El adjetivo “inimaginable” ya no guarda el significado sorpresivo e insospechado –no imaginado- con el que califica al sustantivo, de lo que se habla, puesto que todo lo inimaginable ha sido posible a la hora de adoptar medidas para combatir la crisis económica que sacude a Europa. Era inimaginable la misma crisis como era inimaginable la sumisión de la democracia a los dictados de la economía.
También eran inimaginables el colapso financiero y las recesiones sucesivas, muchas de ellas a causa de esas medidas anticrisis, como inimaginables eran los recortes que derriban el Estado del Bienestar, las bajadas de salarios y el empobrecimiento que condena a la mayor parte de la población. Nunca antes había sido tan evidente la dependencia de la superestructura social a la estructura económica, como preconizaba el materialismo histórico.
Pero, si nos faltaba algo por imaginar, asistimos con sorpresa a la reproducción de aquellas “recetas” que el Fondo Monetario Internacional (FMI) –celoso guardián del capitalismo- había prescrito en otras latitudes y que habían sido denostadas en las democracias avanzadas del Viejo Continente. Era inimaginable que aquí también se perpetrara tal castigo. Y, sin embargo, ha sucedido, aunque de forma más ejemplarizante que necesaria (avisos de Alemania a los periféricos). A Chipre lo han “encerrado” en un corralito económico, como hicieron con Argentina en 2001.
Ahora resulta que un pequeño Estado de la Unión Europea, cuya moneda es la misma que manejamos todos –el euro- y está emitida por el Banco Central Europeo (BCE), se muestra incapaz de evitar la fuga de capitales a causa de su enorme deuda externa, a pesar de ser receptor de ingentes cantidades de dinero negro que buscaba refugio en su ventajoso sistema fiscal.
Un paraíso fiscal que atraía el lavado de dinero de la mafia rusa, principalmente, ya que la función de estos paraísos es precisamente la de acoger los dineros que se evaden de otros lugares donde deberían pagar impuestos. ¿Por qué Europa no controla su sistema financiero y fiscal como pretende hacer ahora con la deuda de sus Estados miembros?
En cualquier caso, Chipre no es una sorpresa ni una excepción. En la zona euro existen otros paraísos fiscales dedicados a captar ese dinero que se oculta al fisco mediante maletas que cruzan disimuladamente unas fronteras que son impermeables a las personas. Suiza, Luxemburgo, las Islas de Jersey y de Man, Mónaco y Gibraltar (colonia con más empresas que habitantes) son también conocidos paraísos fiscales que, como Chipre, pueden sufrir la espantada de capitales y el colapso de su sistema bancario.
A pesar de que los ciudadanos de esos países puedan disfrutar las ventajas de unas cargas tributarias irracionalmente bajas, no son culpables de esa fiscalidad ni de la situación crítica a la que se ven sometidos. El ahorro obtenido por su trabajo honesto no debe soportar las condiciones de un “rescate” que grava con un porcentaje, aún en negociación, los depósitos confiados a los bancos. Ni evaden capitales, ni eluden impuestos ni viven por encima de sus posibilidades.
Imponer un “corralito” que impide, de entrada, la retirada de dinero y que grava, además, con un impuesto los ahorros, es una medida no sólo tremendamente injusta, sino inimaginable en la Europa de los derechos, las normas y la democracia, en tanto en cuanto el “corralito” no se extiende a todos los activos financieros, como los bonos bancarios y la deuda pública.
La Comisión Europea, el BCE y el FMI retornan, así, a las denostadas recetas capitalistas de atajar los déficits mediante severas restricciones del gasto (incluida la inversión social) y el control riguroso de capitales (privados y públicos) para hacer frente a los acreedores, que son los que imponen las condiciones.
Afortunadamente, lo que era una “vuelta de tuerca” más, inimaginable hasta ayer, entre las duras medidas con las que el Capital somete a gobiernos y países, se convierte gracias a los chipriotas en la “línea roja” que no están dispuestos a traspasar. El mismo pueblo que hacía pocas semanas lo había elegido, ha rechazado contundentemente en el Parlamento las condiciones del “rescate” que imponía el “corralito”, aunque ello ponga a la isla de Chipre a punto de provocar la primera quiebra del euro en Europa.
