Hoy puede ser un buen día. Esta mañana serán publicas las cifras del paro. Y son buenas. Cuarto mes consecutivo de descenso y, esta vez, notable, más allá de lo puramente estacional. La bajada del desempleo será la más alta en el mes de junio. Un récord por una vez positivo, tras haber tenido que ir anotando esos terribles listones negativos que nos llevaron en la EPA a más de seis millones y en el INEM a superar los cinco.
Este martes hay motivos para la esperanza. La tendencia puede ya haber cambiado. La perspectiva de que al llegar septiembre el cálculo interanual sea positivo, algo que no sucede desde 2007, tiene muchos visos de convertirse en realidad. Y ello cuando España aún sigue en recesión, aunque parece que también se está saliendo ya. La denostada Reforma Laboral parece conseguir que, con apenas crecimiento, se genera empleo.
Faltan piezas esenciales, sin duda, para que salgamos del dramático hoyo en el que llevamos tanto tiempo metidos. Lo primero, el crédito, que sigue siendo el bien más escaso y difícil. Si se consiguiera desbloquearlo, las “cosas” de Europa son desesperadamente lentas, y si, además, se produjera esa ansiada bajada de impuestos cuanto antes, la recuperación podría acelerarse y cambiar el estado de ánimo, esa sensación de depresión colectiva que nos tiene invadidos. Con razón, claro. Pues el sentimiento no es sino fruto de la más atroz realidad que nos ha dejado a todos –y uno a uno- despellejados, a cada cual en mayor o menor medida.
Pero hay cada vez más señales alentadoras. Y aunque decirlo me cueste la regañina inmediata de los 300 profetas económicos del Apocalipsis que esta mañana estarán rasgándose las vestiduras y augurándonos tiempos de llanto y crujir de dientes –que los habrá, sin duda- me arriesgo a lanzar un mensaje de expectante, moderado y muy prudente optimismo.
Se ha avanzado en la UE, se avanzó en el presupuesto global, se ha conseguido una buena negociación con los fondos de la PAC que garantizan la sostenibilidad de nuestro esencial sector agrario y la “prima” sigue calmada. Es más, logró bajar de nuevo por debajo de los 300 tras conocerse otro buen índice.
La producción industrial española, después de 25 meses en caída, se colocó en positivo, aupada por el tirón mantenido de las exportaciones. Y dice De Guindos que el PIB mejora: se va a aproximar al 0,0 en el segundo semestre, un –0,1 es la cifra más posible, pero ya para pasar a signo positivo en el tercero.
Eso sí, con permiso del comisario “enemigo”, el señor Almunia, al que ahora por la multa que quiere cascarle a los Astilleros ya no encuentra defensa ni en sus correligionarios del PSOE. Cumple su mandato en 2014 y será un gran alivio para nuestros intereses el que desaparezca de ese escenario.
El nuestro, el de España, aunque a uno le da miedo hasta el mentarlo, parece estarse despejando. No sé si serán las propias ganas de ir viendo claros entre el inmenso nubarrón negro que nos tiene sumidos en la tiniebla desde hace cinco años, pero uno hoy quiere ver algún jirón de luz por el cielo.
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Este martes hay motivos para la esperanza. La tendencia puede ya haber cambiado. La perspectiva de que al llegar septiembre el cálculo interanual sea positivo, algo que no sucede desde 2007, tiene muchos visos de convertirse en realidad. Y ello cuando España aún sigue en recesión, aunque parece que también se está saliendo ya. La denostada Reforma Laboral parece conseguir que, con apenas crecimiento, se genera empleo.
Faltan piezas esenciales, sin duda, para que salgamos del dramático hoyo en el que llevamos tanto tiempo metidos. Lo primero, el crédito, que sigue siendo el bien más escaso y difícil. Si se consiguiera desbloquearlo, las “cosas” de Europa son desesperadamente lentas, y si, además, se produjera esa ansiada bajada de impuestos cuanto antes, la recuperación podría acelerarse y cambiar el estado de ánimo, esa sensación de depresión colectiva que nos tiene invadidos. Con razón, claro. Pues el sentimiento no es sino fruto de la más atroz realidad que nos ha dejado a todos –y uno a uno- despellejados, a cada cual en mayor o menor medida.
Pero hay cada vez más señales alentadoras. Y aunque decirlo me cueste la regañina inmediata de los 300 profetas económicos del Apocalipsis que esta mañana estarán rasgándose las vestiduras y augurándonos tiempos de llanto y crujir de dientes –que los habrá, sin duda- me arriesgo a lanzar un mensaje de expectante, moderado y muy prudente optimismo.
Se ha avanzado en la UE, se avanzó en el presupuesto global, se ha conseguido una buena negociación con los fondos de la PAC que garantizan la sostenibilidad de nuestro esencial sector agrario y la “prima” sigue calmada. Es más, logró bajar de nuevo por debajo de los 300 tras conocerse otro buen índice.
La producción industrial española, después de 25 meses en caída, se colocó en positivo, aupada por el tirón mantenido de las exportaciones. Y dice De Guindos que el PIB mejora: se va a aproximar al 0,0 en el segundo semestre, un –0,1 es la cifra más posible, pero ya para pasar a signo positivo en el tercero.
Eso sí, con permiso del comisario “enemigo”, el señor Almunia, al que ahora por la multa que quiere cascarle a los Astilleros ya no encuentra defensa ni en sus correligionarios del PSOE. Cumple su mandato en 2014 y será un gran alivio para nuestros intereses el que desaparezca de ese escenario.
El nuestro, el de España, aunque a uno le da miedo hasta el mentarlo, parece estarse despejando. No sé si serán las propias ganas de ir viendo claros entre el inmenso nubarrón negro que nos tiene sumidos en la tiniebla desde hace cinco años, pero uno hoy quiere ver algún jirón de luz por el cielo.
ANTONIO PÉREZ HENARES