A mí me encantaría jubilarme a los sesenta y con el máximo. Conozco a varios –bastantes- a mi alrededor que lo han logrado. Sin ir más lejos, los colegas de la RTVE que hubieron de emprender tal senda tras haber cumplido ¡53 años! No me faltan merecimientos ni razones. Por ejemplo, que llevo ya más de 37 años cotizados y, por fortuna, mis episodios de paro han sido escasos y poco duraderos. O sea, que creo tener algunos derechos adquiridos.
Pero lo que quiero es cuando me toque, que será a los 66 años largos, tenga la pensión asegurada. Que sea digna y que no esté sometida a algún terremoto como el de esta crisis, por ejemplo, de la que dicen que a lo mejor vamos saliendo. Eso es lo que me parece esencial y prioritario.
Y claro resulta evidente que hay cosas que están pasando como que –y es maravilloso- la esperanza de vida sube, y cada vez hay más pensionistas por trabajador activo. Que esa es otra: que con el paro, somos menos trabajando.
Las cifras son inexorables. Al sistema han entrado 700.000 pensionistas más y hay más de 3 millones largos de cotizantes menos. Se mete menos agua en el pozo y se saca cada vez más. Llegamos a ser 20 millones trabajando y ahora no llegamos a los 16,3. Es el segundo drama del paro, donde pasa casi lo mismo. De dos millones de parados se han pasado a seis que, como es de justicia, ahora no ingresan y han de cobrar su desempleo.
El dictamen casi unánime de los expertos es, ante todo, de sentido común. Para sostener el sistema hay que reformarlo a no ser que queramos que el pozo se acabe por secar y entonces me cuentan ustedes para qué quiero yo todos los derechos de riego si lo que sucede es que no hay agua. Para poder hacer el reparto, lo dijo un señor propuesto por CCOO, lo primero que tiene que haber es con qué repartir.
Por ello, si algo resulta descabellado y suicida es lo que se le ha ocurrido espetar a Rubalcaba este pasado fin de semana. Que se rompa la hucha y se tire de la reserva. ¿Y cuando se agote qué hacemos, don Alfredo? ¿Cuando colapse el sistema a qué monte nos vamos?
Dice el todavía líder del PSOE que él no pactará nada si no lo bendicen los sindicatos. Pues arreglados vamos. Porque con la excepción de ese hombre prudente, nuestras bunkerizadas burocracias sindicales, que ni siquiera permiten que les miren las cuentas y los dineros que les damos, ya sabemos por qué trochas andan y cuál va a ser su respuesta. Son de los que cantan "no" todas las bolas.
Resulta esencial mantener nuestro sistema de pensiones, uno de los grandes logros sociales que disfrutamos; retocarlo para que sea sostenible y garantizarlo para generaciones. No hace falta que lo diga la UE. Lo sabemos todos aunque no queramos mirarlo. A todos nos gustaría lo mejor y mañana.
Pero ahora hay que afrontar el momento difícil y, desde luego, abrir la puerta y la esperanza para cuando vuelvan las alegrías económicas. Porque si el pastel crece, que es lo mismo que decir que el empleo sube y retornamos a esos millones más trabajando y esos mismos zafados por fin del paro, estas lanzas volverán a cañas. Pero con tiento siempre.
Así pues, y es muy lógico, nadie quiere ni jubilarse por obligación –que otra cosa es seguir voluntariamente, más tarde, y en algunos oficios sería una barbaridad- ni cobrar menos. Pero habrá que comprender que lo primero es inevitable y que si bien mantener lo segundo parece posible, aumentarlo sin medir consecuencias es hoy por hoy no solo imposible sino peligroso para todos. Fastidia pero no hay otra salida.
En lo que sí tiene razón Rubalcaba y el PSOE es en criticar al PP por su actitud cuando ellos y en este punto concreto dieron algún paso. Entonces, el PP –en la oposición- eligió la senda fácil y la demagogia. Hoy, en el Gobierno, tienen que abordarlo y no debieran extrañarse que los socialistas cojan el mismo camino que ellos entonces. Es una triste norma política en España.
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Y claro resulta evidente que hay cosas que están pasando como que –y es maravilloso- la esperanza de vida sube, y cada vez hay más pensionistas por trabajador activo. Que esa es otra: que con el paro, somos menos trabajando.
Las cifras son inexorables. Al sistema han entrado 700.000 pensionistas más y hay más de 3 millones largos de cotizantes menos. Se mete menos agua en el pozo y se saca cada vez más. Llegamos a ser 20 millones trabajando y ahora no llegamos a los 16,3. Es el segundo drama del paro, donde pasa casi lo mismo. De dos millones de parados se han pasado a seis que, como es de justicia, ahora no ingresan y han de cobrar su desempleo.
El dictamen casi unánime de los expertos es, ante todo, de sentido común. Para sostener el sistema hay que reformarlo a no ser que queramos que el pozo se acabe por secar y entonces me cuentan ustedes para qué quiero yo todos los derechos de riego si lo que sucede es que no hay agua. Para poder hacer el reparto, lo dijo un señor propuesto por CCOO, lo primero que tiene que haber es con qué repartir.
Por ello, si algo resulta descabellado y suicida es lo que se le ha ocurrido espetar a Rubalcaba este pasado fin de semana. Que se rompa la hucha y se tire de la reserva. ¿Y cuando se agote qué hacemos, don Alfredo? ¿Cuando colapse el sistema a qué monte nos vamos?
Dice el todavía líder del PSOE que él no pactará nada si no lo bendicen los sindicatos. Pues arreglados vamos. Porque con la excepción de ese hombre prudente, nuestras bunkerizadas burocracias sindicales, que ni siquiera permiten que les miren las cuentas y los dineros que les damos, ya sabemos por qué trochas andan y cuál va a ser su respuesta. Son de los que cantan "no" todas las bolas.
Resulta esencial mantener nuestro sistema de pensiones, uno de los grandes logros sociales que disfrutamos; retocarlo para que sea sostenible y garantizarlo para generaciones. No hace falta que lo diga la UE. Lo sabemos todos aunque no queramos mirarlo. A todos nos gustaría lo mejor y mañana.
Pero ahora hay que afrontar el momento difícil y, desde luego, abrir la puerta y la esperanza para cuando vuelvan las alegrías económicas. Porque si el pastel crece, que es lo mismo que decir que el empleo sube y retornamos a esos millones más trabajando y esos mismos zafados por fin del paro, estas lanzas volverán a cañas. Pero con tiento siempre.
Así pues, y es muy lógico, nadie quiere ni jubilarse por obligación –que otra cosa es seguir voluntariamente, más tarde, y en algunos oficios sería una barbaridad- ni cobrar menos. Pero habrá que comprender que lo primero es inevitable y que si bien mantener lo segundo parece posible, aumentarlo sin medir consecuencias es hoy por hoy no solo imposible sino peligroso para todos. Fastidia pero no hay otra salida.
En lo que sí tiene razón Rubalcaba y el PSOE es en criticar al PP por su actitud cuando ellos y en este punto concreto dieron algún paso. Entonces, el PP –en la oposición- eligió la senda fácil y la demagogia. Hoy, en el Gobierno, tienen que abordarlo y no debieran extrañarse que los socialistas cojan el mismo camino que ellos entonces. Es una triste norma política en España.
ANTONIO PÉREZ HENARES
