La foto no tiene parangón en la historia. En la historia de la ignominia y del crimen. La foto de los asesinos no tiene precedente en el mundo. Más de 60 criminales, con más de 300 asesinados a sus espaldas posan, orgullosos de la sangre inocente que han vertido, y se permiten exigir a la sociedad reconocimientos y derechos por sus acciones.
No se conoce en lugar alguno del plantea tal vergüenza, no tengo en la memoria tal insulto a sus victimas ni de tal burla a una Nación al completo. Y lo han hecho amparados por los jueces y con los fiscales mirando para cualquier otro lado.
El hecho es tan demoledor para cualquier conciencia y entraña que no necesita mayor comentario que el de la arcada. Pero sí trae de inmediato alguna reflexión que deja igualmente conmocionado. A buena parte de la sociedad vasca, en cuyo seno ha surgido y se produce tal vesania, lo sucedido le parece algo normal y, para un buen porcentaje, digno de admiración y hasta de aplauso.
Más de 300 asesinados por esa caterva de criminales no les merecen respeto ni compasión alguna, que sí suponen que merecen quienes fueron sus verdugos. Y en esa perversión, en esa carencia de mínima humanidad, ética y dignidad no están solos.
En el resto de España, y amparados en posiciones ideológicas y de inconfensables pactos e intereses, no son pocos los que “comprenden” y observan la instantánea como algo asumible y hasta hay quien se atreve a decir, y dice en voz alta los que otros vergonzantemente silencian, que positivo.
Aduce el juez Pedraz razones legales y formales. Y una vez más, la evidencia, aquí fotografiada, es que la razón, la justicia, los principios y los más elementales derechos de los ciudadanos, de los inocentes y de las victimas han sido pisoteados.
¿Qué preceptos legales son esos, siempre traídos a favor de los verdugos que conculcan y violentan la más mínima idea de justicia que una sociedad puede tener? ¿Qué jueces y fiscales son esos, que raudos, obsequiosos y veloces en aplicar la desgraciada sentencia del tribunal europeo, nos dejaron perplejos y estremecidos? ¿Qué Gobierno es este que dice no poder hacer nada y solo se queda en un lamento y unas lágrimas que muchos se malician son de cocodrilo?
No se conoce en lugar alguno del plantea tal vergüenza, no tengo en la memoria tal insulto a sus victimas ni de tal burla a una Nación al completo. Y lo han hecho amparados por los jueces y con los fiscales mirando para cualquier otro lado.
El hecho es tan demoledor para cualquier conciencia y entraña que no necesita mayor comentario que el de la arcada. Pero sí trae de inmediato alguna reflexión que deja igualmente conmocionado. A buena parte de la sociedad vasca, en cuyo seno ha surgido y se produce tal vesania, lo sucedido le parece algo normal y, para un buen porcentaje, digno de admiración y hasta de aplauso.
Más de 300 asesinados por esa caterva de criminales no les merecen respeto ni compasión alguna, que sí suponen que merecen quienes fueron sus verdugos. Y en esa perversión, en esa carencia de mínima humanidad, ética y dignidad no están solos.
En el resto de España, y amparados en posiciones ideológicas y de inconfensables pactos e intereses, no son pocos los que “comprenden” y observan la instantánea como algo asumible y hasta hay quien se atreve a decir, y dice en voz alta los que otros vergonzantemente silencian, que positivo.
Aduce el juez Pedraz razones legales y formales. Y una vez más, la evidencia, aquí fotografiada, es que la razón, la justicia, los principios y los más elementales derechos de los ciudadanos, de los inocentes y de las victimas han sido pisoteados.
¿Qué preceptos legales son esos, siempre traídos a favor de los verdugos que conculcan y violentan la más mínima idea de justicia que una sociedad puede tener? ¿Qué jueces y fiscales son esos, que raudos, obsequiosos y veloces en aplicar la desgraciada sentencia del tribunal europeo, nos dejaron perplejos y estremecidos? ¿Qué Gobierno es este que dice no poder hacer nada y solo se queda en un lamento y unas lágrimas que muchos se malician son de cocodrilo?
ANTONIO PÉREZ HENARES