Hay en mi centro, como en otros cientos de Andalucía, un profesor de baja por depresión. Pero no una depresión cualquiera, no. Dentro de las múltiples variantes que tiene esta afección ciertamente terrible para quien la sufre y sus allegados –que merecen, ambos, nuestro máximo respeto-, encontramos un tipo muy común extendido entre los docentes andaluces que más que nombre de diagnóstico médico lo parece de accidente topográfico: nos referimos a la “Depresión Guadiana”, que aparece y desaparece a lo largo del curso por arte de magia.
En este caso concreto, nos encontramos con un docente que prácticamente arrienda su plaza en usufructo a aquellos interinos que van desfilando por el centro al ritmo que marcan sus constantes idas y venidas ocasionales. Son varios ya los cursos académicos en los que esta persona ha causado baja coincidiendo bien con los periodos del año lectivo donde el trabajo es más intenso o bien con los meses previos a las oposiciones; ya saben que el estudio es la mejor terapia para la Depresión Guadiana.
Hechos como este que analizamos hoy ponen de manifiesto el absoluto descontrol que reina en la Administración pública educativa, donde la calidad de la enseñanza deja de ser bandera electoral para convertirse en lo que realmente es, algo que sólo se tiene en cuenta en campaña electoral y en inauguraciones de instalaciones escolares cubiertas por Canal Sur.
Por un lado fallan los equipos educativos, que permiten que personas con estas características puedan escoger, a principio de curso, incluso los segundos de Bachillerato. Y por otro, agravado por la alevosía con la que se ejecutan este tipo de acciones; la propia Consejería de Educación, desde la que se dan órdenes al servicio de inspección médica para forzar a los docentes de baja a reincorporarse a los centros.
¿Que la persona que se va a reincorporar va a devolver al paro a algún interino que estaba supliendo, con su duro esfuerzo, todas las carencias que esta persona había provocado en el alumnado y, a las dos semanas, se va a volver a dar de baja propiciando, así, que se tarden otras dos en enviar a un nuevo interino que empiece su trabajo desde cero? ¡Qué más da! ¡Que les den a los alumnos que van a perder clases! ¡Que les den a los profesores que van a tener que cubrir las horas de guardia y que le den a la madre que los parió! ¡Si se han ahorrado el sueldo de ese interino que ha vuelto al paro!
El dinero se puede poner por encima del sueldo del presidente de la Diputación, por encima del director del Instituto de la Juventud o por encima de cualquier clase de indemnización miserable y canalla que quieran adjudicarse estos que nos engañaron con la estampita del poder del pueblo para hacer de una labor de servicio público un modo lucrativo de vida; pero no puede ponerse por encima de una Educación que, para miles de jóvenes, representa la única vía de escape a un futuro que cada vez pinta más negro.
Con la misma diligencia con la que te obligan a incorporarte de una baja a sabiendas de la recaída, deberían estudiar en qué casos es viable la inhabilitación de unas personas que ni están ocupando su puesto de trabajo ni están dejando que otras, con ganas y validez de sobra, lo ocupen.
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Hechos como este que analizamos hoy ponen de manifiesto el absoluto descontrol que reina en la Administración pública educativa, donde la calidad de la enseñanza deja de ser bandera electoral para convertirse en lo que realmente es, algo que sólo se tiene en cuenta en campaña electoral y en inauguraciones de instalaciones escolares cubiertas por Canal Sur.
Por un lado fallan los equipos educativos, que permiten que personas con estas características puedan escoger, a principio de curso, incluso los segundos de Bachillerato. Y por otro, agravado por la alevosía con la que se ejecutan este tipo de acciones; la propia Consejería de Educación, desde la que se dan órdenes al servicio de inspección médica para forzar a los docentes de baja a reincorporarse a los centros.
¿Que la persona que se va a reincorporar va a devolver al paro a algún interino que estaba supliendo, con su duro esfuerzo, todas las carencias que esta persona había provocado en el alumnado y, a las dos semanas, se va a volver a dar de baja propiciando, así, que se tarden otras dos en enviar a un nuevo interino que empiece su trabajo desde cero? ¡Qué más da! ¡Que les den a los alumnos que van a perder clases! ¡Que les den a los profesores que van a tener que cubrir las horas de guardia y que le den a la madre que los parió! ¡Si se han ahorrado el sueldo de ese interino que ha vuelto al paro!
El dinero se puede poner por encima del sueldo del presidente de la Diputación, por encima del director del Instituto de la Juventud o por encima de cualquier clase de indemnización miserable y canalla que quieran adjudicarse estos que nos engañaron con la estampita del poder del pueblo para hacer de una labor de servicio público un modo lucrativo de vida; pero no puede ponerse por encima de una Educación que, para miles de jóvenes, representa la única vía de escape a un futuro que cada vez pinta más negro.
Con la misma diligencia con la que te obligan a incorporarte de una baja a sabiendas de la recaída, deberían estudiar en qué casos es viable la inhabilitación de unas personas que ni están ocupando su puesto de trabajo ni están dejando que otras, con ganas y validez de sobra, lo ocupen.
PABLO POÓ