Suena el teléfono, es un número desconocido. Descuelgo y descubro al otro lado de la línea una voz de mujer. Me dice su nombre: María. Noto en su voz que se encuentra angustiada a la vez que un poco avergonzada. "¡Nos queremos separar!", me dice. Lleva casada 11 años y 8 meses, me comenta que desde el principio de la relación la cosa no es tan maravillosa como ella esperaba: las desconfianzas, celos y discusiones han sido una constante en su relación, con altibajos según épocas.
Con la llegada de sus hijos, la relación parecía mejorar durante un tiempo, hasta que su hijo menor cumplió los 5 años aproximadamente. A partir de ahí, todo se ha ido complicando: el trabajo de su marido, la falta de trabajo de ella, su relación en la casa, la escasez económica... Todo esto ha llevado a la falta de cariño; apenas hay comunicación entre los dos y su relación se está enfriando cada vez más.
Ella tiene decidido que se quiere separar. No sabe si definitivamente o por un tiempo, pero lo que sí tiene claro es que deben poner distancia entre ellos. Se lo ha comentado a una amiga y ésta le ha recomendado que gestione su separación por mediación familiar. María es consciente de que Luis es el padre de sus hijos y que estos lo adoran, por lo que su intención es hacer esto de la forma menos dolorosa para sus hijos y para la relación que ellos mantienen.
Valoro el caso que me plantea y, a priori, veo que es susceptible de mediación, por lo que le invito a que venga a mi despacho con su esposo, y así, entre los tres, veamos cómo gestionar esta situación.
Hoy ha sido el día en que nos hemos conocido. Tal y como quedamos, han llegado al despacho a la hora prevista. Vienen juntos. Les hago pasar a la sala y les invito a que tomen asiento junto a la mesa. Me presento y les pido que me cuenten su caso, que me comenten cómo está la situación actualmente y cómo ha sido durante los años de convivencia.
Comienza a hablar María. La noto más decidida que Luis, el cual se encuentra cabizbajo y con la mirada ausente en la mayor parte de la sesión. María me reafirma lo que me comentó por teléfono. Tienen dos hijos: el mayor, José Luis, tiene 10 años; y el pequeño, Pablo, tiene seis. Llevan juntos desde hace 16 años, de los cuales cuatro fueron de noviazgo y cerca de 12 años como matrimonio.
Desde hace aproximadamente un año, Luis ha empezado a tener problemas en su trabajo: la inestabilidad de la empresa y la posibilidad constante de un despido han hecho que su carácter haya cambiado. "Yo lo entiendo, pero parece que lo paga conmigo y con los niños cuando llega a casa, como si tuviésemos la culpa", dice María.
A esto se le añade la falta de cariño que María siente por parte de su marido. "Ya no me besa, no hay momentos de intimidad, ni tampoco los buscamos. No hay palabras bonitas o piropos entre nosotros; nos hemos acomodado a no hablar. Parecemos compañeros de piso y no una pareja", asegura.
Le pido a Luis que explique su visión de la relación y cómo está viviendo esta situación. Asiente en todo lo que dice su esposa y explica que él reconoce que su carácter ha cambiado, pero que María debería entender que su situación como cabeza de familia es muy complicada.
Su sueldo es el único ingreso que entra en la casa desde que ella perdió su empleo. Tienen una hipoteca que seguir pagando, muchos gastos que afrontar y es muy duro ir todos los días a trabajar con el miedo de no saber si es el último día. "Eso amarga a cualquiera, y si llego a casa y lo único que escucho es que hay que comprar no sé qué, que hay que arreglar no sé cuánto, no puedo sacar una sonrisa, no me sale", comenta.
Luis es consciente de que su relación como pareja se ha deteriorado mucho: la costumbre de saber que la otra persona está ahí, sin recordarnos que existen aún sentimientos de amor el uno por el otro, hace que finalmente los lazos se rompan. Reconoce que desde hace un tiempo discuten a diario por cualquier cosa, llegando incluso a faltarse el respeto en varias ocasiones.
