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Por Eastpark, yo ma-to

El pasado año estuve en Málaga para formar parte del tribunal de una tesis doctoral en la que se abordaba la influencia que ejerce la televisión en los escolares de Educación Primaria. A ello me había invitado un buen amigo, Miguel Ángel Santos, ya que era él el director de la tesis. Antes de iniciar el acto académico, los miembros que procedíamos de fuera de Málaga nos vimos en la cafetería de la Facultad de Ciencias de la Educación y estuvimos charlando e intercambiando opiniones sobre el tema que enjuiciaríamos más tarde.

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No sé por qué, pero salió a colación un personaje que se ha popularizado a partir de sus intervenciones en una cadena española, propiedad de Berlusconi, y por sus continuas apariciones en la prensa rosa. Lo cierto es que sobre el fenómeno mediático denominado “Belén Esteban” se está llevando alguna que otra tesis doctoral, tal como me apuntaba el compañero que venía de la Universidad de Valencia.

A algunos les puede parecer una frivolidad y una pérdida de tiempo dedicar siquiera cinco minutos a Belén Estaban cuando hay mucho en lo que pensar. En realidad, quienes están estudiando este fenómeno social no se ocupan de la persona, ya que es absolutamente plana (vamos, con encefalograma plano), sino que el objetivo es llegar a entender lo que socialmente supone que todo un país esté o haya estado pendiente de tal personaje.

Y no creo que sea tan sencillo descubrir el porqué a ciertos sectores sociales les resulte tan fascinante la “ex” de un torero famoso y esté en boca de todos, aunque sea para “ponerla verde”. No es tan fácil: hay que trabajar bastante dentro de las pautas que marca la psicología social para comprender las razones por las que, en una sociedad que se toma a sí misma como avanzada, tenga tanto protagonismo la incultura, la zafiedad, el griterío, el insulto... o, lo que es lo mismo, la falta de ética para alcanzar el reconocimiento social.

Por mi parte, puedo decir que sé muy poco de Belén Esteban, puesto que no he visto ningún programa en el que ella participe. A lo máximo, he observado las múltiples portadas de las revistas del corazón en las que, cada dos por tres, ella aparece protagonizándolas, ya que una de mis aficiones, cuando voy a comprar la prensa, es mirar las portadas de las revistas que están expuestas en la pequeña librería-quiosco de la estación de Córdoba.

Por ellas sé que descubrió a su “ex” con otra en la cama; que se operó de la nariz y que esto fue un acontecimiento de alcance nacional; que por su Andreíta mata; que estuvo bronceadísima en el verano pasado, y... ¿qué más os puedo contar? Pues apenas nada más, puesto que como todos sabéis en este tipo de prensa de lo que se trata es de llenar páginas y páginas con múltiples fotografías para solaz de sus lectores y lectoras.

¿Y a cuento de qué os traigo a esta señora en la sección de Negro sobre blanco? ¿No tengo otra cosa más interesante este domingo para contar? La verdad es que no lo hubiera hecho si en el trabajo que recientemente realicé en una asignatura que imparto, y en la que estudiamos la publicidad y su influencia en los adolescentes, algunos alumnos no hubieran sacado indirectamente este tema.

Como os digo, hay una asignatura de la licenciatura de Psicopedagogía en la que abordo el conocimiento de la imagen publicitaria y su repercusión social. Puesto que es del segundo cuatrimestre, es decir que se desarrolla después de los exámenes de febrero, suelo comenzar planteando a los alumnos que realicen su interpretación espontánea de algunos anuncios polémicos, para que puedan darse cuenta que tras la aparente sencillez de los mismos se esconde un laborioso trabajo que lleva a cabo el publicista para lograr la mayor persuasión en la gente que ve la campaña publicitaria.

