Los dos periódicos del sistema político que se desmorona a una velocidad de vértigo coinciden en sus publicaciones, se intercambian información, se citan mutuamente en sus respectivos diarios y parecen tener un objetivo común: la lucha contra la corrupción. Una corrupción que conocen desde hace mucho tiempo –no olvidemos que son los periódicos del poder- y que han ocultado o maquillado tiempo atrás. Las publicaciones de los papeles de Bárcenas no es periodismo de investigación: es un chivatazo interesado desde dentro de las filas del PP en cumplimiento de órdenes de la oligarquía financiera.
La derecha española se está matando, literalmente; y no se está matando por quién encabezará las listas electorales, como ocurrió en Asturias con el enfrentamiento entre Álvarez Cascos y Mariano Rajoy. La disputa tiene una recompensa jugosa, pues se está peleando la derecha oligárquica contra la derecha tradicional. A la oligarquía financiera le estorba el poder político, por muy débil y de derechas que éste sea. La presa que hay que conquistar no es Mariano Rajoy: es la misma democracia.
En 1973, previo al desembarco de las políticas neoliberales de privatización de los servicios públicos y de los recursos estratégicos (petróleo, minerales, aguas, puertos o campos), Chile se convirtió en el escenario del miedo. La muerte violenta de Salvador Allende y la asunción del poder chileno por el dictador Pinochet fue un golpe de Estado económico que, más tarde, se concretó en las políticas de empobrecimiento y acoso del Fondo Monetario Internacional (FMI) al conjunto de América Latina.
En Europa, Grecia abrió el camino de la americalatinización de las economías del sur continental. Haber pagado el despilfarro griego hubiera costado 30.000 millones de euros y habría evitado el contagio del constipado de un país minúsculo –2 por ciento del PIB europeo- a toda la eurozona. Sin embargo, a Grecia se han destinado ya más de 300.000 millones de euros y el mal no tiene remedio. La deuda es impagable y no hay más recursos que privatizar ni derechos sociales que abolir.
Para el neoliberalismo, el modelo de gobernanza mundial que hay que extender es China. A esta conclusión llegaron hace unos días en el Foro Económico Mundial de Davos, cónclave donde se dan cita los representantes de los poderes financieros y mediáticos: los que gobiernan el mundo sin necesidad de presentarse a las elecciones.
A la cita de Davos no faltó nadie de los importantes. Estuvo Javier Moreno, director de El País, y Luis de Guindos, ministro de Economía de España. Sin embargo, Rajoy no asistió. En 2010, justo después de la participación de José Luis Rodríguez Zapatero en el Foro de Davos, comenzaron los ataques especulativos contra la economía española. En 2013, los ataques no van a por el euro: ahora quieren la democracia. Todo o nada.
Y para ello, los medios de comunicación –sus dueños asistieron a Davos- se afanan en crear un estado de alarma social que consiga paralizar a la población. Es la teoría del miedo aplicada a la gobernanza. No es con la corrupción con lo que quieren acabar, de la que son partícipes y conocedores desde hace tiempo, quieren acabar con la democracia.
Ya lo hicieron en Italia y Grecia, donde tiraron a sus gobiernos para poner a Mario Monti Y Lukás Papadimos, dos hombres de Goldman Sachs –el banco que parió la crisis económica al trucar las cuentas griegas- que fueron presentados como tecnócratas: el eufemismo con el que la bancocracia llama a sus golpistas.
Grecia es a Europa como Chile fue a América Latina. Y España es la continuación. Es la democracia el juguete por el que se pelea la derecha, no la transparencia ni la honradez de sus gestores públicos. A El País le ha faltado tiempo para publicar una encuesta hecha con el calor de la indignación. Sus análisis son claros: molesta la izquierda no socialdemócrata. Todo lo que no sea un gobierno de concentración (PP-PSOE), o una coalición de los partidos de derechas (PP-UPyD), será un caos para la economía española.
Están en juego los intereses de la oligarquía financiera, que quiere asestar el último golpe de Estado financiero al país que le queda por controlar. Los papeles de Bárcenas es el argumento para justificar el final de la trama. Es con la democracia con lo que quieren acabar, no con la corrupción.