Les pregunto por la relación que mantienen con sus hijos y si les han comentando ya su intención de separarse. Me responden que no, y que no saben cómo hacerlo. "El pequeño todavía no se entera mucho de las cosas, pero el mayor sé que lo va a pasar mal, está acostumbrado a vernos juntos siempre", dice María.
Este comentario me hace recapacitar sobre la importancia de tratar este tema en la primera sesión de mediación. Es un error pensar que un niño de seis años no se entera de nada. Pero ya lo trabajaremos más adelante.
También me comentan su situación económica: qué deudas tienen, a cuánto ascienden, cuáles son los bienes en común del matrimonio... Me expresan que su vivienda habitual es de propiedad pero aún les quedan varios años de hipoteca. También tienen dos vehículos. Esta información, sin entrar en muchos detalles aún, es útil para tener una idea de cómo podría hacerse el reparto económico y material.
Paso a explicarles qué es la mediación familiar: sus principios, sus beneficios, la estructura del proceso de mediación y mi papel neutral en el desarrollo y evolución de las sesiones. Soy un apoyo y una guía en el proceso pero, para que la mediación sea efectiva, ellos deben estar activos y participativos en todo momento para alcanzar sus acuerdos, asumiendo sus responsabilidades y expresando claramente sus diferencias al otro, de forma que se puedan gestionar adecuadamente. Además, les oriento sobre el protocolo que hay que seguir una vez que se finaliza la mediación hasta que su separación es firme.
Tras exponer todo esto, les pregunto si están de acuerdo en iniciar el proceso de mediación familiar para gestionar su separación. Ambos aceptan la mediación y me validan como mediadora para seguir su proceso, reflejándolo con su firma en un documento que les facilito, en el que se comprometen a aceptar los principios y reglas de la mediación, y a actuar de buena fe en todo el proceso.
Acordamos la próxima cita para la semana siguiente, a la misma hora. Será la primera sesión de mediación familiar. Les adelanto que trabajaremos en la situación de los menores: régimen de guarda y custodia, visitas, decisiones que les repercutan, etc. Les invito a que vayan pensando cómo creen que se puede resolver esta cuestión para que ninguno de los dos se sienta en inferioridad con respecto al otro.
Les acompaño a la puerta y nos despedimos. Se marchan juntos. La relación como pareja se nota deteriorada pero se aprecia un respeto mutuo. Espero que la sensación que me han transmitido no cambie con el paso de las sesiones.
Si lo desea, puede compartir este contenido: Con la llegada de sus hijos, la relación parecía mejorar durante un tiempo, hasta que su hijo menor cumplió los 5 años aproximadamente. A partir de ahí, todo se ha ido complicando: el trabajo de su marido, la falta de trabajo de ella, su relación en la casa, la escasez económica... Todo esto ha llevado a la falta de cariño; apenas hay comunicación entre los dos y su relación se está enfriando cada vez más.
Ella tiene decidido que se quiere separar. No sabe si definitivamente o por un tiempo, pero lo que sí tiene claro es que deben poner distancia entre ellos. Se lo ha comentado a una amiga y ésta le ha recomendado que gestione su separación por mediación familiar. María es consciente de que Luis es el padre de sus hijos y que estos lo adoran, por lo que su intención es hacer esto de la forma menos dolorosa para sus hijos y para la relación que ellos mantienen.
Valoro el caso que me plantea y, a priori, veo que es susceptible de mediación, por lo que le invito a que venga a mi despacho con su esposo, y así, entre los tres, veamos cómo gestionar esta situación.
Hoy ha sido el día en que nos hemos conocido. Tal y como quedamos, han llegado al despacho a la hora prevista. Vienen juntos. Les hago pasar a la sala y les invito a que tomen asiento junto a la mesa. Me presento y les pido que me cuenten su caso, que me comenten cómo está la situación actualmente y cómo ha sido durante los años de convivencia.
Comienza a hablar María. La noto más decidida que Luis, el cual se encuentra cabizbajo y con la mirada ausente en la mayor parte de la sesión. María me reafirma lo que me comentó por teléfono. Tienen dos hijos: el mayor, José Luis, tiene 10 años; y el pequeño, Pablo, tiene seis. Llevan juntos desde hace 16 años, de los cuales cuatro fueron de noviazgo y cerca de 12 años como matrimonio.
