¡Por fin alguien se escandaliza! Angela Merkel es la primera dirigente europea que levanta la voz a Obama por lo que sin duda es un espionaje de sus conversaciones y mensajes de teléfono móvil. Es verdad que no se indignó tanto cuando el control telefónico afectó a millones de alemanes, pero al menos se ha escandalizado cuando sus servicios secretos le han dejado claro que ha carecido de intimidad en los últimos tiempos.
Que quede patente que la primera en montarle el pollo a Obama, el hombre que pasará a la historia por ser el que menos se ha merecido el Premio Nobel de la Paz, fue la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que le dejó plantado en una cita que tenían –iba a visitar Estados Unidos-, por el espionaje masivo a sus ciudadanos y políticos. Brasil está en la lista de enemigos de Estados Unidos, mientras que Alemania está en la de aliados, aunque no de grandes amigos.
Merkel no habría montado el lío contra Obama a no ser que tuviera la certeza de que la NSA y la CIA habían escuchado sus conversaciones –siempre privadas- con cargos del Gobierno, amigos de la infancia, su familia y hasta con un amante, si es que hubiera sido el caso. Pero otra cosa es tener la certeza –que, en estos tiempos que corren, solo la puede ofrecer el hecho de aparecer en los papeles de Edward Snowden, el exagente de la NSA que se llevó cruda su forma de funcionar y que los periodistas están tostándola para que la sociedad se entere-.
Las quejas de Merkel quedarían en nada si alguien tan correcto políticamente como el rey Juan Carlos decidiera levantar la voz. Hace ahora 40 años que agentes del SECED –como se llamaba el CNI en la época de Franco- descubrieron que el entonces príncipe tenía micrófonos escondidos en su residencia del Palacio de la Zarzuela.
Habían sido los estadounidenses, sin ninguna duda, le explicaron. Reacción: ninguna, porque en España hacían lo que querían. Después hubo episodios similares hasta que, hace unos años, el director del servicio secreto le alertó para que tuviera más precaución con sus llamadas privadas por el móvil. Incluso le explicaron que los mensajes de texto que tanto le gusta enviar son fácilmente interceptados.
Es genial que Merkel se queje. Pero que también lo hagan otros, incluido el rey.
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Merkel no habría montado el lío contra Obama a no ser que tuviera la certeza de que la NSA y la CIA habían escuchado sus conversaciones –siempre privadas- con cargos del Gobierno, amigos de la infancia, su familia y hasta con un amante, si es que hubiera sido el caso. Pero otra cosa es tener la certeza –que, en estos tiempos que corren, solo la puede ofrecer el hecho de aparecer en los papeles de Edward Snowden, el exagente de la NSA que se llevó cruda su forma de funcionar y que los periodistas están tostándola para que la sociedad se entere-.
Las quejas de Merkel quedarían en nada si alguien tan correcto políticamente como el rey Juan Carlos decidiera levantar la voz. Hace ahora 40 años que agentes del SECED –como se llamaba el CNI en la época de Franco- descubrieron que el entonces príncipe tenía micrófonos escondidos en su residencia del Palacio de la Zarzuela.
Habían sido los estadounidenses, sin ninguna duda, le explicaron. Reacción: ninguna, porque en España hacían lo que querían. Después hubo episodios similares hasta que, hace unos años, el director del servicio secreto le alertó para que tuviera más precaución con sus llamadas privadas por el móvil. Incluso le explicaron que los mensajes de texto que tanto le gusta enviar son fácilmente interceptados.
Es genial que Merkel se queje. Pero que también lo hagan otros, incluido el rey.
FERNANDO RUEDA