¿Necesitaba escenificar Candela Peña la presunta desatención sanitaria de su padre en el último trance, para hacerse valer en los círculos progresistas del cine español? Resulta evidente que no, pero es que, tal vez, a la Peña, al margen de su calidad como actriz –que no la conozco pero tampoco la pongo en duda-, se le haga muy complicado encontrar en su vida otros argumentos de compromiso social lo suficientemente sólidos como para arrancar el aplauso en una gala, la de los Goya, que se había trazado como objetivo, mucho más allá que la entrega de las estatuillas, unirse al PSOE en su campaña contra el Gobierno de Mariano Rajoy.
La réplica no se ha hecho esperar por parte del Hospital de Viladecans, centro sanitario en el que se produjeron los hechos, y en el que, como en el resto de hospitales públicos –Candela prefirió utilizar este genérico con el que le resultaba más cómodo sembrar dudas sobre la acción del Gobierno-, no niego que un paciente podrá carecer de algunos medios o esperar más tiempo del deseado, pero dudo que carezca de agua potable en la habitación o de una manta con la que cubrirse. La prueba de ello es que, paradójicamente, la queja de la actriz se limitó al estrado del escenario ya que no consta que presentara ninguna por escrito en el citado hospital.
Sería oportuno recordar que en la época en la que el padre de la actriz estuvo ingresado era un gobierno tripartito el que dirigía los destinos de Cataluña y de la sanidad catalana; un gobierno de izquierdas presidido por el socialista José Montilla.
Parece, de cualquier manera, que algunos actores se han aprendido muy bien aquella lección de “difama que algo queda”. En todo caso, candela es lo que parece salir del escenario político de nuestro país.
Fuego en la tramoya con tintes detectivescos, con la agencia Método 3 dedicada a espiar a diestro y siniestro –derecha e izquierda-, no sabemos si motu proprio o, como se publica, animada por algún dirigente del PSC e, incluso, hasta por el marido de María Dolores de Cospedal, como informa La Gaceta.
Lo cierto es que son muchos los políticos “espiados”, en una expresión de aquello tan utilizado por nuestros propios políticos: “quien tiene la información, tiene el poder”, y que marca lo decrépito de un régimen que usa de sus cloacas para llegar a lo más alto.
Por si fuera poco, los catalanes de su gobierno dudan de la seguridad del Estado a la hora de gestionar este sucio episodio de luchas intestinas y quieren hacerse con los dosieres que se incauten a la agencia de detectives, no sé si por quitar de la luz pública lo que algunos de ellos pudieran contener o por temor al uso que, de los mismos, pudiese llegar a hacerse.
Como uso se está haciendo –y hasta qué punto- de aquello que, hasta ahora, todos hemos entendido como personal y, hasta cierto punto, confidencial. Me refiero al correo electrónico de Iñaki Urdangarín usado por su exsocio, Diego Torres, como arma defensiva –no sé de qué lo puede defender a este último- en el proceso que ambos tienen abierto y en el que pretende implicarse al jefe del Estado.
Al margen de los delitos que pueda demostrarle el juez Castro al esposo de la infanta Cristina, está claro que este personaje tenía cabeza para mantener el equilibrio cuando jugaba a balonmano pero nada más. Sobre todo, por hacerse socio de un individuo que, al margen de beneficiarse de su influencia, iba recopilando correos electrónicos evidentemente no con buen fin, como se está demostrando.
La Corona está en peligro y bien haría su actual titular en dar un paso atrás y retirarse lo más dignamente que pueda, en beneficio del Estado, por mucho que las salpicaduras de todo esto vayan a dejar huella, no sé yo si indeleble…
Y para colmo, llega el salvador de patrias, Evo Morales, a amenazarnos con establecer relaciones diplomáticas con los movimientos sociales españoles, después de nacionalizar todo lo habido y por haber de capital español en su país. ¿Con qué movimientos? ¿Con los radicales con los que tanto sintoniza?