Desde hace aproximadamente un año, Luis ha empezado a tener problemas en su trabajo: la inestabilidad de la empresa y la posibilidad constante de un despido han hecho que su carácter haya cambiado. "Yo lo entiendo, pero parece que lo paga conmigo y con los niños cuando llega a casa, como si tuviésemos la culpa", dice María.
A esto se le añade la falta de cariño que María siente por parte de su marido. "Ya no me besa, no hay momentos de intimidad, ni tampoco los buscamos. No hay palabras bonitas o piropos entre nosotros; nos hemos acomodado a no hablar. Parecemos compañeros de piso y no una pareja", asegura.
Le pido a Luis que explique su visión de la relación y cómo está viviendo esta situación. Asiente en todo lo que dice su esposa y explica que él reconoce que su carácter ha cambiado, pero que María debería entender que su situación como cabeza de familia es muy complicada.
Su sueldo es el único ingreso que entra en la casa desde que ella perdió su empleo. Tienen una hipoteca que seguir pagando, muchos gastos que afrontar y es muy duro ir todos los días a trabajar con el miedo de no saber si es el último día. "Eso amarga a cualquiera, y si llego a casa y lo único que escucho es que hay que comprar no sé qué, que hay que arreglar no sé cuánto, no puedo sacar una sonrisa, no me sale", comenta.
Luis es consciente de que su relación como pareja se ha deteriorado mucho: la costumbre de saber que la otra persona está ahí, sin recordarnos que existen aún sentimientos de amor el uno por el otro, hace que finalmente los lazos se rompan. Reconoce que desde hace un tiempo discuten a diario por cualquier cosa, llegando incluso a faltarse el respeto en varias ocasiones.
Les pregunto por la relación que mantienen con sus hijos y si les han comentando ya su intención de separarse. Me responden que no, y que no saben cómo hacerlo. "El pequeño todavía no se entera mucho de las cosas, pero el mayor sé que lo va a pasar mal, está acostumbrado a vernos juntos siempre", dice María.
Este comentario me hace recapacitar sobre la importancia de tratar este tema en la primera sesión de mediación. Es un error pensar que un niño de seis años no se entera de nada. Pero ya lo trabajaremos más adelante.
También me comentan su situación económica: qué deudas tienen, a cuánto ascienden, cuáles son los bienes en común del matrimonio... Me expresan que su vivienda habitual es de propiedad pero aún les quedan varios años de hipoteca. También tienen dos vehículos. Esta información, sin entrar en muchos detalles aún, es útil para tener una idea de cómo podría hacerse el reparto económico y material.
Paso a explicarles qué es la mediación familiar: sus principios, sus beneficios, la estructura del proceso de mediación y mi papel neutral en el desarrollo y evolución de las sesiones. Soy un apoyo y una guía en el proceso pero, para que la mediación sea efectiva, ellos deben estar activos y participativos en todo momento para alcanzar sus acuerdos, asumiendo sus responsabilidades y expresando claramente sus diferencias al otro, de forma que se puedan gestionar adecuadamente. Además, les oriento sobre el protocolo que hay que seguir una vez que se finaliza la mediación hasta que su separación es firme.
Tras exponer todo esto, les pregunto si están de acuerdo en iniciar el proceso de mediación familiar para gestionar su separación. Ambos aceptan la mediación y me validan como mediadora para seguir su proceso, reflejándolo con su firma en un documento que les facilito, en el que se comprometen a aceptar los principios y reglas de la mediación, y a actuar de buena fe en todo el proceso.
Acordamos la próxima cita para la semana siguiente, a la misma hora. Será la primera sesión de mediación familiar. Les adelanto que trabajaremos en la situación de los menores: régimen de guarda y custodia, visitas, decisiones que les repercutan, etc. Les invito a que vayan pensando cómo creen que se puede resolver esta cuestión para que ninguno de los dos se sienta en inferioridad con respecto al otro.
Les acompaño a la puerta y nos despedimos. Se marchan juntos. La relación como pareja se nota deteriorada pero se aprecia un respeto mutuo. Espero que la sensación que me han transmitido no cambie con el paso de las sesiones.
MARÍA JESÚS ORTIZ