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En esta ocasión les propuse que observaran un anuncio de mochilas de la marca Eastpark, dado que esta marca se ha especializado en campañas verdaderamente provocadoras. Tras un breve tiempo de contemplación, les realicé dos propuestas: la primera consistía en que pensaran y escribieran una frase que sirviera de eslogan del anuncio, puesto que el propio anuncio carecía de él; la segunda, que tomaran la imagen del anuncio como el fotograma de una película o de un relato, y cuyo contenido ellos tenían que inventar para darle sentido a esa fotografía un tanto absurda.

En la imagen, propia de un thriller o película de terror, dentro una sala que recordaba a una especie de internado algo tétrico, aparecía de pie una chica joven, apoyada contra la pared, rígida, con falda, calzada con calcetines blancos, con una rebeca entreabierta en la que asomaban sus incipientes pechos, la mirada perdida... y en su mano izquierda un punzón ensangrentado.

En el suelo, se veían unas piernas masculinas, con pantalón y calzado negro, correspondiéndose a alguien que yacía en el suelo, pero del que únicamente veíamos esas piernas. Sobre la pared, a modo de trofeo, se encontraban varias cabezas de ciervos, con sus correspondientes cornamentas. También aparecía colgada una mochila de la marca Eastpark, de color rojo, y con las cintas asemejándose a la cornamenta de los ciervos o a las coletas de la chica.

Tras media hora de espera, aproximadamente, recogí las hojas en las que habían escrito tanto el eslogan como el relato. Ya en mi despacho, me dispuse tranquilamente a corregirlos.

Para mi sorpresa, cuando leí los eslóganes que habían realizado me encontré con varios que se asemejaban y que decían: “Por Eastpark, Yo maaato”, “Yo ma-to”, “Por una, yo mato”... Bueno, pues resulta que la “magnífica” frase de la Esteban ha calado tanto en la gente, incluso en los jóvenes que estudian en la Universidad, que ha quedado grabada en el subconsciente de los españoles como si fuera un brillante eslogan publicitario o una de esas grandes sentencias que quedan para la posteridad y que nos han legado los personajes históricos.

Me imagino que cuando Belén Esteban soltó aquello de “Por Andreíta, yo mato”, “Por mi hija, yo maaato”, no era conciente de que iba a pasar a la posteridad (aunque ahora la posteridad se mida por el breve tiempo de fama mediática) por semejante frase.

Pero es que en la actualidad nos movemos en lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu denominó como la cultura del espectáculo. Ahora parece que están al alcance de todo el mundo esos “quince minutos de fama” de los que nos hablaba Andy Wharhol: solo hay que ser algo espabilado para que las cámaras o las pantallas digitales te den un poco de tiempo para salir por ellas y darte a conocer.

Con respecto a lo de las frases o eslóganes que calan en la gente, en el momento de leer lo que habían escrito mis alumnos, me vino a la mente un capítulo de Los Simpson en el que Bart soltaba en un programa de televisión “Yo no he sido”, al ver que se caía parte del decorado con el que había tropezado, e intentaba quitarse la responsabilidad de ello.

Esa expresión cayó en gracia entre los pequeños que asistían en directo y por la que Bart se hizo famoso. Se convirtió en el niño que tenía que repetir constantemente esa frase ante las cámaras; hasta que la saciedad le hizo ver que toda su vida iba a ser el niño que decía “Yo no he sido”.

Pues bien, aunque parezca que los dibujos animados son triviales, lo cierto es que algunos capítulos de esta serie son magníficos porque retratan a la perfección la sociedad tan absurda en la que vivimos.

Y ya para finalizar, me pregunto: ¿Es Belén Esteban el modelo que nos propone esta sociedad, en la que alcanzar la fama y el dinero, a cualquier precio, se convierte en el ideal y el gran objetivo por el que todos tenemos que movernos? ¿Hay que olvidarse de los principios éticos, puesto que ya no sirven para escalar en la sociedad del vacío en la que vivimos? ¿Es Andreíta la niña que más adelante triunfe en los medios de comunicación, ya que ha tenido una buena mentora, o será futura “carne de psiquiatra”?

AURELIANO SÁINZ

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