Qué pena que España dejara en Hispanoamérica una herencia tan pobre en valores, causa, en gran medida, de la inestabilidad política y social que vive esa parte del continente americano. Lo dicho ¡candela, más candela! al fuego en el que nos consumimos. Ahora sí, por favor, un poquito de agua…
La réplica no se ha hecho esperar por parte del Hospital de Viladecans, centro sanitario en el que se produjeron los hechos, y en el que, como en el resto de hospitales públicos –Candela prefirió utilizar este genérico con el que le resultaba más cómodo sembrar dudas sobre la acción del Gobierno-, no niego que un paciente podrá carecer de algunos medios o esperar más tiempo del deseado, pero dudo que carezca de agua potable en la habitación o de una manta con la que cubrirse. La prueba de ello es que, paradójicamente, la queja de la actriz se limitó al estrado del escenario ya que no consta que presentara ninguna por escrito en el citado hospital.
Sería oportuno recordar que en la época en la que el padre de la actriz estuvo ingresado era un gobierno tripartito el que dirigía los destinos de Cataluña y de la sanidad catalana; un gobierno de izquierdas presidido por el socialista José Montilla.
Parece, de cualquier manera, que algunos actores se han aprendido muy bien aquella lección de “difama que algo queda”. En todo caso, candela es lo que parece salir del escenario político de nuestro país.
Fuego en la tramoya con tintes detectivescos, con la agencia Método 3 dedicada a espiar a diestro y siniestro –derecha e izquierda-, no sabemos si motu proprio o, como se publica, animada por algún dirigente del PSC e, incluso, hasta por el marido de María Dolores de Cospedal, como informa La Gaceta.
Lo cierto es que son muchos los políticos “espiados”, en una expresión de aquello tan utilizado por nuestros propios políticos: “quien tiene la información, tiene el poder”, y que marca lo decrépito de un régimen que usa de sus cloacas para llegar a lo más alto.
Por si fuera poco, los catalanes de su gobierno dudan de la seguridad del Estado a la hora de gestionar este sucio episodio de luchas intestinas y quieren hacerse con los dosieres que se incauten a la agencia de detectives, no sé si por quitar de la luz pública lo que algunos de ellos pudieran contener o por temor al uso que, de los mismos, pudiese llegar a hacerse.
Como uso se está haciendo –y hasta qué punto- de aquello que, hasta ahora, todos hemos entendido como personal y, hasta cierto punto, confidencial. Me refiero al correo electrónico de Iñaki Urdangarín usado por su exsocio, Diego Torres, como arma defensiva –no sé de qué lo puede defender a este último- en el proceso que ambos tienen abierto y en el que pretende implicarse al jefe del Estado.
Al margen de los delitos que pueda demostrarle el juez Castro al esposo de la infanta Cristina, está claro que este personaje tenía cabeza para mantener el equilibrio cuando jugaba a balonmano pero nada más. Sobre todo, por hacerse socio de un individuo que, al margen de beneficiarse de su influencia, iba recopilando correos electrónicos evidentemente no con buen fin, como se está demostrando.
La Corona está en peligro y bien haría su actual titular en dar un paso atrás y retirarse lo más dignamente que pueda, en beneficio del Estado, por mucho que las salpicaduras de todo esto vayan a dejar huella, no sé yo si indeleble…
Y para colmo, llega el salvador de patrias, Evo Morales, a amenazarnos con establecer relaciones diplomáticas con los movimientos sociales españoles, después de nacionalizar todo lo habido y por haber de capital español en su país. ¿Con qué movimientos? ¿Con los radicales con los que tanto sintoniza?
Qué pena que España dejara en Hispanoamérica una herencia tan pobre en valores, causa, en gran medida, de la inestabilidad política y social que vive esa parte del continente americano. Lo dicho ¡candela, más candela! al fuego en el que nos consumimos. Ahora sí, por favor, un poquito de agua…
ENRIQUE BELLIDO