"La juventud actual ama el lujo, es maliciosa, es malcriada, se burla de la autoridad y no tiene ningún respeto por los mayores. Nuestros muchachos de hoy son unos tiranos, que no se levantan cuando un anciano entra a alguna parte, que responden con altanería a sus padres y se complacen en ser gentes de mala fe". Así es como definía Sócrates en el siglo IV a.C. a los adolescentes de su época. Ha pasado mucho tiempo desde aquello pero sorprende la actualidad de la cita y cómo se ajusta a la descripción que solemos escuchar de los jóvenes.
Con esto vemos que los adolescentes de hoy no son peores que los de antes, ni mejores que los que están por venir; simplemente, es nuestra perspectiva la que hace difícil comprenderles y, unido a la mala prensa que se hace de ellos, facilita que tengamos una visión distorsionada y negativa de los jóvenes en edad adolescente.
Creo importante que nos detengamos en conocer la adolescencia: cuándo ocurre, qué ocurre a nuestros chicos y chicas para que su comportamiento y actitud no sea la “correcta” y cómo influimos los adultos en ellos.
La adolescencia llega con el inicio de la pubertad, etapa en la que nuestro cuerpo empieza a cambiar para pasar de la niñez a la adultez. Se producen cambios físicos notables tanto en los chicos como en las chicas y la culpa principal de estos cambios la tienen las hormonas, que no sólo despiertan la libido sexual sino que son las responsables de cambios en el estado de ánimo y alteraciones en la autoestima, entre otras muchas cosas.
A la vez se producen cambios cognitivos, es decir, cambios en la personalidad y en la construcción de la identidad; comenzamos a obtener la capacidad de razonar y argumentar opiniones; el razonamiento y control por nuestros actos comienza generarse en nuestro interior, pero a un ritmo desajustado con respecto a la impulsividad y cambios hormonales, lo que provoca el descontrol y la falta de asunción del riesgo.
Sin entrar en detalles y a modo de idea general, quiero que nos quedemos en que la pubertad provoca una serie de cambios tanto físicos como psicológicos que, inevitablemente, se ven reflejados en nuestras acciones y comportamientos con los demás.
Pero como en cualquier etapa de la vida, la influencia del exterior es notable. Los individuos, como seres sociales, necesitan crecer en sociedad, nutriéndose de las normas y patrones culturales que les rodean, más aún en la etapa adolescente donde uno de los cambios principales es el social.
Pasamos de estar bajo el amparo de nuestros padres y de nuestro núcleo familiar más cercano, a necesitar la interacción y relación con nuestros iguales, ampliando nuestras redes sociales. Esto es el origen de muchos conflictos intrafamiliares entre padres e hijos en edad adolescente.
Es difícil como padres entender que, tras muchos años de control y protección directa de nuestro hijo o hija, éste empiece a volar por sí solo, sin nuestro acompañamiento constante. Es complicado entender que debemos evolucionar en nuestra forma de educación y adaptarla a la nueva etapa.
Pues bien, si introducimos todos estos factores en una coctelera y la agitamos, podemos conseguir varios brebajes, algunos un poco agrios, que ya se encargan los medios de comunicación más influyentes en publicitar como características propias de la adolescencia. Es lo que ocurre con todos los aspectos negativos. Sin embargo, pasan desapercibidos otros aspectos con un toque dulzón y agradable que, aliñado con pequeñas dosis de comunicación, comprensión y adaptación educativa, pueden llegar a ser el mejor coctel de todos.
En mi opinión, hay tres aspectos principales, pero no los únicos, que hacen de la adolescencia una etapa brillante. La primera de ellas es la creatividad. En la adolescencia se da en un momento clave: nuestros impulsos se descontrolan y buscamos experimentar, sin tener una conciencia clara del riesgo ni de los límites. Este desajuste contribuye a que surjan ideas creativas, sin limitaciones racionales, que pueden ofrecer una visión nueva y fresca a las cuestiones tradicionales.
También importa el aspecto crítico, que representa la etapa de formación de la personalidad y el momento en el que el ser humano es más inteligente. Etapa en la que comenzamos a argumentar y razonar nuestras opiniones, comenzamos a pensar en cuestiones más amplias como la política, la religión, la cultura, costumbres...
Es un momento ideal para fomentar el pensamiento crítico hacia las cosas. Y puede que estos razonamientos, en muchos casos, sean utópicos, pero se empieza a aflorar la curiosidad por diferentes aspectos trascendentales que, con la información adecuada, puede contribuir a la construcción de personas libres de pensamiento y con más capacidad de tomar decisiones importantes.
El último aspecto que debemos considerar es la comunicación y la evolución del lenguaje. Los adolescentes son los que marcan la evolución de la lengua y la forma de comunicación: si no fuera por ellos y las innovaciones que introducen, nuestra lengua no evolucionaría. La sociedad avanza, los recursos cambian y son los adolescentes los pioneros en la adaptación a los cambios marcando el ritmo.
Son muchos los aspectos positivos de la adolescencia, aunque para evitar extender me he limitado a exponer sólo tres. No obstante, he querido traerles esta visión positiva porque resulta frustrante comprobar que la imagen del adolescente se une continuamente con la delincuencia, el consumo de drogas, la violencia... aspectos que nos hacen dudar sobre su futuro y el de la sociedad.
