El pacto –nadie sabe bien sobre qué ni para qué- se ha convertido en salmodia política. Viene a ser una cosa así como un cocinado entre el “bálsamo de Fierabrás” de don Quijote, que todo lo sanaba, y la piedra filosofal de los alquimistas, que convertía lo que tocaba en oro. O sea, que transformará el paro en empleo, las penas en gozos y las miserias en longanizas para volver a atar los perros con ellas.
No osaré yo negar las bondades de acordar contra el clima general de dispararle a todo lo que se menea e incluso a quien se queda quieto, pero a mí esto de comenzar poniendo el carro delante de los bueyes como que me parece que no lleva a sitio alguno, excepto a los repetidos fuegos de artificio de la politiquería ambulante.
Porque, vamos a ver, ¿qué es lo que hay que pactar y en qué se está de acuerdo en ir juntos? Porque lo que yo oigo es lo contrario. Pacto, pero tiene usted que liquidarme eso que hizo y esto que pretende hacer. Pacto, pero no para hacerle caso en nada a usted, que nos llevó a la ruina. Entonces, ¿cuál es el pacto?
Y mira que pareció que la cosa no iba mal. En el Parlamento se vislumbró algo que caminaba hacia lo concreto. Apretar todos a una en la UE en política de crecimiento, en plan de empleo juvenil y en facilitar el crédito. Pues sigan en esto y déjense de declaraciones, descansen el fin de semana, que porque tengamos un telediario sin declarantes y contradeclarantes no nos va a pasar nada. Ni a nosotros ni a ustedes.
En el fondo, lo que se vislumbra es que, en efecto, hay ciertos puntos en los que se está más cerca que lejos. El de esa posición en Europa es bastante claro. Si antes hubo discrepancias por hacer lo que unos dicen que era inevitable y los otros lo peor, ahora se está de acuerdo en que no basta con austeridad si no hay creación de riqueza y empleo.
Por ahí camina Rajoy junto con Hollande y Leta. Y Rubalcaba lo sabe. Pero resulta que avalar al Gobierno aunque sea sólo en eso no le es fácil de negociar en su propio partido. Ya pasó con la Ley Antidesahucios, que de estar a un segundo de la firma, se tornó a la oposición más feroz.
Esperemos que ahora no suceda lo mismo y se empiecen a mezclar churras con merinas –que ya se han mezclado- y se meta en el ajo al aborto, la Ley Wert y el Sursum corda. Porque en el PSOE hay quienes están en otras cosas prioritarias. La que más: quitarse cuanto antes de encima a Rubalcaba.
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Porque, vamos a ver, ¿qué es lo que hay que pactar y en qué se está de acuerdo en ir juntos? Porque lo que yo oigo es lo contrario. Pacto, pero tiene usted que liquidarme eso que hizo y esto que pretende hacer. Pacto, pero no para hacerle caso en nada a usted, que nos llevó a la ruina. Entonces, ¿cuál es el pacto?
Y mira que pareció que la cosa no iba mal. En el Parlamento se vislumbró algo que caminaba hacia lo concreto. Apretar todos a una en la UE en política de crecimiento, en plan de empleo juvenil y en facilitar el crédito. Pues sigan en esto y déjense de declaraciones, descansen el fin de semana, que porque tengamos un telediario sin declarantes y contradeclarantes no nos va a pasar nada. Ni a nosotros ni a ustedes.
En el fondo, lo que se vislumbra es que, en efecto, hay ciertos puntos en los que se está más cerca que lejos. El de esa posición en Europa es bastante claro. Si antes hubo discrepancias por hacer lo que unos dicen que era inevitable y los otros lo peor, ahora se está de acuerdo en que no basta con austeridad si no hay creación de riqueza y empleo.
Por ahí camina Rajoy junto con Hollande y Leta. Y Rubalcaba lo sabe. Pero resulta que avalar al Gobierno aunque sea sólo en eso no le es fácil de negociar en su propio partido. Ya pasó con la Ley Antidesahucios, que de estar a un segundo de la firma, se tornó a la oposición más feroz.
Esperemos que ahora no suceda lo mismo y se empiecen a mezclar churras con merinas –que ya se han mezclado- y se meta en el ajo al aborto, la Ley Wert y el Sursum corda. Porque en el PSOE hay quienes están en otras cosas prioritarias. La que más: quitarse cuanto antes de encima a Rubalcaba.
ANTONIO PÉREZ HENARES