Así no se administra una moneda ni se consigue la estabilidad financiera en la zona euro. No a costa de los ciudadanos. Chipre está advirtiendo de la conducta inimaginable e inadmisible del capitalismo. Habrá que tomar nota.
Si lo desea, puede compartir este contenido: También eran inimaginables el colapso financiero y las recesiones sucesivas, muchas de ellas a causa de esas medidas anticrisis, como inimaginables eran los recortes que derriban el Estado del Bienestar, las bajadas de salarios y el empobrecimiento que condena a la mayor parte de la población. Nunca antes había sido tan evidente la dependencia de la superestructura social a la estructura económica, como preconizaba el materialismo histórico.
Pero, si nos faltaba algo por imaginar, asistimos con sorpresa a la reproducción de aquellas “recetas” que el Fondo Monetario Internacional (FMI) –celoso guardián del capitalismo- había prescrito en otras latitudes y que habían sido denostadas en las democracias avanzadas del Viejo Continente. Era inimaginable que aquí también se perpetrara tal castigo. Y, sin embargo, ha sucedido, aunque de forma más ejemplarizante que necesaria (avisos de Alemania a los periféricos). A Chipre lo han “encerrado” en un corralito económico, como hicieron con Argentina en 2001.
Ahora resulta que un pequeño Estado de la Unión Europea, cuya moneda es la misma que manejamos todos –el euro- y está emitida por el Banco Central Europeo (BCE), se muestra incapaz de evitar la fuga de capitales a causa de su enorme deuda externa, a pesar de ser receptor de ingentes cantidades de dinero negro que buscaba refugio en su ventajoso sistema fiscal.
Un paraíso fiscal que atraía el lavado de dinero de la mafia rusa, principalmente, ya que la función de estos paraísos es precisamente la de acoger los dineros que se evaden de otros lugares donde deberían pagar impuestos. ¿Por qué Europa no controla su sistema financiero y fiscal como pretende hacer ahora con la deuda de sus Estados miembros?
En cualquier caso, Chipre no es una sorpresa ni una excepción. En la zona euro existen otros paraísos fiscales dedicados a captar ese dinero que se oculta al fisco mediante maletas que cruzan disimuladamente unas fronteras que son impermeables a las personas. Suiza, Luxemburgo, las Islas de Jersey y de Man, Mónaco y Gibraltar (colonia con más empresas que habitantes) son también conocidos paraísos fiscales que, como Chipre, pueden sufrir la espantada de capitales y el colapso de su sistema bancario.
A pesar de que los ciudadanos de esos países puedan disfrutar las ventajas de unas cargas tributarias irracionalmente bajas, no son culpables de esa fiscalidad ni de la situación crítica a la que se ven sometidos. El ahorro obtenido por su trabajo honesto no debe soportar las condiciones de un “rescate” que grava con un porcentaje, aún en negociación, los depósitos confiados a los bancos. Ni evaden capitales, ni eluden impuestos ni viven por encima de sus posibilidades.
Imponer un “corralito” que impide, de entrada, la retirada de dinero y que grava, además, con un impuesto los ahorros, es una medida no sólo tremendamente injusta, sino inimaginable en la Europa de los derechos, las normas y la democracia, en tanto en cuanto el “corralito” no se extiende a todos los activos financieros, como los bonos bancarios y la deuda pública.
La Comisión Europea, el BCE y el FMI retornan, así, a las denostadas recetas capitalistas de atajar los déficits mediante severas restricciones del gasto (incluida la inversión social) y el control riguroso de capitales (privados y públicos) para hacer frente a los acreedores, que son los que imponen las condiciones.
Afortunadamente, lo que era una “vuelta de tuerca” más, inimaginable hasta ayer, entre las duras medidas con las que el Capital somete a gobiernos y países, se convierte gracias a los chipriotas en la “línea roja” que no están dispuestos a traspasar. El mismo pueblo que hacía pocas semanas lo había elegido, ha rechazado contundentemente en el Parlamento las condiciones del “rescate” que imponía el “corralito”, aunque ello ponga a la isla de Chipre a punto de provocar la primera quiebra del euro en Europa.
Así no se administra una moneda ni se consigue la estabilidad financiera en la zona euro. No a costa de los ciudadanos. Chipre está advirtiendo de la conducta inimaginable e inadmisible del capitalismo. Habrá que tomar nota.
DANIEL GUERRERO