Pero ¡que no cunda el pánico! La adolescencia es una etapa de oportunidad que, acompañada de comunicación intrafamiliar, buena relación paterno-filial e información de calidad que resuelva sus dudas, puede ofrecernos jóvenes más preparados, comprometidos y capacitados para afrontar las dificultades del futuro.
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Con esto vemos que los adolescentes de hoy no son peores que los de antes, ni mejores que los que están por venir; simplemente, es nuestra perspectiva la que hace difícil comprenderles y, unido a la mala prensa que se hace de ellos, facilita que tengamos una visión distorsionada y negativa de los jóvenes en edad adolescente.
Creo importante que nos detengamos en conocer la adolescencia: cuándo ocurre, qué ocurre a nuestros chicos y chicas para que su comportamiento y actitud no sea la “correcta” y cómo influimos los adultos en ellos.
La adolescencia llega con el inicio de la pubertad, etapa en la que nuestro cuerpo empieza a cambiar para pasar de la niñez a la adultez. Se producen cambios físicos notables tanto en los chicos como en las chicas y la culpa principal de estos cambios la tienen las hormonas, que no sólo despiertan la libido sexual sino que son las responsables de cambios en el estado de ánimo y alteraciones en la autoestima, entre otras muchas cosas.
A la vez se producen cambios cognitivos, es decir, cambios en la personalidad y en la construcción de la identidad; comenzamos a obtener la capacidad de razonar y argumentar opiniones; el razonamiento y control por nuestros actos comienza generarse en nuestro interior, pero a un ritmo desajustado con respecto a la impulsividad y cambios hormonales, lo que provoca el descontrol y la falta de asunción del riesgo.
Sin entrar en detalles y a modo de idea general, quiero que nos quedemos en que la pubertad provoca una serie de cambios tanto físicos como psicológicos que, inevitablemente, se ven reflejados en nuestras acciones y comportamientos con los demás.
Pero como en cualquier etapa de la vida, la influencia del exterior es notable. Los individuos, como seres sociales, necesitan crecer en sociedad, nutriéndose de las normas y patrones culturales que les rodean, más aún en la etapa adolescente donde uno de los cambios principales es el social.
Pasamos de estar bajo el amparo de nuestros padres y de nuestro núcleo familiar más cercano, a necesitar la interacción y relación con nuestros iguales, ampliando nuestras redes sociales. Esto es el origen de muchos conflictos intrafamiliares entre padres e hijos en edad adolescente.
Es difícil como padres entender que, tras muchos años de control y protección directa de nuestro hijo o hija, éste empiece a volar por sí solo, sin nuestro acompañamiento constante. Es complicado entender que debemos evolucionar en nuestra forma de educación y adaptarla a la nueva etapa.
Pues bien, si introducimos todos estos factores en una coctelera y la agitamos, podemos conseguir varios brebajes, algunos un poco agrios, que ya se encargan los medios de comunicación más influyentes en publicitar como características propias de la adolescencia. Es lo que ocurre con todos los aspectos negativos. Sin embargo, pasan desapercibidos otros aspectos con un toque dulzón y agradable que, aliñado con pequeñas dosis de comunicación, comprensión y adaptación educativa, pueden llegar a ser el mejor coctel de todos.
En mi opinión, hay tres aspectos principales, pero no los únicos, que hacen de la adolescencia una etapa brillante. La primera de ellas es la creatividad. En la adolescencia se da en un momento clave: nuestros impulsos se descontrolan y buscamos experimentar, sin tener una conciencia clara del riesgo ni de los límites. Este desajuste contribuye a que surjan ideas creativas, sin limitaciones racionales, que pueden ofrecer una visión nueva y fresca a las cuestiones tradicionales.
También importa el aspecto crítico, que representa la etapa de formación de la personalidad y el momento en el que el ser humano es más inteligente. Etapa en la que comenzamos a argumentar y razonar nuestras opiniones, comenzamos a pensar en cuestiones más amplias como la política, la religión, la cultura, costumbres...
Es un momento ideal para fomentar el pensamiento crítico hacia las cosas. Y puede que estos razonamientos, en muchos casos, sean utópicos, pero se empieza a aflorar la curiosidad por diferentes aspectos trascendentales que, con la información adecuada, puede contribuir a la construcción de personas libres de pensamiento y con más capacidad de tomar decisiones importantes.
El último aspecto que debemos considerar es la comunicación y la evolución del lenguaje. Los adolescentes son los que marcan la evolución de la lengua y la forma de comunicación: si no fuera por ellos y las innovaciones que introducen, nuestra lengua no evolucionaría. La sociedad avanza, los recursos cambian y son los adolescentes los pioneros en la adaptación a los cambios marcando el ritmo.
Son muchos los aspectos positivos de la adolescencia, aunque para evitar extender me he limitado a exponer sólo tres. No obstante, he querido traerles esta visión positiva porque resulta frustrante comprobar que la imagen del adolescente se une continuamente con la delincuencia, el consumo de drogas, la violencia... aspectos que nos hacen dudar sobre su futuro y el de la sociedad.
Pero ¡que no cunda el pánico! La adolescencia es una etapa de oportunidad que, acompañada de comunicación intrafamiliar, buena relación paterno-filial e información de calidad que resuelva sus dudas, puede ofrecernos jóvenes más preparados, comprometidos y capacitados para afrontar las dificultades del futuro.
MARÍA JESÚS ORTIZ