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La irresponsabilidad sin castigo

Desde que comenzó la crisis, el discurso oficial ha instalado en el disco duro colectivo la idea de que nos merecemos los recortes en sanidad, ser expulsados de nuestras casas o pagar el traslado en ambulancia por haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Nos hemos creído el discurso tan bien configurado por los medios de comunicación del poder.

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No ha habido un solo recorte que no haya estado aliñado con el eslogan favorito que usan los neoliberales para desahuciar a los ciudadanos y comunistas cuando de salvar a los bancos se trata: “si no hubiéramos vivido por encima de nuestras posibilidades, no tendríamos que recortar”.

Un eslogan facilón que repiten los líderes de opinión de la derecha y que la mayoría de la ciudadanía corea mientras hace cola en la frutería del barrio. Es así, de este modo, como el neoliberalismo ha enmascarado lo que es una auténtica estafa económica en la que los que prestaron por encima de sus posibilidades están siendo rescatados con el dinero de los que están siendo desahuciados, despedidos de sus trabajos y recortados en el Estado del bienestar que habíamos acordado como contrato social en la Europa de posguerra.

Si los bancos chipriotas están hipertrofiados y la fiscalidad de Chipre es fallida, ¿por qué prestaron los bancos alemanes dinero al hipertrofiado sistema bancario chipriota y a la fallida fiscalidad mediterránea? Si Grecia gastó más dinero público del que ingresaba, ¿por qué en los acuerdos bilaterales entre Alemania y Grecia se obligaba a los griegos a adquirir multimillonario material armamentístico germánico?

Si España ha creado una burbuja inmobiliaria por encima de sus posibilidades, ¿por qué Alemania prestó dinero a espuertas sin evaluar la sostenibilidad del modelo productivo español? ¿Por qué Alemania bajó los tipos de interés y permitió que las economías fallidas del sur pidieran préstamos por encima de sus posibilidades?

Si vamos a hablar de culpas y si de luteranismo radical se trata, Alemania debe empezar ya a pagar el pecado capital de haber dado dinero a economías fallidas que basaron su modelo productivo en una burbuja crediticia que sólo producía ladrillos, hormigón y ventanas de PVC.

El eslogan de “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” sólo culpa a una parte del negocio urdido desde Alemania. Sin embargo, la radicalidad luterana, de pagar los pecados con sangre, sólo la están sufriendo los ciudadanos del sur.

Mientras los ciudadanos están económicamente quebrados, sin casas, sin esperanza, sin trabajo, sin sanidad y sin protección social alguna que los salve de esta inmundicia, los bancos están siendo reflotados –con el dinero de los desesperanzados- para evitar su quiebra.

El capitalismo financiero nos ha engañado desde comienzos de la crisis. Es mentira que las medidas germánicas sean neoliberales puras, salvo si de castigar a los ciudadanos más débiles se trata; cuando se trata de salvar a la banca alemana irresponsable, el neoliberalismo se convierte en un sistema comunista de economía centralizada.

A los ciudadanos les falló el negocio del sobreendeudamiento y están en la quiebra, expulsados de sus casas, sin trabajo, sin sanidad y sin esperanza; a los bancos les falló el negocio de prestar por encima de sus posibilidades, los estamos salvando con el dinero de los parados, los desesperanzados y los sin techo. El luteranismo germánico sólo castiga la irresponsabilidad de unos, los débiles; los bancos siguen recibiendo dinero a espuertas para evitar su quiebra.

El gran problema de esta crisis no son los coches oficiales, ni las autonomías, ni tampoco el sueldo de Mariano Rajoy, ni, aún siendo muy grave, los casos de corrupción política, la mano que mece la cuna de esta gran estafa teledirigida desde Alemania se llama capitalismo financiero. Y su único propósito es trasvasar el dinero que habita en los bolsillos de las clases trabajadoras a los bolsillos del capital: “en el capitalismo cualquiera puede ser rico, pero no todos”.

RAÚL SOLÍS
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