Frente a esta amenaza, Mariano Rajoy tiene la solución: convocatoria de elecciones y proceso constituyente para volver a empezar. Por su parte, el PSOE tiene que pasar a la acción y decidirse: con la democracia o con los golpistas financieros travestidos de ni de izquierdas ni de derechas, que ya suenan para presidir el Estado español sin previo paso por las urnas.
La derecha española se está matando, literalmente; y no se está matando por quién encabezará las listas electorales, como ocurrió en Asturias con el enfrentamiento entre Álvarez Cascos y Mariano Rajoy. La disputa tiene una recompensa jugosa, pues se está peleando la derecha oligárquica contra la derecha tradicional. A la oligarquía financiera le estorba el poder político, por muy débil y de derechas que éste sea. La presa que hay que conquistar no es Mariano Rajoy: es la misma democracia.
En 1973, previo al desembarco de las políticas neoliberales de privatización de los servicios públicos y de los recursos estratégicos (petróleo, minerales, aguas, puertos o campos), Chile se convirtió en el escenario del miedo. La muerte violenta de Salvador Allende y la asunción del poder chileno por el dictador Pinochet fue un golpe de Estado económico que, más tarde, se concretó en las políticas de empobrecimiento y acoso del Fondo Monetario Internacional (FMI) al conjunto de América Latina.
En Europa, Grecia abrió el camino de la americalatinización de las economías del sur continental. Haber pagado el despilfarro griego hubiera costado 30.000 millones de euros y habría evitado el contagio del constipado de un país minúsculo –2 por ciento del PIB europeo- a toda la eurozona. Sin embargo, a Grecia se han destinado ya más de 300.000 millones de euros y el mal no tiene remedio. La deuda es impagable y no hay más recursos que privatizar ni derechos sociales que abolir.
Para el neoliberalismo, el modelo de gobernanza mundial que hay que extender es China. A esta conclusión llegaron hace unos días en el Foro Económico Mundial de Davos, cónclave donde se dan cita los representantes de los poderes financieros y mediáticos: los que gobiernan el mundo sin necesidad de presentarse a las elecciones.
A la cita de Davos no faltó nadie de los importantes. Estuvo Javier Moreno, director de El País, y Luis de Guindos, ministro de Economía de España. Sin embargo, Rajoy no asistió. En 2010, justo después de la participación de José Luis Rodríguez Zapatero en el Foro de Davos, comenzaron los ataques especulativos contra la economía española. En 2013, los ataques no van a por el euro: ahora quieren la democracia. Todo o nada.
Y para ello, los medios de comunicación –sus dueños asistieron a Davos- se afanan en crear un estado de alarma social que consiga paralizar a la población. Es la teoría del miedo aplicada a la gobernanza. No es con la corrupción con lo que quieren acabar, de la que son partícipes y conocedores desde hace tiempo, quieren acabar con la democracia.
Ya lo hicieron en Italia y Grecia, donde tiraron a sus gobiernos para poner a Mario Monti Y Lukás Papadimos, dos hombres de Goldman Sachs –el banco que parió la crisis económica al trucar las cuentas griegas- que fueron presentados como tecnócratas: el eufemismo con el que la bancocracia llama a sus golpistas.
Grecia es a Europa como Chile fue a América Latina. Y España es la continuación. Es la democracia el juguete por el que se pelea la derecha, no la transparencia ni la honradez de sus gestores públicos. A El País le ha faltado tiempo para publicar una encuesta hecha con el calor de la indignación. Sus análisis son claros: molesta la izquierda no socialdemócrata. Todo lo que no sea un gobierno de concentración (PP-PSOE), o una coalición de los partidos de derechas (PP-UPyD), será un caos para la economía española.
Están en juego los intereses de la oligarquía financiera, que quiere asestar el último golpe de Estado financiero al país que le queda por controlar. Los papeles de Bárcenas es el argumento para justificar el final de la trama. Es con la democracia con lo que quieren acabar, no con la corrupción.
Frente a esta amenaza, Mariano Rajoy tiene la solución: convocatoria de elecciones y proceso constituyente para volver a empezar. Por su parte, el PSOE tiene que pasar a la acción y decidirse: con la democracia o con los golpistas financieros travestidos de ni de izquierdas ni de derechas, que ya suenan para presidir el Estado español sin previo paso por las urnas.
RAÚL SOLÍS