'Te vas porque yo quiero que te vayas', de Luis Miguel; 'Lucía', de Serrat; 'Piensa en mí', que popularizara en España Luz Casal; 'Derroche de amor', de Ana Belén; o 'Antonio Vargas Heredia', que cantaran artistas como Imperio Argentina o Carlos Cano.

Pero, entre todas, que fueron muchas, el derroche de poderío, pero especialmente, de calidad, lo ofreció con otros temas, en algunos de los cuales consiguió levantar al público de sus asientos. Fue el caso, por ejemplo, de cuando interpretó, con absoluta maestría, 'Una canción llamada Soledad', de Perales; 'La flor de la canela', de María Dolores Pradera; 'Un cuento para mi niño', de Lole y Manuel, en el que a su tono cálido y suave la acompañó con unos movimientos interpretativos magistrales; 'Hijos de la luna', de Mecano; u otro tema que levantó igualmente al público de sus asientos y con el que se ponía fin al concierto en sí -aunque luego le siguieron tres temas más-, 'se nos rompió el amor', de Rocío Jurado.

Una apuesta muy arriesgada

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Antes, sorprendió a todos con 'Fly me to the moon', de Frank Sinatra, el único tema que cantó en inglés, y que le dio pié incluso a demostrar una cierta habilidad con el piano, al sentarse junto a Évora y formar un dúo en este instrumento, en una imagen que resultó curiosa. Se trató de una de las pinceladas de las que contó este concierto, que este viernes vuelve a repetir a partir de las 21:30 horas -de nuevo con todas las entradas vendidas-, en el que Lombo jugó con sillas que subían y bajaban por el escenario, con lunas que se proyectaban sobre un fondo oscuro, y, sobre todo, con su saber estar en todo momento.

Sin duda, se trató de la puesta en escena más arriesgada de las que ha realizado, por cuanto se enfrenó él sólo a un escenario, con un decorado sencillo, pero lo suficiente como para darle cierto juego, y que él supo llenar en todo momento gracias a su demostración de cómo desenvolverse en un espacio con sus movimientos y con su voz. Eso sí, y con la 'orquesta' que situó a su lado: con la música maravillosa, magistralmente interpretada, por José Miguel Évora, que dio una lección de cómo guiar a un cantante sólo con el sonido de su piano.

Desde que hizo el primer amago de dar por concluido su concierto, con 'Se nos rompió el amor', y hasta que de verdad lo hizo, se sucedió otro pequeño concierto, en el que interpretó tres nuevas canciones, la última de ellas, de nuevo 'Hay pena, penita, pena', después de que el público, entregado, le impidiera que se marchara antes. Y hasta se permitió el lujo de bajarse del escenario y entremezclarse con el público, al que saludó, y donde repartió besos y abrazos a todos, y donde demostró su cercanía con quienes habían llenado el teatro para verle y oírle. Sin duda, todo un ídolo en Dos Hermanas.

FRANCISCO GIL CHAPARRO / REDACCIÓN
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